Las ovejas merinas toman el Centro por la XXII Fiesta de la Trashumancia

Como es de rigor, las ovejas merinas y el floklore más tradicional tomaron ayer domingo las calles de Madrid con motivo de la XXII Fiesta de la Trashumancia. Siguiendo la tradición, los pastores hicieron el pago simbólico de cien maravedíes al Ayuntamiento de Madrid que permiten el paso de 2.000 ovejas por donde discurría antiguamente la Cañada Real.

Ataviados con su indumentaria tradicional y cayado en mano, los mayorales hicieron entrega al concejal del Distrito de Centro, Jorge García Castaño, del “precio” por el tránsito del ganado (cincuenta maravedís por cada mil cabezas), según se estableció en la Concordia del 2 de marzo de 1418 entre los Hombres Buenos de la Mesta de los Pastores y los Procuradores del Consejo de la Villa de Madrid.

El pago, que también da derecho a pastar cuatro días en los alrededores, se efectuó en la Plaza de la Villa, y contó con la asistencia del secretario general de Agricultura y Alimentación, Carlos Cabanas, quien resaltó el papel de la trashumancia «como tradición ganadera y como actividad con una sólida base ecológica» que permite mantener y conservar los paisajes al mismo tiempo que perpetúa la existencia de especies ganaderas autóctonas.

Tras su parada en la Plaza de la Villa, el rebaño, procedente de Esparragosa de Lares (Badajoz) y de la zona de Riaño (León), subió por la Cuesta de la Vega, continuó su recorrido por la calle Mayor, llegó hasta la Puerta del Sol y  bajó por la calle de Alcalá hacia la calle Alfonso XII, para finalizar el recorrido en la Puerta de Alcalá.

Un atípico espectáculo que centenares de madrileños vivieron con gran expectación, agolpándose en las aceras y asomándose a los balcones para no perderse detalle del paso de los animales ni de las actuaciones de grupos que han amenizado la marcha con música de dulzainas y castañuelas, venidos de lugares como Hermandad de Campo de Suso (Cantabria), Astorga (León) y Fuentepelayo (Segovia).

Esta Fiesta, que se celebra cada año desde 1994, tiene como objetivo acercar la actividad ganadera trashumante a la población urbana de Madrid, para reivindicar la actividad ganadera, así como los bienes públicos generados con esta actividad.

Con ella se recupera una tradición de la Edad Media y se llama la atención sobre el impacto positivo del sector ganadero en la economía y en la biodiversidad, al mismo tiempo que se pone de manifiesto la importancia de los pastores en el desarrollo del medio rural y en la conservación de de la riqueza cultural y medioambiental.