Cuarenta años de hallazgos de dinosaurios en un pueblo de La Rioja de 600 habitantes volcados con la paleontología
Ya han pasado cuarenta años desde que se encontraron los primeros restos óseos de dinosaurio en el municipio riojano de Igea. El hallazgo anterior de huellas, las conocidas icnitas, en la zona y la aparición de otros restos óseos en la Península Ibérica ya había despertado un interés que impulsó las excavaciones. A lo largo de estos años, se han encontrado más individuos, se ha identificado un dinosaurio exclusivo de La Rioja, se ha puesto en marcha un centro de interpretación y un laboratorio muy bien dotado y se ha potenciado la paleontología desde las aulas del colegio hasta los agricultores que saben identificar un fósil. Todo ello en un pueblo de apenas 650 habitantes.
Aquella primera excavación en los años 80 en el yacimiento de 'Monte Quemado' fue como aficionados, impulsado por el profesor Ángel Gracia y miembros de la sociedad Aranzadi, después de haber encontrado pequeñas esquirlas y restos de dinosaurios de manera fortuita. “Así se organizó una campaña intentando replicar las técnicas y la metodología de una excavación paleontológica profesional y así poder catalogar todos los restos que aparecieron”, dice Adrián Páramo, el investigador de la Universidad de La Rioja del equipo Garras, dedicado a las excavaciones paleontológicas en la zona.
Los primeros restos de lo que más tarde se confirmó como un dinosaurio ornitópodo Hypsilophodon aparecieron en un campo de almendros, casi en superficie y sin necesidad de excavar mucho “porque era una zona muy fácil de erosionar en el Monte Quemado”, según explica Páramo. Eran los primeros restos de dinosaurios que se encontraron en La Rioja y el investigador de la UR los define como “una joya”: “Aunque era muy fragmentario, se encontraron bastantes restos y estaba bastante completo”. Para entonces, “no es que hubiera pocos hallazgos en España es que había pocos restos en el mundo”, por lo que esta zona de La Rioja Baja se colocaba como pionera y referencia de la paleontología.
Con esos inicios surge un grupo de personas interesadas, como Patxi Sáez-Benito, que es el germen del Grupo Garras, formalizado en 2018, y que cuenta con aficionados y en colaboración de investigadores de la Universidad del País Vasco y de la Cátedra de Paleontología de la Universidad de La Rioja. A lo largo de los años, se han realizado excavaciones en los cinco yacimientos que hay actualmente en el municipio de Igea y se hallaron los individuos Atenea y Goliat, que son dos herbívoros y una para de lo que se pensaba que era Baryonyx hasta que Erik Isasmendi en su tesis volvió a estudiar este esqueleto y descubrió que podía ser una forma exclusiva de La Rioja Riojaventatrix lacustris.
Un dinosaurio bautizado con nombre riojano que ha impulsado todavía más la paleontología en esta zona especial. “Estos sedimentos ligados a zonas de lago con cierta humedad son bastante propicios para el enterramiento y la conservación de restos osteológicos aparte de las icnitas y hemos localizado bastantes puntos donde afloran”, explica Adrián Páramo.
Así, el equipo Garras tiene por delante la identificación del individuo Virgen del Villar 2, que se encontró muy próximo al de Riojavenatrix y aún no saben si es otro individuo de la misma especie y trabajan con buenos resultados en el yacimiento de Las Cerradas. Por el aniversario, también han vuelto al yacimiento de Monte Quemado para reexcavarlo y han encontrado fragmentos que encajan con el ejemplar original, o sea que siguen incrementando la información de este primer dinosaurio hallado en La Rioja. “Así que sí, la zona promete”, dice con entusiasmo Páramo.
Pero si algo hace especial los yacimientos de Igea es cómo han sabido apreciar en el pueblo este patrimonio que tienen. En el centro de interpretación de los dinosaurios hay incluso un laboratorio, “que ya es difícil tenerlo con esa dotación en instituciones grandes”, puntualiza Páramo. Cuenta con tres profesionales Adrián Blázquez, Eva Marco y Diego Escanero, que son vecinos del pueblo, y desarrollan todo el trabajo para preparar los fósiles para exhibirlos.
Más allá del lado profesional, la paleontología siempre se ha potenciado mucho desde el colegio de Igea. “Desde el comienzo, había un interés particular, que no pasaba en otras zonas”, destaca Adrián Páramo, que pone en valor el museo escolar con fósiles, explicaciones e identificaciones y las unidades didácticas con las que trabajan. Para este paleontólogo, “el entusiasmo que le ponen los vecinos” es lo que hace especiales los yacimientos de Igea. “Lo que está detrás de que haya tantos hallazgos en una localidad es el esfuerzo y la constancia de todo el mundo, desde gente que no se lleva los fósiles a casa, sino que está atenta y avisa, hasta el hecho de que alguien tenga el ojo puesto y te comente 'esto es un fósil'”. Y eso se traduce en muchos avisos de dónde puede haber lugares con más restos, gente dispuesta a colaborar y un ojo paleontológico de los vecinos que hace que sean capaces de identificar “cositas delicadas o más difíciles de ver incluso para el ojo experto”.
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