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Noventa días, toda la navidad y ahora la ola de frío sin luz en la “locomotora de España”

Una mujer camina por el sector 6 de la Cañada Real bajo la nieve / OLMO CALVO

Víctor Honorato / Olmo Calvo

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La Puerta del Sol tuvo encendidas las luces de navidad un total de 46 días, desde el 26 de noviembre hasta el día de Reyes. A poco más de 15 kilómetros, los sectores cinco y seis de la Cañada Real, donde viven 800 familias, cumplen tres meses sin electricidad. 90 días, unas navidades enteras y ahora la ola de nieve. Las Administraciones y la compañía eléctrica Naturgy llevan desde entonces encogiéndose de hombros y pasándose la pelota de las responsabilidades. Solo con las imágenes del temporal de frío que anticipa temperaturas de 10 bajo cero para las próximas noches han surgido algunas tímidas reacciones: el Gobierno municipal que preside José Luis Martínez-Almeida prometió este jueves que habilitará una antigua fábrica y un polideportivo para que las familias puedan dormir calientes. Un parche que los residentes en este poblado, uno de los mayores asentamientos de Europa, rechazan de plano.

“No sé si se han olvidado de que estamos en pandemia”, dice Loubna, mediadora social intercultural, con tres hijos a cargo.

Los campos nevados ofrecieron por una vez algo de diversión a la chavalería -volaron las bolas de nieve, mientras hubo luz- y no enfriaron del todo el tesón de sus mayores que volvieron a protestar el primer día después de navidad para que se restablezca de una vez el suministro eléctrico. La policía cortó los accesos y algunos vecinos, como Loubna, tuvieron que dar un rodeo para llegar a casa. El trasiego de generadores y bombonas de butano, que es el pan nuestro de cada día, aquí desde octubre se hizo algo más pesado entre la nieve. “La gente se está manifestando. Es normal, llevamos más de tres meses sin luz” cuenta la mujer, harta de que “nadie” quiera solucionar el problema.

“Nosotros optábamos por generadores con gasolina, pero no los podemos tener encendidos todo el día, no podemos. Lo encendíamos por la tarde noche, para los niños, y después que cada uno se meta con sus tres mantas en la cama. Lo que pasa ahora es que hay que encender de día también, porque al estar nublado apenas hay luz en casa”, lamenta ella.

El Gobierno de Almeida, anunció este jueves en un comunicado que pese a no ser “el principal competente”, ha decidido “crear un Plan de Choque temporal ante la bajada de temperaturas y las nevadas que se alargarán los próximos días”. Traducido: ha llevado un generador al edificio de la antigua fábrica de muebles, donde Cáritas montó una escuela, para que duerman allí 600 personas, más otras 100 en el polideportivo Cerro Almodóvar. Pero el miedo a posibles contagios por la COVID-19 no anima a aceptar el traslado. Tampoco el sentido de la dignidad y un cierto miedo a que los realojos impliquen no volver a la Cañada ni encontrar una alternativa a medio plazo. “A las personas que viven en el sector seis les corresponde una vivienda de alquiler social. Nosotros no tenemos chabolas, no vivimos en la calle, tenemos casas de ladrillo. […] Somos todos personas con derechos”, protesta Loubna: “Lo que hace falta es que nos devuelvan la luz, como ha sido desde siempre. Que nos pongan contadores y nosotros pagaremos nuestras facturas”. La vecina asegura que las heladas de los últimos días ha llevado a dos niños pequeños al hospital, y que un hombre de 70 años falleció la semana pasada “entre el frío y la angustia”.

Los políticos que ahora se sacuden las responsabilidades firmaron no hace mucho un acuerdo. El Pacto sobre la Cañada Real, suscrito en 2017 involucraba a la Comunidad de Madrid, que preside Isabel Díaz Ayuso (del PP), a la delegación del Gobierno en la región que preside el socialista José Manuel Franco, al ayuntamientos de Madrid, liderado por Martínez-Almeida, y a los de Coslada (PSOE) y Rivas (Izquierda Unida), por los que discurre la histórica vía pecuaria sobre la que se fueron construyendo progresivamente los asentamientos, para rehabilitar la infraestructura eléctrica, una obra que no acaba de ejecutarse.

Solo la estampa de los suelos blancos y la previsión de que las temperaturas caigan a 10 grados bajo cero durante el fin de semana ha hecho reaccionar a los políticos. El portavoz socialista en la Asamblea de Madrid, Ángel Gabilondo, amenazó con denunciar el acuerdo ante la “insostenible” situación, según recoge Europa Press. El Ayuntamiento, que, junto a la Comunidad, consideraba hasta ahora la cuestión un problema policial por el exceso de consumo vinculado a plantaciones de marihuana, anuncia ahora este “plan de choque temporal” con realojos, con participación de policía, urgencias sanitarias, bomberos y Cruz Roja. Por su parte, la vicepresidencia segunda del gobierno, que dirige Pablo Iglesias, ha instado a la Comunidad de Madrid a que solicite a la Unidad Militar de Emergencias que instale generadores para las viviendas sin luz.

La compañía eléctrica, Naturgy, insiste en que no es responsable de los cortes y fía las soluciones a una nueva “reunión urgente” con las administraciones, a las que ahora ha escrito una carta. Niega que haya cortado el suministro y lo atribuye a sobrecargas de la red, no a la instalación de limitadores, como sospechan los vecinos. Lo dice en una carta el presidente de la eléctrica, Francisco Reynés, ha mandado a las administraciones involucradas. Habla de buscar una reunión “de carácter urgente”.

Nadie en la zona niega que hay problemas de droga y plantaciones en algunas casas que consumen la energía que las familias necesitan para vivir, pero piden que no paguen justos por pecadores. Y dentro de los justos, más que nadie, los niños que llevan tres meses viendo cómo los días mueren a las seis de la tarde. La presidenta del Gobierno de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, reprochó a la oposición hace unas semanas su preocupación por los vecinos que tienen Porsche pero no pagan la luz, dando a entender que todos los que sufren las consecuencias del apagón son narcotraficantes.

Los argumentos de las administraciones suenan muy lejanos en el poblado. A Nordin, por ejemplo, albañil con cinco personas a cargo, entre ellos dos niños de 8 y 10 años. Dice que ni su familia ni ninguno de mis conocidos dejará sus casas. Contesta al teléfono pasadas las 21.00, cuando acaba de encender el generador y se oyen las risas de los niños, que le interrumpen al hablar. “Es una alegría, empiezan a jugar”. Pero solo lo puede poner unas cuatro horas cada jornada. “El sueldo no me da”. Y hace números: “20-30 euros al día de gasolina es mucho. Cuatro horitas son cinco o seis euros. ¿Cuánto es un suelo de un albañil? ¿40-50 euros como mucho? Tenemos que contactar con la familia. Está el Whatsapp y el wifi. Estamos pagando el wifi y solamente aprovechamos tres horas, aunque pagamos el mes entero”. Cuando acaba de echar cuentas, se pregunta: “¿Crees que la gente va a dejar su casa y va a dormir ahí arriba [a la 'fábrica']? ¿Te crees que eso es normal?”.

Los termómetros empiezan a caer por debajo del cero en un asentamiento que agrupa a 4.500 personas. Sin luz. En la Comunidad que sus gobernantes llaman en sus discursos “locomotora de España”.

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