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Botellón, gritos de “¡libertad!” y “¡ayusers aquí!”, fiesta y cargas policiales en Malasaña al final del estado de alarma

Tres imágenes del fin del toque de queda en las calles de Malasaña

Diego Casado

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La noche del 8 al 9 de mayo será recordada por muchos jóvenes como la primera en muchos meses que pudieron volver a salir hasta pasada la medianoche en Madrid. También se acordarán de ella los vecinos de barrios como Malasaña, donde los gritos, los golpes y los cánticos alcoholizados de sus visitantes les volvieron a sacar de la cama, también por primera vez en muchos meses.

Lo que se vivió en esta céntrica zona de Madrid coincidiendo con el fin del estado de alarma es difícil de explicar desde el punto de vista racional. Al igual que en fines de semanas anteriores, el cierre de los bares a las 23.00 horas provocó una acumulación de personas en las calles y plazas del barrio. Pero a diferencia de otras veces, esta no se disolvió sino que la concentración fue a más: a medianoche acababa el toque de queda -la Comunidad de Madrid no había pedido prórroga- y la policía no podría mandar a la gente a casa, como sí había ocurrido con los botellones precedentes.

Este era el ambiente, por ejemplo, en la calle Velarde, a unos pasos del Dos de Mayo:

El grito que más se repetía era el de “¡libertad!”, coincidiendo con el lema de la campaña con el que la presidenta Díaz Ayuso arrasó en la reelección del pasado martes. Los perfiles de los que allí estaban sin mascarillas, distancias de seguridad y bebiendo cerveza era variado: jóvenes en su mayoría y de aspecto pijo algunos, alternativos otros. Mientras, los lateros aprovechaban para hacer negocio después de meses de poco tránsito de noctámbulos buscando sus servicios.

El botellón se trasladó a la plaza del Dos de Mayo, después de que la Policía Municipal despejara la zona. Allí resistieron hasta casi la medianoche, cuando empezaron las cargas policiales y las carreras por algunas calles del barrio: Monteleón, Manuela Malasaña... los furgones de la Policía Nacional intentaban deshacer las concentraciones sin mucho éxito.

Es medianoche y cientos de jóvenes pueblan las calles de Malasaña. La mayoría en actitud tranquila. Junto al Metro de Tribunal uno comenta con su compañero: “Hostias, es que la gente ha salido a pasear”. Algún local de la calle San Vicente Ferrer intenta alargar la fiesta de tapadillo, aunque el resto de persianas están cerradas y no volverán a abrir hasta este domingo. Se escuchan más gritos de “libertad” y otros más propios de estas horas de la noche: “¡Alcohol, alcohol!” dice un grupo por la calle Espíritu Santo mientras otro joven pinta un tag en una papelera.

El desalojo policial del Dos de Mayo provoca que la fiesta se traslade a otras partes del barrio, como la cercana Plaza del Rastrillo. Allí, cientos de jóvenes se hacen fuertes y montan una auténtica fiesta con música y mucho ambiente. Cada vez que pasa un coche de la Policía Nacional, los allí presentes lo increpan. “¡Ayusers aquí, ayusers aquí!” se escucha ante un grupo de chicas que se graban con sus móviles, nombre con el que se identifica a seguidores de la presidenta regional. “¡Comunismo, comunismo!”, se oye también de fondo.

Muchos vecinos observan con curiosidad la escena. Otros lo hacen con resignación. Esta zona de Madrid es una de las pocas en las que la izquierda resistió el empuje electoral del PP y la papeleta de Más Madrid fue la que más apoyos cosechó. Cuatro días después de las elecciones, los que siguen de fiesta en este barrio parecen no olvidar la promesa de libertad.

Los efectos de la fiesta se dejaron sentir en algunos portales del barrio, donde desaprensivos vandalizaron buzones de los vecinos. También se registraron algunos retrovisores rotos durante las carreras delante de la policía.

La noche se alarga con más gritos, música en altavoces, golpes a los contenedores y un fin de fiesta propiciado por la llegada de más efectivos policiales, que terminan de desalojar la fiesta sobre las tres de la madrugada.

Al día siguiente, los efectos de la juerga en las plazas, parques y calles de Malasaña eran evidentes. Al mediodía del domingo el Ayuntamiento no había limpiado los efectos del botellón en lugares como la plaza del Dos de Mayo, el parque Conde Duque o la plaza del Rastrillo.

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