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Los madrugadores del voto por correo en Madrid: mayores irritados, dudas y teorías de la conspiración

Un hombre acude a una oficina de Correos en Madrid.

Víctor Honorato / Miriam Frígols

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María Dulce Garay, de 89 años, sale contrariada de la oficina de correos de la calle Claudio Coello de Madrid, en el barrio de Castellana, no muy lejos del lugar donde explotó la bomba que mató a Carrero Blanco en 1973, cuando ella ya vivía por la zona. La señora Garay lleva el impreso de solicitud del voto por correo doblado como un acordeón en una mano, tira de un cesto con ruedas con la otra. “Me han dicho que el director [de Correos, Juan Manuel Serrano] es íntimo amigo [del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez]”, explica, y señala que no se fía de que alguien no se las pueda ingeniar para manipular el sufragio a distancia. 

La idea de que el voto por correo se pueda adulterar alegremente por una conspiración del PSOE y otras teorías subterráneas emergen en más de una ocasión este jueves en los barrios nobles de Madrid, en boca, mayoritariamente, de ciudadanos de edad respetable molestos porque Pedro Sánchez haya decidido llamar a las urnas el 23 de julio. En Vallehermoso, en Chamberí, se pregunta Milagros, que supera ampliamente la edad de jubilación, si lo de hacer coincidir las elecciones con el calor estival “está dentro de la Constitución”, si es posible que “Europa” lo permita. Coincide Wenceslao, de 84 años, recién pedido el voto en la oficina de correos de la calle Guzmán el Bueno. “[Sánchez] está enrabietado. Quiere ganar”, interpreta. Votar en pleno verano “perjudica a las clases medias y las más altas”, abunda, porque están de vacaciones.

Una “vergüenza”, o bien un “fraude”, opinan varios vecinos de andares pausados sobre el adelanto electoral. Una mujer que hace ademán de marcharse porque no se aclara, en la oficina de la calle Orense –no muy lejos del Ministerio de Defensa–, sobre si se puede presentar la solicitud antes de que estén proclamadas las candidaturas, dispara: “Es una cabronada que nos haga venir esta gentuza cuando estamos todos de vacaciones”. 

A medida que desciende la edad se reduce también la acritud de los votantes concienciados que piden la documentación en esta primera semana, cuando todavía hay casi un mes y medio de margen para hacerlo, pues el plazo vence el 13 de julio. Bromea en el barrio de Salamanca Jorge González, de 60 años, sonriente: “Lo primero es cumplir. Si hay que venir de Gandía con el coche, aprovechas y ves cómo está la casa, no le veo ningún problema”.

Los barrios obreros, entre la crítica y la comprensión

En una oficina del barrio de Las Águilas, en el distrito de Latina, al suroeste de la capital, aparecen Gloria y Andrés, comprensivos. “Cuando hay voluntad y ganas se vota donde sea, a nosotros no nos cuesta ningún trabajo en absoluto. Adelantando las elecciones ha evitado que lo insulten tanto”, dicen del presidente. En la de Aluche comparece Mari Paz, que vendría a votar presencialmente, pues veranea no muy lejos de Madrid, si no fuese por el coste. “La gasolina no está barata como para venir”, señala. Los testimonios críticos con la fecha elegida se repiten también en Carabanchel. “En septiembre u octubre [sería] mejor. Qué más le daba aguantar un poco más; además los niños ya están en el cole”, razona Carmen.

En Usera, Tomás, que ha tenido que rellenar el formulario tres veces porque en el primero no puso la fecha completa y en el segundo se olvidó de escribir en mayúsculas, cree que “se nota que [la fecha] la han puesto un poco con maldad”.

El plazo se reduce para los turistas en el extranjero

Raúl Mendoza, de 36 años, tiene un problema de plazos: viaja a Italia y no volverá hasta justo después de las elecciones. Su único recurso es inscribirse en un consulado italiano como residente temporal, pero la ley limita el plazo a 25 días tras la convocatoria, por lo que solo tendrá hasta el 24 de junio para hacerlo y no le da tiempo. “No tienes forma de resolverlo, es frustrante”, lamenta.

“Feijóo también convocó en verano hace un par de años, pero la gente se olvida”, dice un hombre a las puertas de una oficina en Chamberí. En Galicia hubo, efectivamente, elecciones autonómicas en julio de 2020, tras retrasarse los comicios por el confinamiento del COVID. También le habían llovido críticas a Manuel Fraga Iribarne en 2005, cuando mandó a los universitarios a votar en plena temporada de exámenes de fin de curso, sin pretextos víricos en aquella ocasión. Fueron sus últimas elecciones.

Votar para “parar de dar la matraca”

En Vallecas, Severiana explica que se va de veraneo la semana que viene a Guardamar (Alicante) y no volverá hasta octubre, pero no se enfada por tener que votar por correo. “No había otra fecha, yo creo que tenía que ser sí o sí porque no iban a parar de dar la matraca”. El procedimiento “no es complicado” y ella votará convencida, en una de las pocas manifestaciones de satisfacción que se recopilan a lo largo de la mañana: “A mí me han subido la pensión 100 euros, mira si estoy contenta”.

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