Cuando en Malasaña se segaba el heno: el 2 de Mayo y la casaca de Velarde
Se defendieron con lo que tenían: tijeras de pescado o de coser, piedras, hoces de segar… porque por aquel entonces, en Madrid también había campos de heno. Les llamaban gabachos y mosius y habían llegado aquí camino de Portugal y, para no provocarles, nuestros militares habían sido desarmados y los franceses, en cambio, patrullaban nuestras calles bien pertrechados. Una constante provocación. El rey huido y el pueblo abandonado a su suerte.
El 2 de mayo de 1808 la gente al fin se hartó y la lucha continuó en el corazón de nuestro barrio de Maravillas/Malasaña, en la actual Plaza del Dos de Mayo: alrededor del cuartel de Monteleón. Entre tiros, macetazos y degüellos a navaja, los capitanes Luis Daoíz y Pedro Velarde luchaban junto a los vecinos. Desde que oyó las refriegas, María Beano, viuda y madre de cuatro hijos se echó a la calle camino del cuartel y por más que los vecinos intentaron disuadirla, siguió terca su camino. En una de las calles, una bala perdida la mató, atrás quedaron los cuatro huérfanos al cargo de la criada que le ayudaba en casa.
El capitán Velarde, 28 años, vestido con la misma casaca verde que cada día lucía contento al pasar debajo de su balcón: vistazo a lo alto, saludo y sonrisas mientras ella regaba las plantas; nunca supo que su amante abandonó hijos y hogar para saber de él. Muerto, al igual que ella, a tiros por los franceses, fue desnudado y arrojado al montón de cadáveres sin miramientos por su rango y condición.
Aquella casaca espléndida que se quitaría cada tarde al volver del cuartel y entrar alegre a la casa de María, fue milagrosamente recuperada y guardada por una sobrina del capitán casada tiempo después con un antepasado de los Botín. La familia conservó con celo la prenda, la restauró y guardó hasta que la cedió al Ayuntamiento de Camargo (Cantabria) en donde, hoy en día, cualquier visitante puede contemplarla, preservada en una urna.
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