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“Felicidades, vuestro hijo es un mártir”

Miembros de ISIS posan para un vídeo de reclutamiento.

The Guardian

Kate Konnoly - Berlín —

Saliha Ben Ali mira las fotos que guarda en su teléfono móvil y se detiene en una de su hijo, Sabri, cuando tenía tres años. El niño se sienta en el regazo de Santa Claus junto a otro pequeño, y Santa Claus los rodea con sus guantes blancos. Los dos muchachos miran fijamente hacia delante y parecen algo desconcertados. “Cuando lo pienso, eran los dos únicos niños que tenían miedo de Santa Claus”, recuerda Ben Ali: “Y ahora, los dos están muertos”.

Sabri murió en Siria cuando tenía 19 años, en algún momento entre agosto y diciembre de 2013, mientras combatía con el Estado Islámico. Un desconocido llamó al marido de Ben Ali para informarle de la muerte del chico. A ella todavía le perturba esa llamada de apenas 10 segundos, en la que el hombre simplemente afirmó: “Felicidades, vuestro hijo es un mártir”.

Bilal, el niño que se sentó en el regazo de Santa Claus junto a Sabri y que más tarde compartió pupitre con él en Bruselas, falleció en París el 13 de noviembre de 2015. Era el yihadista que hizo estallar una bomba cerca del Estadio de Francia durante la fatídica noche de la cadena de atentados en la capital francesa.

“Cuando Sabri hizo lo que hizo, me quedé atónita”, dice Ben Ali: “Antes de que se fuera, ya intuí que tramaba algo, que lo estaban manipulando, pero me sentí desamparada, nadie me ayudó. Cuando más tarde supe que Bilal había participado en los atentados de París, no daba crédito”.

La madre de Bilal, Fátima Hadfi, ha indicado que en las semanas anteriores al atentado suicida, su hijo de 20 años era como “una bomba de relojería”. Sin embargo, como Ben Ali, no sabía dónde podía ir para pedir ayuda. “Se enteró de lo que su hijo había hecho dos días después de los atentados, cuando vio su imagen reflejada en su pantalla de televisión”, explica Ben Ali.

La mujer tiene 44 años, la nacionalidad belga y es trabajadora social. “Y ni siquiera con un trabajo como este lo pude salvar”, lamenta. Ha viajado hasta Berlín para participar en un taller para familias; el primer paso para poder convertirse en asesora y ayudar a los familiares de otros chicos que se han radicalizado y que quieren recuperarlos.

“Recuperarlos, conseguir que hagan el camino inverso, que se desradicalicen, es una parte poco valorada de la lucha contra el terrorismo”, indica Daniel Köhler, el responsable de este curso y uno de los pocos expertos sobre esta cuestión en el mundo. Fundó y ahora dirige el Instituto Alemán sobre estudios de radicalización y desradicalización (GIRDS) en Berlín. “El asesoramiento familiar es una de las medidas más efectivas. Cuando intentas luchar contra las ideas radicales, nada es tan poderoso como los vínculos profundos y los sentimientos que se profesan los miembros de una familia. Ni siquiera los reclutadores yihadistas pueden arrancar estas raíces”.

A menudo, su innovador enfoque, basado en años de experiencia luchando contra el extremismo de la ultraderecha alemana, es percibido como un método suave. Köhler indica que a los políticos este método les gustará más o menos en función de los acontecimientos. Después de los atentados de Paris y Bruselas, que tuvieron una amplia repercusión, crecieron las críticas en contra de los programas de desradicalización y los gobiernos y los ciudadanos optaron por medidas más represivas. Köhler señala que no puede medir la efectividad de sus métodos pero que si algo sabe es que cada vez hay más familiares que piden este tipo de asesoramiento.

Recientemente ayudó a establecer un programa de asesoramiento en Holanda y le sorprendió el hecho de que empezaron a recibir solicitudes antes de que el programa empezara a funcionar. “Mientras estaban creando la red, el equipo ya estaba lidiando con casos muy relevantes que constituían un alto riesgo para la seguridad y no había tiempo que perder”, explica.

Köhler indica que su organización hace de puente entre las familias en una situación de riesgo y los trabajadores sociales, los profesores y las agencias de seguridad. La describe como “un agente neutral y confiable, al que la familia puede acudir en cualquier momento para que le proporcione herramientas para detectar la radicalización y le explique qué hacer, sin que tengan la sensación de que se están desempeñando el papel de informantes”. Puntualiza que cuando lidian con casos que pueden constituir un riesgo informa a las agencias de seguridad y que, de hecho, a menudo las familias le piden que lo haga. Sin embargo, cree que la prevención y una intervención temprana pueden desempeñar un papel clave en la lucha contra el terrorismo.

El seminario se llevó a cabo en un edificio prefabricado situado en el este de Berlín y Ben Ali compartió su experiencia con otras dos madres.

