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El Pacto por el Mar Menor cumple 10 años: “El colapso del Mar Menor es el lado oscuro de la democracia regional”

elDiariomurcia

6 de noviembre de 2025 11:46 h

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La Plataforma ciudadana “Pacto por el Mar Menor”, una de las entidades promotoras de la Iniciativa Legisla Popular que otorgó de personalidad jurídica a la laguna salada en el año 2022, cumple diez años: “El primer éxito de este movimiento es su propia existencia como movimiento, rompiendo con el fatalismo que siempre implica abanderar la causa de la naturaleza. Basándose en conceptos y saberes científicos fueron capaces de darle voz a una laguna que, de lo contrario, se hubiera quedado en silencio con los desechos”, ha explicado el sociólogo Andrés Pedreño durante el acto de celebración que ha tenido lugar este jueves. “Estas mujeres y estos hombres emprendieron un conjunto de acciones para que ni el Mar Menor ni la naturaleza de esta Región fueran excluidas de la participación democrática. Por supuesto esto no lo hizo solamente el Pacto, a su lado estaban montones de asociaciones ciudadanas, ecologistas y vecinales”, ha abundado.

Pedreño ha explicado que la democracia es “un proceso en continua construcción”, y que por ello es vital el papel de los movimientos sociales: “En nuestra época hemos descubierto la gran exclusión de la naturaleza y la gran exclusión del Mar Menor. Y esta es la contribución del Pacto a la democracia murciana: romper ese cierre y esa exclusión, devolver la naturaleza a la esfera de la participación, devolver el Mar Menor al ámbito del derecho”.

“Hemos de pensar como un milagro la emergencia que supone el Pacto del Mar Menor porque nace a contracorriente de la dinámica de ocultamiento de las destrucciones ecológicas y que fue propiciada por el Gobierno regional, pero también por otro montón de actores de diverso cuño”, ha recordado el sociólogo. El Pacto nació en 2015, poco antes de que tuviera lugar en la laguna salada el fenómeno conocido como sopa verde, tras años de vertidos agrícolas. “El Mar Menor, o para ser más precisos, el colapso medioambiental del Mar Menor, es el lado oscuro de la democracia regional. Representa lo que quedó excluido de la construcción democrática del territorio de la Región de Murcia. Sus desechos”, ha definido.

“El símbolo del caballito de mar, los abrazos al mar o aquel trabajo audiovisual con las historias de hombres y mujeres rememorando con imágenes familiares o infantiles sus vivencias originarias en el Mar Menor: fueron todas ellas acciones oportunas para generar energía emocional. Y este cemento emocional es el que posibilitó las grandes movilizaciones ciudadanas que se han desarrollado todos estos años en torno al Mar Menor”, ha analizado Pedreño.

Todo movimiento social, ha subrayado, necesita de esa argamasa emocional y el Pacto del Mar Menor ha sido “especialmente hábil” en construir energía emocional para que circulara y revitalizara la democracia murciana.

El sociólogo ha alertado que “no es casualidad que, en el actual momento, cuando la crisis climática anuncia el final de la naturaleza barata, surjan fuerzas políticas autoritarias que nos dicen que ahora toca democracia autoritaria porque hay menos que repartir y somos demasiados”.

“La gran exclusión de la naturaleza, sobre las que se fundamentaron las democracias occidentales de posguerra, nos ha conducido a la actual crisis ecológica. Pero la salida a esta crisis no puede ser una democracia autoritaria”, ha señalado Pedreño. “Si algo nos ha enseñado el Pacto del Mar Menor, todos estos años, es que para romper exclusiones y cierres necesitamos de más y mejor democracia. Este es el desafío: profundizar la democracia para construir una salida a la crisis ecológica”.

El sociólogo ha argumentado que las democracias occidentales tras la Segunda Guerra Mundial se construyeron sobre “el petróleo barato, los alimentos baratos, los minerales baratos. La naturaleza quedó privada de derechos. La gran exclusión de la naturaleza implicó una guerra tanto no declarada como no limitada contra la naturaleza. Y es esto exactamente lo que ha habido en esta Región”.

Pedreño describe como, en primer lugar, la laguna salada recibió los desechos de la minería llegados a través de las ramblas de la Sierra Minera de La Unión-Cartagena. Posteriormente, el boom turístico de los años 70 urbanizó la mayor parte de sus orillas y de ahí también recibió residuos de todo tipo. Pero lo que precipitó el colapso ambiental de esta laguna fue originado por los nitratos procedentes de la agricultura intensiva del Campo de Cartagena.

“La Región de Murcia se pensó desde sus mismos orígenes como una utópica comunidad de regadío, en la que si hay ”agua para todos“ crecería un vergel en el desierto. Y así fue. El héroe de esta transformación del desierto en un vergel fue el agricultor, el regante. Su esfuerzo fue celebrado y consiguió aportar un enorme caudal de energía emocional a la democracia murciana. Pero esta comunidad de regadío implicaba un cierre, una gran exclusión respecto a la naturaleza”, ha abundado.

En primer lugar, una dinámica estructural de apropiación y explotación desvalorizadora de la naturaleza: “Toda la naturaleza murciana quedó fuera del ámbito del derecho y puesta al servicio del proyecto regional de la gran comunidad de regadío, para su explotación y apropiación. El Mar Menor quedó fuera del ámbito del derecho y de la participación democrática. A un lado de la frontera, crecían exitosamente los cultivos de la huerta de Europa. Al otro lado, se morían los peces y praderas marinas del Mar Menor. Ambas imágenes componen la cara y la cruz de la democracia murciana”, ha explicado.

En segundo lugar, junto con la dinámica de explotación de la naturaleza, se abrió otra segunda de externalización y ocultamiento: “Se hizo todo lo necesario, y fue mucho, para ocultar de manera duradera las destrucciones ecológicas que quedaban ahí fuera. Durante décadas el Gobierno Autonómico de la Región de Murcia propició esta dinámica de ocultamiento”, ha concluido.