Europa contiene el aliento al tiempo que Macron intenta sofocar las protestas
No solo Francia, sino también Europa, deberían esperar que las concesiones fiscales y el aumento del salario mínimo que anunció este lunes Macron sean suficientes para sofocar más de un mes de violentas y desestabilizadoras protestas antigubernamentales.
Con más de 1.250 personas detenidas, 400 heridas y un coste económico que asciende a miles de millones, la revuelta de los chalecos amarillos representa un desafío formidable a la autoridad del presidente centrista. Para sus críticos, Macron es un presidente arrogante ajeno a la realidad. Si suspende esta prueba, no será el único que lo pague.
El joven presidente fue elegido con el compromiso de demostrar que Francia podría reformarse –su economía decadente se revitalizó a través de recortes fiscales y de gasto público, también con cambios radicales en el mercado laboral. Macron también es un gran defensor de la democracia liberal europea.
Frente a una creciente ola de populismo y autoritarismo derechista y euroescéptico, Macron se presentó a sí mismo como un defensor de la multilateralidad y un baluarte contra el nacionalismo “egoísta y peligroso”, advirtiendo el mes pasado, en el centenario del primer armisticio de la Primera Guerra Mundial, que los viejos demonios estaban resurgiendo.
“La gente que han dejado atrás, las miles de personas honestas masacradas por el Gobierno francés, están ahora en la calle”, tuiteó Matteo Salvini, el ministro de Interior y líder de extrema derecha de La Liga, con el que Macron ha librado una guerra dialéctica pública por las duras políticas contra la migración llevadas a cabo por Roma.
Steve Bannon, arquitecto de la campaña de Donald Trump, que ahora está intentando organizar a las fuerzas nacional-populistas de Europa, dijo en una reunión en Bruselas de este fin de semana: “París está ardiendo. Los chalecos amarillos son exactamente el tipo de gente que eligió a Donald Trump y votó a favor del Brexit”.
Por su parte, Trump tuiteó que Francia debería poner fin a los “ridículos y extremadamente caros” acuerdos climáticos de París y “devolver el dinero al pueblo en forma de impuestos más bajos”, mientras que el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, destacó el desorden callejero y lo que él calificó como una “respuesta policial violenta”.
La fragilidad en el país conduce de manera irremediable a una disminución de la influencia a nivel internacional. En varias ocasiones, Macron ha dicho que su credibilidad internacional depende de su capacidad para aplicar reformas internas, que ahora corren el riesgo de descarrilar en una lucha por mantener su presidencia.
También se ha comprometido a mantener el déficit presupuestario de Francia acorde a las normas de la UE, un objetivo que podría estar en peligro tras sus planes de gasto para aplacar a los chalecos amarillos. Esto podría crearle un conflicto no solo con Bruselas, sino también con Roma, donde en Gobierno populista está pidiendo gastar como considere conveniente.
Las ambiones preelectorales de Macron de dar un aire nuevo al proyecto europeo a través de una revitalizada asociación con Berlín ya se han visto obstaculizadas por la relativa debilidad de la canciller alemana Angela Merkel tras sus decepcionantes resultados electorales del año pasado.
Meses antes de las elecciones al Parlamento Europeo, que se prevé supondrán grandes avances para las fuerzas nacionalistas y antiliberales del continente, lo último que necesita Europa es un Macron débil a la cabeza de una Francia caótica e insurrecta.