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OBITUARIO

Victoria Amelina, una voz luminosa en la oscuridad: la escritora que documentaba crímenes de guerra y murió bajo las bombas rusas

La escritora ucraniana Victoria Amelina.

Icíar Gutiérrez

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“Sirenas antiaéreas en todo el país. / Es como si estuvieran sacando a todos / para la ejecución. / Pero solo una persona es el objetivo / por lo general, la que está cerca. / Esta vez no eres tú; todo despejado”. Victoria Amelina, escritora e investigadora ucraniana, compartía estos versos en junio del año pasado, cuando la invasión rusa de Ucrania se acercaba a su cuarto mes. Aquella vez, como rezaba su poema, no era ella.

Un año después, Amelina ha fallecido a los 37 años a causa de las graves heridas en la cabeza que sufrió tras el ataque ruso en la ciudad de Kramatorsk, al este de Ucrania, el pasado martes. La novelista, ensayista y poeta, conocida también por su activismo contra los crímenes de guerra, se encontraba en Ria Lounge, una pizzería del centro muy frecuentada por residentes locales, periodistas extranjeros y cooperantes, cuando impactó el misil ruso al anochecer. Estaba cenando con el escritor colombiano Héctor Abad, el excomisionado para la paz de la presidencia de Colombia Sergio Jaramillo y la periodista Catalina Gómez, que sobrevivieron con heridas leves.

Según contó Abad tras el bombardeo, acabaron allí porque era el restaurante preferido de Amelina en Kramatorsk, una ciudad que está cerca de la línea del frente y es un núcleo importante para la asistencia humanitaria y la logística militar. “El lugar estaba lleno de civiles ucranianos y de otras nacionalidades, como nosotros”, dijo el escritor colombiano en su perfil de Instagram.

Cuando se produjo el ataque, acababan de pedir unas pizzas y bromeaban “sobre la ley seca” que solo les permitía pedir cerveza sin alcohol, según el testimonio de Abad. La escritora ucraniana estaba probando su “cerveza cero” cuando dispararon el misil: “Yo caí al suelo como fulminado por un rayo. Todo empezó a moverse en cámara lenta. Cuando me levanté, Victoria estaba sentada, muy pálida, con los ojos cerrados, y perfectamente quieta. No se veía herida, pero tampoco reaccionaba. Al fin se la llevaron en una ambulancia”.

Desde aquel día, Amelina se debatía entre la vida y la muerte. Fue operada en un hospital local y de allí fue trasladada a un hospital de Dnipró, una ciudad mayor más al oeste, donde murió el sábado, según la rama de la organización cultural internacional PEN en Ucrania, que ha hecho público su fallecimiento. “Los médicos y sanitarios de Kramatorsk y Dnipró hicieron todo lo posible por salvarle la vida, pero las heridas eran mortales e incompatibles con la vida”, dice el comunicado, que precisa que sus allegados y amigos la acompañaron en los últimos días. Con ella, el número de víctimas mortales del ataque con misiles en Kramatorsk se eleva a 13, entre ellas varias menores, incluidas dos hermanas gemelas de 14 años, según confirmaron las autoridades locales. Cerca 60 personas resultaron heridas.

Una célebre figura literaria

Victoria Amelina nació en 1986 en Leópolis, al oeste de Ucrania, y pasó parte de su infancia en Canadá con su padre antes del volver al país, según el comunicado de PEN. Se formó como informática y trabajó en proyectos tecnológicos durante diez años, pero decidió dedicarse de lleno a la escritura, convirtiéndose en una de las figuras literarias jóvenes más célebres del país.

Es autora de varios libros infantiles y de dos novelas sobre la Ucrania contemporánea. La primera fue publicada en 2014, Syndrom Lystopadu [traducida al inglés como The November Syndrom (El síndrome de noviembre)]. Tres años después, vio la luz Dim dlya Doma, que ha sido traducida al español como Un hogar para Dom por la editorial Avizor. Está protagonizada por un perro, Dom, que cuenta la vivencia de una familia ruso-ucraniana inadaptada tras la caída de la Unión Soviética y recorre la historia del país en el siglo XX.

“Es una obra muy lúcida y reflexiva en torno a la realidad histórica ucraniana, un libro imprescindible para comprender los antecedentes de la actual guerra”, cuenta a elDiario.es Olga Amarís, doctora en Filosofía y traductora, que participó en la presentación de la novela hace solo unos días, el 14 de junio, en el Ateneo de Madrid. “Repasa la realidad ucraniana con una mirada lúcida, irónica y sin dogmatismos, además de ser un texto de gran calidad literaria”, explica.

