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The Guardian en español

“No dispares”, cuando las palabras de un loro se utilizan como prueba en un caso de asesinato

Imagen de archivo de un loro gris

Jamiles Lartey

Un fiscal de Michigan está considerando si las palabras de un loro doméstico podrían ser utilizadas para intentar acusar a una mujer del asesinato de su dueño. Bud, un loro gris africano de 19 años, ha estado repitiendo la frase “no dispares joder” (“don't fucking shoot”) desde que asesinaron a su dueño después de dispararle en repetidas ocasiones en Sand Lake, Michigan, en mayo de 2015.

“Está utilizando la voz de Marty”, asegura Christina Keller, exmujer de Duram, que ahora cuida de la mascota. “Está grabado en su cerebro y no puede olvidarlo”, contó Keller en WOOD TV de Detroit. Varias veces a la semana, según cuenta, Bud repite lo que quizá fueron las últimas palabras de Duram.

La mujer de Duram, Glenna, está siendo juzgada por el asesinato. Ella sobrevivió a una herida de bala en la cabeza, disparada por ella misma, el día en el que Martin Duram murió. El fiscal del condado de Newago Robert Springstead dijo que su equipo estaba tratando de estudiar las palabras de Bud para saber si podrían ser admitidas por un tribunal. “Es una novedad interesante y ha sido una gran oportunidad para mí para aprender sobre loros africanos”, dijo Springstead a the Detroit Free Press.

No es la primera vez que el testimonio de un loro ha sido tenido en cuenta en un tribunal. En 1993, el letrado de Santa Rosa Charles Ogulnick fue el abogado de oficio de un hombre acusado del asesinato de una socia de negocios. El loro de la mujer asesinada, Max, un gris africano como Bud, estaba en casa en el momento del asesinato y empezó a repetir la frase: “¡No, Richard, no, no, no!”

El cliente de Ogulnick se llamaba Gary y quería que esta prueba fuese oída ante en el tribunal. “Estuve argumentando que no era un testimonio de oídas sino un dispositivo de grabación”, contó Ogulnick para the Guardian. Empleó la opinión de la doctora Irene Pepperberg, una experta en africanos grises, que explicó que el pájaro podía, probablemente, repetir un intercambio de palabras con exactitud en una situación de estrés después de haberlo oído pocas veces.

El magistrado denegó en última instancia cualquier cuestión sobre las palabras del loro Max. Gary Rasp fue condenado y cumple una sentencia de cadena perpetua. Pero en el caso de Duram y Bud, los papeles se han invertido a los del caso de Santa Rosa. En lugar de un abogado defensor intentando absolver a su cliente, aquí un fiscal está considerando usar las palabras del loro en el juicio. “Si el fiscal del distrito quiere introducirlo, no me sorprendería que el juez piense que es una buena idea”, concluye Ogulnick.

Traducido por Cristina Armunia Berges

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