Adiós a la música del bar Angie
Otro de los históricos de la calle San Vicente Ferrer está a punto de marcharse. El Angie, un pub de copas que lleva 25 años poniendo banda sonora a las noches de Malasaña, acaba de recibir la puntilla que le obligará al cierre: el Ayuntamiento le niega el permiso para poner cualquier tipo de música. A partir de este fin de semana, si lo hace, le puede caer una multa de hasta 600.000 euros.
“Solo me dejan tener una tele encendida, sin audio”, lamenta Julio Llorente, uno de los dos socios del local, en conversación con Somos Malasaña. Lo dice mientras recoge los altavoces con los que había puesto música los últimos fines de semana, hasta que hace unos días le llegó un ultimátum municipal en forma de notificación: o se atenía estrictamente a su licencia -de bar/cafetería-, o tendría que cerrar.
[Actualización: El Angie seguirá abierto y poniendo música: "Pelearemos en los tribunales"]
El caso del Angie es una historia de despropósitos en cuanto a la concesión de licencias se refiere. Desde el año 1993 funciona como bar de copas, modalidad que empezó a solicitar legalmente en 1997, cuando los cambios legislativos le obligaban a ello. Sin embargo, el Ayuntamiento le fue dando largas y, aunque admitió que el local tenía equipo de sonido y ya estaba dado de alta como bar, nunca le concedió esta licencia.
“Intentamos hacer las cosas por lo legal y mira”, recuerda con pena Julio mientras relata los nombres de los funcionarios con los que fue hablando y le fueron esquivando con triquiñuelas. Cansado, en su momento estuvo tentado de probar otras vías paralelas de concesión de licencias que sí que funcionaban entonces en el Consistorio. Pero el estallido de la Operación Guateque, la trama de corrupción municipal en los permisos que desbarató Gallardón, le hizo abandonar esta vía.
Julio es un ejemplo de hostelero de Malasaña de los de toda la vida: activista, preocupado por su barrio e implicado en cualquier actividad que dé vida a su calle, desde organizar las fiestas del barrio hasta manifestarse por causas justas. Tiene tan pocos problemas con sus vecinos que incluso le eligieron presidente de su comunidad. No le guardan queja ninguna: el local está insonorizado desde el año 1995, aunque legalmente no estaba obligado a ello.
Música o traspaso
Música o traspaso
Tanto Julio como su socio Daniel quemarán su último cartucho la semana que viene en la Agencia de Actividades del consistorio. Si no obtienen la esperanza de que podrán seguir pinchando en el Angie la música que les emociona, pondrán el negocio en traspaso. “Es una pena, porque así Malasaña sigue perdiendo personalidad, parece que quieren que solo abran franquicias del tipo Starbucks y Cafés y Tes”, lamenta.
Los dos socios, propietarios del inmueble que ocupa el Angie, saben que no les faltarán ofertas si tienen que anunciar finalmente el traspaso. En un barrio donde se pagan 800.000 euros por comprar un local como el suyo, vivir de las rentas es desde hace años una salida fácil. Pero Julio prefería seguir poniendo música en su local. Ahora, a sus 50 años, no se ve trabajando en otro negocio. “Ya veremos, pero esto tiene pinta de que se acaba”, dice resignado, con mirada agridulce, ante las puertas de su local, que dibujan un rostro morado al que -parece- le queda poco de vida.
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