Amelina también empezó a escribir poesía. “Como dicen los poetas consagrados en Ucrania, son poemas muy buenos”, asegura el escritor y filósofo Volodímir Yermolenko, presidente de PEN Ucrania, con quien la autora participó en encuentros de música y poesía. Ella recitaba sus versos y él la acompañaba al piano. Ambos se conocían desde hace tres años, pero la invasión rusa los terminó de unir. Ambos visitaban mucho a la línea del frente y en varias ocasiones viajaron juntos a zonas de primera línea en un monovolumen, recuerda el escritor.

La presencia de Amelina, que vivió una temporada en Estados Unidos, era común en festivales literarios tanto en Ucrania como en el extranjero. En abril, estuvo en la Feria del Libro de Londres, donde participó en varios debates sobre Ucrania, su cultura y el papel de las mujeres. En septiembre iba a empezar una residencia de un año en París, en un programa de la Universidad de Columbia.

Su obra le granjeó varios reconocimientos. En 2021, ganó el Premio Literario Joseph Conrad, concedido por el Instituto Polaco de Kiev. “Espero que el jurado tampoco se haya equivocado”, bromeó la autora al recibir el galardón. También fue finalista del Premio de Literatura de la Unión Europea (2019) y del Premio Ciudad de Literatura de la Unesco de Leópolis (2018). Sus poemas, prosa y ensayos han sido traducidos a varios idiomas. Escribía tanto en ucraniano como en inglés.

La escritora también puso en marcha iniciativas culturales, entre ellas el festival de literatura en Niu York, conocida como New York, una localidad situada en Donetsk, muy cerca del territorio actualmente ocupado por Rusia al este del país. “Cuando fundé el Festival de Literatura de New York en un pequeño pueblo llamado New York, en el Donbás, estaba, por supuesto, siendo irónica. Al fin y al cabo, la ironía es lo que hace grande a la literatura. La autoironía hizo del pueblo de New York un lugar fantástico. Los rusos no tienen autoironía. Son tan serios consigo mismos”, tuiteó recientemente. “Pero los ucranianos sobrevivirán, reirán y harán festivales de literatura, no guerras, en todos los New York posibles. Lo prometo”, sostuvo.

El centro cultural que funcionaba como sede fue destruido en mayo, algo que supuso un “gran trauma” para ella, según Yermolenko: “A ella le encantaba esta pequeña ciudad del este de Ucrania”.

Investigando crímenes de guerra

Poco después del inicio de la invasión a gran escala de Vladímir Putin en febrero de 2022, comenzó a trabajar como voluntaria en almacenes de ayuda humanitaria en Leópolis y acogió a personas que habían huido de las regiones afectadas por la guerra. Fue entonces cuando expandió su trabajo mucho más allá de la literatura: tomó la decisión de formarse para convertirse en investigadora de crímenes de guerra y se puso en contacto con la organización Truth Hounds, un equipo de especialistas en derechos humanos que ha estado recopilando pruebas y ha registrado miles de incidentes.

Para ella, según explicó en entrevistas, el derecho y la literatura se parecen porque colocan, o deberían colocar, a los seres humanos en el centro. Un breve recorrido por sus redes sociales da cuenta de esta dualidad: una imagen de ella fotografiando un edificio destruido y una foto recitando poesía en Kiev; un fragmento de un discurso del presidente Volodímir Zelenski y un vídeo de la orquesta de Mariúpol; fotos de flores en Jersón y el abrazo de Héctor Abad con una bibliotecaria ucraniana, un mensaje de condena de un bombardeo en Leópolis, un pésame por un fallecido en la guerra.

“Victoria era bastante plástica. Siempre estaba en movimiento, tanto física como geográfica y mentalmente. Probaba nuevas identidades, por así decirlo”, asegura Yermolenko. 

Amelina trabajó con niños en territorios de primera línea y estuvo documentando historias personales y crímenes de guerra rusos en territorios desocupados del este, sur y norte de Ucrania. En particular cerca de Izium, recuperada por el Ejército ucraniano en septiembre, donde encontró un diario del escritor ucraniano Volodímir Vakulenko, secuestrado por las fuerzas rusas. Su cuerpo fue encontrado en una de las fosas comunes en el bosque cerca de Izium. El escritor de libros infantiles había enterrado su diario de guerra cerca de un cerezo en el jardín antes de que los rusos fueran a buscarlo y había pedido a su padre que lo recuperara si las tropas liberaban la localidad.

“Sigo diciéndome a mí misma que la historia de Volodímir no tiene nada que ver conmigo; pero sí que tiene que ver”, dijo la escritora en Twitter. El diario ha sido publicado ahora en forma de libro. Fue presentado a finales de junio en un festival literario de Kiev.

“Mientras se lea a un escritor, está vivo”, asegura Amelina en el prólogo.

