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The Guardian en español

Las redes de trata reclutan a las mujeres en las cárceles de Estados Unidos y las obligan a prostituirse

Captura de pantalla del documental The Trap / Youtube: The Guardian

Annie Kelly / Mei-Ling McNamara

Los traficantes sexuales están captando a mujeres que han sido encarceladas en centros penitenciarios de Estados Unidos para obligarlas a prostituirse una vez obtienen la libertad. Una investigación de The Guardian ha descubierto que estas redes utilizan las páginas web del Gobierno para obtener información de las presas, como las fotografías de la ficha policial, los cargos por las que se las procesó y fecha de puesta en libertad con el objetivo de identificar a sus víctimas potenciales mientras todavía están entre rejas.

Los proxenetas también utilizan a presos para que se ganen la amistad de las presas, que una vez salen de la cárcel pasan a integrar una red de tráfico de sexo en Estados Unidos que mueve unos 9.500 millones de dólares.

De la investigación también se desprende que en al menos cinco estados del país los traficantes utilizan el sistema de fianzas (para quedar en libertad) para llevar a cabo operaciones de tráfico sexual. Los proxenetas y los clientes localizan a las prisioneras que esperan tener fecha para un juicio a través de sus datos personales, como fotografías de fichas policiales personales o información de la fianza para quedar en libertad que aparece en Internet, o los que proporciona un empleado corrupto de una empresa de fianzas.

Los traficantes pagan la fianza de estas mujeres. Una vez quedan en libertad, les explican que si no se prostituyen, su libertad bajo fianza quedará sin efecto y tendrán que regresar a la cárcel.

En el transcurso de la investigación, The Guardian descubrió casos de mujeres que quedaron en libertad bajo fianza previo pago de los proxenetas o de sus clientes en los estados de Florida, Texas, Ohio, Carolina del Norte y Mississippi.

“Los proxenetas utilizan la fianza para controlarnos y retenernos ya que tenemos una deuda que saldar”, explica una superviviente de una red de trata de Tampa, Florida. Afirma que la obligaron a prostituirse para saldar la deuda y que la encerraron en una casa y la golpeaban si consideraban que no había ganado suficiente dinero. “Una vez intenté escapar y el proxeneta canceló mi fianza. Me encontró, me metió en un automóvil y me devolvió a la cárcel”, indica.

Diane Checchio, que trabajó en la oficina del fiscal del distrito de Orlando, Florida, afirma que las redes de trata explotan el sistema de fianzas de forma sistemática.

Tenían información sobre sus fianzas

Hasta el 80% de los casos de trafico sexual en los que trabajó Checchio en 2016 tenían que ver con personal que pasaba de forma ilegal a traficantes sexuales información sobre las fianzas que tenían que pagar mujeres contra las que se habían presentado cargos por prostitución.

“A veces las mujeres obtienen la libertad sin saber quién ha pagado la fianza o por qué, o en qué lío se están metiendo, y luego las coaccionan”, explica Checchio. “Salen de la cárcel y ya les está esperando alguien que les dice, pagué tu fianza y ahora estás en deuda conmigo. Las amenazan con cancelar la fianza si no hacen lo que se les ordena. Es algo que está pasando”.

Checchio afirma que las presas son un blanco idóneo para los traficantes: “Creo que es muy probable que esté pasando en todos los estados del país que tienen información personal de las presas en la red”.

Una vez identifican a una víctima potencial en una cárcel, los traficantes intentan tejer una relación a través de cartas, llamadas y la promesa de darles dinero y cobijo cuando salgan de la cárcel. Les mandan dinero a través de las cuentas bancarias de la institución penitenciaria, y con ello van alimentando una deuda que les servirá para coaccionar a las mujeres y obligarles a prostituirse cuando recuperen su libertad.

“Durante mi estancia en una cárcel de Ohio, me escribían proxenetas que había conocido en la calle y también tipos que no conocía e intentaban convencerme para que me fuera con ellos”, indica Amy Williams, que durante quince años cumplió condena en prisiones estatales y en cárceles de condado.

“Algunas de nosotras éramos plenamente conscientes de que nos estábamos metiendo en un problema pero teníamos la sensación de no tener otra opción, ya que igualmente nos estaban controlando y esperando. Algunas chicas que conocí no tenían ni idea de quién estaba pagando su fianza”.

La prostitución gestionada por proxenetas se considera una de las formas más brutales y generalizadas de trata humana en Estados Unidos. Las leyes del país y la legislación internacional consideran que una persona es víctima de trata cuando se la obliga a trabajar o a prostituirse por la fuerza o a través de engaño o intimidación.

Gran número de mujeres reclusas

En el transcurso de la investigación, The Guardian consiguió hablar con 20 supervivientes de tráfico sexual de once estados del país, así como con trabajadores de centros penitenciarios, traficantes sexuales que han sido condenados por este delito, policías, fiscales, abogados y trabajadores de centros penitenciarios que conocen la realidad de las cárceles. Todos corroboraron que los traficantes utilizan las prisiones como centros de reclutamiento.

El sistema de justicia penal de Estados Unidos es responsable de la supervisión de 1,2 millones de mujeres. En la actualidad las mujeres representan gran parte de la población penitenciaria, una proporción sin precedentes, y la cifra de mujeres presas es ocho veces mayor que en 1980.

Muchas de estas mujeres han terminado entre rejas por delitos no violentos; el 25% de estos delitos están relacionados con la droga. Muchas de las mujeres con las que ha hablado The Guardian han estado en la cárcel en varias ocasiones y a lo largo de los años los proxenetas han ido entrando y saliendo de sus vidas.

En una encuesta llevada a cabo por la Red Nacional de Supervivientes en 2017 y en la que participaron 130 supervivientes de trata, el 91% de las encuestadas explicó que no solo habían sido arrestadas por prostitución sino también por la tenencia y venta de drogas y muchos otros delitos.

Los depredadores buscan víctimas que se sientan aisladas o hayan vivido hechos traumáticos y es por este motivo que las cárceles son un medio ideal para salir a cazar. “Las presas no tienen dónde ir ni a nadie que les pueda ayudar una vez recuperen la libertad”, indica Nicole Bell, una superviviente de trata y fundadora de Living in Freedom Together (vivir juntos en libertad), una organización de Massachusetts que lucha contra la trata de personas.

“Ahora que ya saben cómo abusar del sistema, las instituciones penitenciarias se han convertido en peceras gigantes para los traficantes. Las mujeres que van a parar a la cárcel son vulnerables y todavía lo son más después de haber estado entre rejas”, afirma.

Los activistas que luchan contra las redes de trata indican que las instituciones penitenciarias deben redoblar los esfuerzos, priorizar la seguridad y la protección de los presos y concienciar a su personal para que entienda que este tipo de centros son un blanco idóneo para las redes de trata humana.

“Nuestros centros penitenciarios tienen la responsabilidad legal de proteger a las mujeres en custodia”, indica Marian Hatcher, una activista que coordina el programa contra la trata humana en la oficina del sheriff del condado de Cook, en Chicago. “Si las presas son reclutadas por los depredadores y el sistema no les ofrece otras posibilidades para que sepan qué hacer cuando salen de la cárcel, estamos fracasando sistemáticamente en nuestro deber de proteger a algunas de las mujeres más vulnerables del país”.

El Departamento de Justicia de Estados Unidos prefirió no hacer ningún comentario.

Traducido por Emma Reverter

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