No importa a qué se juega, sino cuánto se juega
Una y mil veces hemos oído la cantinela de que los videojuegos tienen efectos negativos en los jugadores, especialmente los más jóvenes. Los que lo repiten aseguran que, además, los juegos de acción o con altas dosis de violencia son los que provocan un mayor desequilibrio o efectos negativos.
Esa idea podría empezar a cambiar, gracias a un estudio realizado por la Universidad de Oxford, en el que han examinado el comportamiento de varios niños de Reino Unido. Sus conclusiones son bastante reveladoras, ya que al parecer el tipo de juego no es tan importante como las horas que los menores pasan delante de la pantalla.
Según el estudio, los niños que pasan más de tres horas diarias jugando son más propensos a sufrir hiperactividad y a verse envueltos en peleas, en contraposición con los que juegan menos tiempo. Además, los investigadores aseguran que no han encontrado vínculo alguno entre los videojuegos violentos y las agresiones en la vida real. Es más, aseguran que los juegos violentos no parecen tener un impacto real en la trayectoria académica.
Por otro lado, aquellos niños que juegan en cooperativo o con otros niños experimentan menos problemas emocionales en la vida real, así como en las relaciones con sus compañeros.
“Estos resultados demuestran que jugar videojuegos puede ser otro estilo de juego que comprometa a los niños con la era digital” ha explicado la co-autora del proyecto, Allison Mishkin. “
El estudio reitera la advertencia de la Academia Americana de Pediatras, que aconsejan fervientemente que los padres vigilen el número de horas que sus hijos pasan con los videojuegos.