Durante la invasión, la escritora manifestó su preocupación acerca de que el Ejército ruso tuviera como objetivo a artistas y escritores ucranianos y “ejecutara” la cultura del país. “Antes de la invasión, no dejaba de pensar en el 'Renacimiento ejecutado' de Ucrania. En la década de 1930, el régimen soviético-ruso asesinó a la mayoría de los escritores e intelectuales ucranianos”, escribió en un artículo en abril del año pasado. “Ahora existe la amenaza real de que los rusos ejecuten con éxito a otra generación de la cultura ucraniana, esta vez con misiles y bombas. Para mí, significaría que matarían a la mayoría de mis amigos”, dijo.

Yermolenko destaca que la escritora murió el día del cumpleaños de Vakulenko: “No lo conocía, pero dedicó mucho tiempo a su historia, a su legado, porque encontró este diario”.

En todo este tiempo, Amelina también estuvo trabajando en un libro de no ficción en inglés que describe sus experiencias titulado War & Justice Diary: Looking at Women Looking at War (Diario de Guerra y Justicia: Mirando a las mujeres que miran la guerra), donde recopila historias de mujeres ucranianas que documentan los crímenes de guerra rusos y sus vidas durante la guerra, en su mayoría amigas suyas. Según PEN Ucrania, se publicará pronto en el extranjero.

“Ahora, Victoria se ha convertido en víctima de un crimen de guerra”, ha dicho la organización cultural junto a Truth Hounds, en referencia al bombardeo ruso de la pizzería de Kramatorsk. “El análisis de la destrucción y las pruebas aportadas por testigos demuestran que los rusos utilizaron un misil Iskander de alta precisión. Sabían claramente que estaban bombardeando un lugar con muchos civiles dentro”, indica el comunicado.

“Una mujer excepcional”

Tras conocerse la noticia de su fallecimiento, muchos amigos, periodistas y escritores han rendido homenaje a Amelina, compartiendo en redes sociales vídeos de ella recitando poesía, recuerdos personales y fotografías suyas trabajando sobre el terreno.

“Victoria era miembro de nuestra comunidad ucraniana de Harvard cuando pasó un año en la zona de Boston antes del comienzo de la guerra total. En la guerra documentó los crímenes de guerra rusos. Su muerte es uno de esos crímenes. Su trabajo continuará. Los criminales serán castigados”, ha tuiteado Serhii Plokhy, profesor y director del Instituto Ucraniano de Investigación de la Universidad de Harvard.

El periodista Christopher Miller, que lleva años en Ucrania y trabaja en el Financial Times, ha contado que había quedado con ella para almorzar este fin de semana y hablar sobre libros y la guerra: “Que su obra sea recordada y leída”.

Los que la conocían la han recordado como una persona valiente y talentosa, con una prometedora carrera por delante. “Era muy activa y muy solidaria, tenía muchos amigos”, sostiene Yermolenko. El célebre escritor ucraniano Andréi Kurkov, autor de Muerte con pingüino, ha destacado en un artículo de The Guardian su sentido del humor y su amabilidad, “su increíble energía y su eterna sonrisa que brillaba incluso en los momentos más difíciles”. La escritora deja a un hijo de 11 años.

“Victoria Amelina fue una mujer excepcional. Su excepcionalidad consiste en haber decidido, de forma muy consciente, permanecer en un país en guerra para rescatar testimonios de voces que, sin la suya, se perderían para siempre”, cuenta Amarís a elDiario.es. “Fue una mujer luminosa en tiempos de oscuridad. Ante la adversidad, no huyó de la circunstancia, sino que se sumergió de lleno en ella, entendiendo que una vida sin libertad no es vida. Y que la libertad del individuo no se entiende sin la libertad de la comunidad en la que vive”.

La filósofa, que estuvo en contacto recientemente con ella por correo electrónico, remarca que con Amelina “han muerto todos los libros que estaban llamados a ser escritos”: “Ellos, los libros, y ella, han sido víctimas de esos crímenes contra civiles y de esa destrucción del legado cultural llevado a cabo por las tropas rusas que ella, con tanto cuidado, iba recopilando para que no cayeran en el olvido. Es nuestra obligación, como ciudadanos de esta parte del mundo que se considera en paz, que retomemos este asesinato, este brutal atentado contra la humanidad y contra la cultura para que no caiga en el silencio”.

En uno de esos correos que se intercambiaron antes de la presentación de su libro en España, Amelina le mandó un poema. Según explica Amarís, lo eligió porque condesaba bien todo lo que estaba viviendo en la última época: “En esta ciudad extraña solo las mujeres son testigo (...) / Voy con ellas, conozco a todos en esta ciudad./ Y sus muertos son mis muertos / y sus vivos, mis hermanos. / Diez mencionan a un hombre que sobrevivió/ también fue apresado / testificará contra los asesinos./ Llamo a su puerta / sale su vecino / a hablar por él:/ Es solo apariencia que sobrevivió/ ¡Ve!, pregúntale a las mujeres”.

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