Un rojo carmín antes que bermellón, un diseño simplificado y más protagonismo para las estrellas de la bandera. La tarjeta de transporte público (TTP) en la Comunidad de Madrid cambia de look y moderniza su imagen visual por primera vez desde 2012, cuando puso en circulación su último formato. El nuevo modelo del Consorcio Regional de Transportes (CRTM) ha comenzado a emitirse este mes de agosto y sustituye a la TTP habitual, con más de 33 millones de unidades vigentes, la mayoría multiviajes. Fuentes de la Consejería de Transportes confirman que ambos modelos, el viejo y el nuevo, coexistirán al menos hasta que caduquen todas las tarjetas adquiridas antes del cambio. A nivel interno, lo celebran como un paso adelante. Pero no todo son alabanzas.
“Estéticamente es un cambio a mejor, pero ha faltado ambición”, considera el consultor y estratega de marcas Fernando de Córdoba, que ve en este rediseño una “oportunidad perdida” para dar un giro de 180 grados y “crear un verdadero símbolo”, algo que conecte con los madrileños. “La línea visual es consistente pero, después de 13 años, podríamos haber buscado un abono con elementos reconocibles más allá de la bandera, que tenga identidad propia”, estima el experto, que pone como ejemplo otras tarjetas como la Oyster en Londres, la Lazo de Zaragoza o la T-mobilitat para el área metropolitana de Barcelona.
“Se ha hecho una remodelación más acorde con las tendencias actuales, pero era el momento perfecto para crear una marca sólida para toda la Comunidad de Madrid. Y eso no se ha hecho”, determina. En su opinión, el mero hecho de que se mantenga un nombre “sobrio” y descriptivo para la tarjeta (la denominación oficial es Tarjeta de Transporte Público o TTP) dificulta la sensación de cercanía. “Creo que funcionaría mejor algo menos genérico y distinguido que sea fácil de identificar, tanto a nivel visual como de nomenclatura”, expone De Córdoba.
El nuevo diseño, a nivel estético, es continuista en los colores (rojo al fondo en la tarjeta general y blanco para las letras) aunque oscurece las tonalidades habituales. También cambia la tipografía y se eliminan los iconos que antes iban alineados en la parte delantera, con siluetas de personas o dibujos de los medios de transporte que conforman la red. De esta manera, el anverso actual solo deja las estrellas de la bandera y una extra para el fondo, más traslúcida y de la que solo se aprecia la mitad superior; mientras, el reverso queda prácticamente intacto.
El elefante en la habitación: cambia el diseño, siguen las tarifas
En la Comunidad de Madrid se expiden una media de 1.800 tarjetas de transporte público diarias y, solo en 2024, se emitieron 635.000 personalizadas, aquellas intransferibles que incluyen foto y nombre del usuario. De todas las unidades actualmente en circulación, solo 5,6 millones son de este tipo mientras que el resto, 27,6 millones, son genéricas y multiviaje según datos del Consorcio. El consejero de Vivienda, Transportes e Infraestructuras, Jorge Rodrigo, alabó la “accesibilidad” de la nueva tarjeta al presentarla a finales de julio desde el aeropuerto de Barajas.
El responsable regional aprovechó la ocasión para anunciar que el CRTM ultima la apertura de cinco nuevos puntos de asistencia al cliente, el primero de ellos en Atocha y con idea de que empiece a funcionar antes de acabar el verano. En el último cuatrimestre del año también se pondrán en marcha dos Oficinas de Gestión de la Tarjeta Transporte Público en los municipios de Parla y Alcorcón, que sirven para efectuar todos los trámites vinculados a la cédula. Todas estas novedades prácticas, no obstante, se quedan algo cortas para Fernando de Córdoba.
“Con el cambio de diseño también se podría haber redefinido el sistema tarifario”, incide De Córdoba, para quien “no tiene sentido” que se mantengan los mismos abonos que hace 13 años. Además de los actuales (principalmente el Abono Normal, el Infantil hasta 14 años, el Joven o el Abonono +65 para mayores), el experto propone crear sistemas de saldo o pospago, que permiten pagar a posteriori a través de un registro de viajes, facilitando el control del gasto para los usuarios.
De esta forma, sostiene el consultor, alguien que tenga un abono mensual y deba pasar semanas fuera de Madrid, ya sea por ocio o trabajo, no perdería ese dinero: solo pagaría por los viajes efectuados una vez concluya cada período. “Es un avance útil que no hemos incorporado, pero que permitiría cobrar lo justo a quien viaja poco o no penalizar a quien se mueve con frecuencia”, añade, con un lamento final: “Me da pena que Consorcio haya perdido la oportunidad de plantearse seriamente qué quiere ser más allá de seguir las directrices de la Comunidad”.