Un año después de ganar las elecciones en México, López Obrador sigue en campaña
Acaba de cumplirse un año de que el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ganase las elecciones y su Gobierno sigue manteniendo altos niveles de popularidad por su crítica un sistema que la mayoría de votantes perciben como corrupto.
Su Gobierno acaba de firmar un nuevo acuerdo comercial con Canadá y Estados Unidos, y sus diplomáticos han conseguido frenar el proteccionismo arancelario de Trump. Sin embargo, AMLO -como se le conoce por sus siglas- se ha ganado la fama de no tener apenas interés por la política exterior. Tal vez por este motivo, en vez de acudir a la cumbre del G20 en Japón, López Obrador se ha quedado en Ciudad de México para pronunciar un discurso ante miles de simpatizantes en la plaza más importante de la ciudad.
A López Obrador le llovieron las comparaciones con Donald Trump durante la campaña electoral de 2018 por la manera de invocar al pueblo y por su desdén hacia las élites y a los medios de comunicación que lo ponen en cuestión. A lo largo de 2018, López Obrador recorrió el país prometiendo crear empleos, apostar por el desarrollo e impulsar proyectos de infraestructura.
A diferencia de Trump, sin embargo, López Obrador ha conseguido conservar sus altos niveles de popularidad con un 70% de los ciudadanos que aprueban su gestión. El motivo de su popularidad se debería, según los analistas, a que el presidente cuestiona un sistema político que la mayoría del electorado considera corrupto y amañado en detrimento de los intereses de los mexicanos de a pie.
“Se trata de quitarle el poder a los que siempre han perjudicado a los demás para asegurarse de que el poder político no se utilice contra el pueblo”, indica Federico Estévez, profesor de ciencias políticas del Instituto Tecnológico Autónomo de México.
La victoria de López Obrador supuso un punto de inflexión para la izquierda mexicana. Conocido por su moderación, hizo campaña a favor de un sistema más justo y ha mantenido este discurso desde su investidura el 1 de diciembre de 2018.
López Obrador anunció la muerte del neoliberalismo en México, y ha demostrado que su austeridad es más que una cuestión personal: ha recortado el gasto social y ha despedido a miles de funcionarios.
Pese a los constantes ataques del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, López Obrador no ha caído en su juego. Aceptó reforzar sus fronteras con Guatemala para frenar la inmigración y evitar así que Estados Unidos lo castigara con aranceles a las exportaciones mexicanas. Además, su Gobierno ha conseguido llegar a un acuerdo con Estados Unidos y Canadá, llamado USMCA, que reemplazará al de NAFTA.
Por otra parte, ha desplegado soldados para operaciones de seguridad y ha cerrado filas con los pastores evangélicos para impulsar una “agenda moral” en el país. “López Obrador parece cada vez más conservador. No ha subido los impuestos y no ha elevado el gasto público”, señala Estévez. “Es un populista de izquierdas en cuestiones relativas a política redistributiva, pero es conservador en temas sociales”, apunta.
Al igual que Trump, López Obrador suele atacar a los medios de comunicación que lo critican abiertamente, y a menudo los periodistas se convierten en el blanco de los ataques de los partidarios del presidente en las redes sociales.
El presidente trata de definirse a través de gestos cotidianos: viaja en un modesto coche familiar, vuela en aviones comerciales y come sin previo aviso en restaurantes de carretera.
“Es la primera vez que he tenido la oportunidad de conocer a un presidente”, explica Gregorio Chablé, un hombre maya que fotografió a López Obrador comiendo en un restaurante de marisco en su pueblo natal al sur de Playa del Carmen. Ese mismo día, el hombre llevó a sus amigos y familiares a un mitin de López Obrador y le dio al presidente una nota de agradecimiento.
Chablé le dio las gracias por haber impulsado medidas de apoyo a jóvenes, ancianos y personas discapacitadas. Su madre ha sido una de las personas beneficiadas por esta iniciativa, también su hermano, que recibe 133 dólares cada dos meses para cuidar de su hija con síndrome de Down.
A pesar de haber impulsado este sistema de ayudas, López Obrador ha recortado el gasto social. Este ahorro, según los analistas, ha ido a parar a Pemex, la compañía petrolera estatal. Por otra parte, ha impulsado una serie de proyectos de gran envergadura como líneas de ferrocarril y una gran refinería, sin tener estudios concluyentes sobre el impacto medioambiental y sin previa consulta a los pueblos indígenas.
Como respuesta a la elevada tasa de crímenes violentos que sacuden el país, López Obrador ha formado una nueva fuerza policial militarizada. La oposición ha alertado del peligro de asignar competencias en seguridad pública a militares, una institución que tradicionalmente no ha contado con la confianza de la izquierda.
“Nunca imaginamos que el Ejército asumiría este papel.... o que el Estado perdería tanto peso”, indica Emiliano Ruiz Parra, periodista que cubrió la primera campaña presidencial fallida de López Obrador en 2006. “Nunca imaginé que López Obrador seguiría este tipo de políticas”, sentenció.
El domingo, un día antes de que se cumpliera un año de que López Obrador ganase las elecciones, miles de mexicanos salieron a la calle en contra del presidente. Sus detractores critican decisiones como la cancelación del proyecto para construir un nuevo aeropuerto internacional o la retirada de apoyo a las guarderías infantiles.
Traducido por Emma Reverter