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Preguntas y respuesta con historia. Por Carpetania Madrid

Recordando con 'Morriña' a la Pardo Bazán malasañera

Emilia Pardo Bazán

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Parece que el 2021 ha entrado fuerte en cuanto a múltiples adversidades, pero hay algo que entra con más fuerza y protagonismo en este nuevo año y que nos hace poner la mirada en un presente más afable: el recuerdo de doña Emilia Pardo Bazán con motivo del centenario de su muerte el 12 de mayo 1921.

Las presentaciones sobran, pero por si alguna persona anda un poco despistada, bastará decir que la condesa fue, y sigue siendo, uno de los grandes referentes de la literatura en nuestro país. Mujer carismática, inteligente, tenaz, elocuente, perseverante y gallega.

Una gallega que pasaba sus inviernos desde bien joven en Madrid, hasta que convirtió esta ciudad en residencia habitual, pasando la mitad de su vida -viajes aparte- en ella.

Fue precisamente lo que hoy sería Malasaña el barrio que acogió en la capital a esta maestra de la literatura. No sólo por vivir en él, sino también por ser una de las docentes con mayor prestigio de la Universidad Central, sita en la misma calle donde vivió: San Bernardo. No fue poco el temple con el que doña Emilia tuvo que aguantar al inicio las críticas de otros colegas de la universidad y de los mismos estudiantes a los que se les hacía un mundo el que una mujer pudiera enseñarles sus conocimientos. Cuestión de autoestima… y de los tiempos. 

De su paso por el barrio, hoy día nos queda también el reflejo de situaciones y personajes en buena parte de su obra, así como una placa en el número 35 de la calle de San Bernardo que rememora su estancia en este domicilio:

“En esta casa vivió de 1890 a 1915 y escribió parte de su obra EMILIA PARDO BAZÁN y en sus salones recibió a grandes personalidades de su época.”

Aunque lo cierto es que, antes de ser el 35, fue el 37, y mucho antes, el primero de la Calle “Ancha” de San Bernardo, como así se le llamaba cuando doña Emilia vivía en ella. 

Como vecina que fue, dibujó en sus obras la vida del barrio, sus lugares y sus moradores. En estas calles confluyeron para doña Emilia la realidad y la ficción: su vida sentimental y profesional con la de sus personajes.

Así, vemos por ejemplo cómo transcurre el día a día de doña Aurora y de su hijo, don Rogelio, protagonistas de Morriña, en su casa de la calle San Bernardo, pues ya en el arranque de esta  novela nos presenta este lugar, centro a su vez, de las tertulias que organizaba la misma doña Aurora -algo que en la vida real hacía ella misma-: “Si el entresuelo que habitan en Madrid doña Aurora Nogueira de Pardiñas y su hijo único Rogelio no es ni de los menos obscuros ni de los más espaciosos, tiene en desquite la ventaja inestimable de encontrarse sito en la calle Ancha de San Bernardo, tan frontero a la Universidad Central, que, hablando en plata, aquello es vivir en la Universidad misma”. 

Si bien nos sitúa en dicha calle en la páginas iniciales de esta novela, también recrea su actividad diaria unos capítulos más hacia delante: “La calle enterita, tiendas, puestos ambulantes, criadas y vecindad, conocía a Rogelio; como suele decirse, todo el mundo le debía un cuarto. Éranle familiares los establecimientos, o, mejor dicho, humildes tenduchos de loza, ultramarinos, novedades, cordelería y periódicos, que se incrustan entre las viejas e imponentes casas solariegas de la calle Ancha, animada por la concurrencia de los estudiantes y por el ascenso y descenso de los tranvías”.

El resto de la novela, como sugerencia para pasar estas frías tardes de invierno, es una opción excelente para aquellos curiosos y curiosas que quieran conocer más la obra de doña Emilia. 

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