El hijo de Christianne Boudreau, Damian Clairmont, tenía 22 años cuando dejó su país natal, Canadá, y se fue a Siria para luchar con el Estado Islámico, a finales de 2012. En enero de 2014, Boudreau leyó en Twitter que su hijo había muerto.

Karolina Dam, una mujer de nacionalidad danesa que nació en Nueva Zelanda, perdió a su hijo Lucas el año pasado. El chico, de 18 años, murió en la localidad fronteriza de Kobani, en Siria, durante un bombardeo de las fuerzas de la coalición liderada por Estados Unidos. La mujer, que creó la organización Madres a favor de la Vida, una red de mujeres que han visto cómo sus hijos se unían a grupos yihadistas y perdían la vida en el campo de batalla, asesora a otras familias que intentan recuperar a sus jóvenes. Está convencida de que puede evitar que otros padres tengan que pasar por lo que ella ha pasado.

Aunque todos los casos tienen como elemento común un joven que quiere unirse a un grupo yihadista, Köhler subraya la importancia de que cada uno de ellos se estudie por separado. Indica que a lo largo de los años ha visto cómo los grupos repiten una pauta idéntica: intentan crear tensión entre el joven que quieren reclutar y su familia.

Como ejemplo pone el caso de una familia a la que ayudó. El hijo se había convertido al Islam y todo indicaba que se estaba radicalizando. Intentaba provocar a su familia y crear un conflicto. “Un día, el hijo llegó a casa y se encontró a su madre bebiendo una copa de vino y escuchando a Mozart. Convencido de que su madre estaba poniendo en riesgo sus posibilidades de entrar al paraíso, le dijo que se iba a quemar en el infierno”, señala Köhler.

El chico contó este incidente a los miembros de su grupo yihadista, que le dijeron que su madre era una infiel y nunca podría comprender su fe. “De pronto, la imagen de la madre bebiendo una copa de vino, en el contexto yihadista del bien contra el mal, se compara con el bombardeo de Irak por parte de Estados Unidos, y con el paso del tiempo el grupo logró que el chico se distanciara de su familia”.

A Ben Ali esta situación le resulta muy familiar. “Esto es exactamente lo que nos hicieron”, explica: “Hicieron valer el hecho de que yo soy chií para levantar un muro entre nosotros. Mi hijo me decía: Por favor mamá, no ores así. Yo le preguntaba: ¿Cómo? Y me contestaba: Como chií. La primera vez que me llamó desde Siria me dijo: Por favor mamá, no sigas siendo chií. No son buenos musulmanes. Le aseguré que encontraría la forma de entrar en el paraíso (Jannah), pero que seguiría siendo chií”.

Un imán de su comunidad

Köhler señala la importancia de que las familias busquen a un mediador que los pueda ayudar, como un imán de su comunidad. Sin embargo, en un momento muy conmovedor de la sesión, Ben Ali indica: “Es más fácil decirlo que hacerlo. En Bélgica, intenté encontrar a un imán que pudiera mediar entre nosotros y nuestro hijo pero lo único que me decían los imanes con los que hablé fue: ¿Qué te preocupa? Lo único que quiere tu hijo es ayudar a sus hermanos musulmanes. Todos deberíamos vivir el Islam como él”.

Confiesa que si entonces ella hubiera sabido lo que iba a pasar, habría encerrado a su hijo en una habitación para salvarle la vida.

Köhler reconoce que las posibilidades de recuperar a aquellos que han huido de sus países para unirse a grupos yihadistas de Siria o de otros países son escasas, tal vez “del 5%”. Así que la clave es impedir que se vayan. Recuerda largas conversaciones con madres y hermanas que lo llamaban para explicarle que su hijo o su hermano ya se encontraba en Siria y que el padre de la familia estaba hablando por Skype con él desde la habitación contigua: “Nuestro trabajo consiste en ayudarlos a que esta conversación no termine”. Köhler indica que cuanto más larga sea esta conversación familiar, más altas son las posibilidades de salvar a estos chicos.

La mayoría de las veces, Köhler trabaja sin cobrar y asesora por Internet, desde su estudio de Berlín; no tiene horario, trabaja de día y de noche. Tiene un presupuesto muy reducido y a menudo tiene que justificar la eficacia de sus métodos ante las agencias del Reino Unido y de Estados Unidos que le piden que los comparta con ellos.

“Es evidente que la clave de la lucha contra el terrorismo está en la familia y en el círculo de amigos”, señala. Cita unos estudios recientes que demuestran que tres de cada cuatro terroristas que planearon un atentado solos, habían compartido su plan con sus familias y amigos“.

Ben Ali no está segura de si podría haber salvado a su hijo, pero le gusta pensar que tal vez pueda impedir que otra familia se rompa. “Para mí, es muy importante”, reconoce, mientras contempla una foto en blanco y negro de ella con Sabri: “Si bien no soy tan inocente como para pensar que no vamos a perder a muchos otros chicos y chicas”.

Traducción de Emma Reverter

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