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Sokolov, el maestro al piano en todos los registros

El pianista Grigory Sokolov vuelve a España con una gira por seis ciudades

Javier Portillo, Cristina Sánchez

Murcia —

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Uno asiste a un concierto de piano para disfrutar de cómo un interprete da existencia fugaz a la obra de arte creada por el compositor. Si el pianista es Grigory Sokolov esperamos que esa interpretación tenga algo de mágico y sublime. Entramos en el auditorio y la luz tenue que exige en sus recitales nos empieza a preparar para la experiencia.

Cuando el artista entra en la sala se dirige sin pausa hacia el teclado y casi sin esperar a que el público termine sus aplausos ataca el principio de la primera obra de Mozart. Después de la introducción que supone el preludio, Sokolov fue desarrollando las voces contrapuntísticas de la fuga con gran delicadeza y claridad. Los asistentes pudimos sentir como el tema pasaba de una voz a otra con gran suavidad manteniendo en todo momento su movimiento tranquilo.

Al terminar la fuga hubo una pequeña pausa, pero el público no supo cómo interpretarla y no se llegó a aplaudir. Así que sin más dilación comenzó la Sonata en La mayor, una pieza muy conocida cuyo primer tiempo suena en 'Memorias de África', entre otras películas y cuyo tercer tiempo es la famosa Marcha Turca.

Sokolov fue ejecutando la obra a un tempo deliberadamente lento, y aunque no encajara en la idea previa que se pudiera tener, el resultado fue un regalo para los oídos al poder descubrir nuevos detalles que  a veces la velocidad no nos permite percibir. Al terminar la sonata el público superó su timidez inicial y rompió a aplaudir la magnífica ejecución.

La siguiente obra, sin salir de Mozart, fue un giro total en el carácter del repertorio elegido. Si habíamos empezado con el estilo antiguo del barroco y seguido con el estilo galante del clasicismo, ahora nos adentramos en la melancolía de un romanticismo temprano. El pianista ruso incorporó otras sonoridades al recital con un mayor uso del pedal sostenedor ampliando el gran abanico de emociones que el público iba sintiendo.

Para la segunda parte del recital estaban programadas las Hojas multicolores Op. 99 de Robert Schumann, unas piezas de gran virtuosismo que el pianista ruso fue desgranando, dando a cada una su carácter individual y mostrando esa capacidad de emocionar que solo los grandes genios tienen.

Y una vez terminado el programa, con un público totalmente entregado todavía hubo tiempo para las bises de rigor. La costumbre en los últimos conciertos de Sokolov es brindar al público seis piezas en las que ya sin las ataduras del programa seguimos comprobando el dominio del maestro en todos los registros.

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