Ser celiaco o cómo convertirse en un experto en leer la letra pequeña de las etiquetas

Ser celiaco o cómo convertirse en un experto en leer la letra pequeña de las etiquetas

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Si ser celiaco hoy en día no es tarea fácil, serlo hace casi 40 años, cuando nadie hablaba de comer sin gluten, fue, sin duda, todo un reto. Armando Rabanera lo sabe bien, fue el primer celiaco diagnosticado en La Rioja. Dedicado al mundo del espectáculo (dirige la compañía de circo Eia), segura que lleva una vida completamente normal, pero reconoce que su enfermedad le ha hecho más responsable y también más exigente con la comida.

Ser celiaco es una enfermedad que supone tener intolerancia al gluten, una proteína que se encuentra en cereales como el trigo y la cebada. Esto implica no poder comer pan, pasta, harinas, galletas y dulces, a no ser que se hayan elaborado sin esta sustancia. ¿Qué pasa si toma algo con gluten? En el caso de Armando, si comiera una sola miga de pan cada día, en mes y medio su cuerpo estaría “hecho polvo”.

Sus problemas con la alimentación comenzaron prácticamente desde que nació. “Con las primeras papillas, me empecé a desnutrir, tenía raquitismo en las extremidades, se me inflamaba el abdomen, vomitaba, tenía diarreas, no crecía, no engordaba...Mis padres se volvieron locos hasta que un médico me diagnosticó celiaquía”. La noticia fue un shock para la familia. Nunca habían oído hablar de la enfermedad y tuvieron que acudir a Navarra, donde sí estaban preparados para tratarle y existía una asociación de celiacos.

CAMBIAR LA ALIMENTACIÓN

Una vez conocido el diagnostico, llegó la segunda parte: aprender a convivir con esta patología. Su alimentación tenía que cambiar por completo. Hoy en día, es fácil encontrar alimentos sin gluten en cualquier supermercado, pero en aquel momento, ni siquiera había tantas herboristerías como ahora con este tipo de productos específicos.

Eso llevó a Armando a tener que acostumbrarse, desde muy pequeño, a ser muy responsable. Y es que sus padres podían controlar lo que comía en casa, pero fuera era más difícil, con lo que había que prestar especial atención a los cumpleaños o a cualquier tipo de evento. “Me educaron para decir que no si me ofrecían comida. Cuando iba a un cumpleaños, merendaba antes para luego no tener hambre y también informaba a los otros padres de lo que podía o no podía comer”.

Pero no todo fue negativo. De hecho, Armando le debe a la celiaquía su afición a cocinar. “Me inculcaron desde niño la pasión por la cocina. Yo ahora detecto si una salsa está hecha con harina o no”.

Además, tiene que estar más pendiente de lo que le sirven en un restaurante, para asegurarse que no lleva gluten. “Hoy ya se sabe más de esta enfermedad, pero hace años los camareros te miraban raro. He llegado a entrar en la cocina y explicarles lo que puedo comer”. Lo que, por otro lado, le ha hecho más sociable. “Siempre he tenido que hablar mucho para explicar lo que me pasaba y aprender a saber cómo tratar a la gente y con quién tener mano izquierda”.

EL LUJO DE SER CELIACO

Eso sí, ser celiaco no es barato. La cantidad de productos es menor y los precios son más elevados que el resto, hasta el punto de que la lista de la compra puede llegar a ser hasta un 265% más cara que una normal. Esta es una reivindicación de los colectivos de celiacos: lograr que el Gobierno financie estos productos o les conceda ayudas para hacer más llevadero el desembolso de dinero que supone llevar una dieta sin gluten. Y es que esta dieta es, además, el único tratamiento para una enfermedad que no tiene cura.

Lo cierto es que ser celiaco hoy en día no tiene nada que ver con el desafío que suponía hace años. Y más desde que se ha puesto de moda comer sin gluten. “El gluten es una de las proteínas más pesadas que existen, lo que ha llevado a mucha gente a eliminarla de su dieta, para lograr digestiones menos pesadas. Ahora todos los supermercados se han puesto las pilas, yo estoy encantado”.

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