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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

Los responsables de las opiniones recogidas en este blog son sus propios autores.

La autodeterminación colectiva

FOTO: Pexels / Europa Press

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La identidad colectiva se basa en la ficción de que todos los miembros de un grupo son intrínsecamente similares entre sí, y radicalmente diferentes de aquellos que no pertenecen al grupo.

El concepto de nación, originario del siglo XIX, elabora un grupo especial con identidad colectiva, especificando algunos elementos en los que los miembros del grupo son similares entre sí: lengua, historia, otros aspectos culturales… e incluye, en mayor o menor medida, la aspiración a constituir un estado político propio.

La nación es otra ficción. La heterogeneidad de las personas imposibilita establecer un límite neto entre las personas claramente similares y las claramente disimilares para establecer quién pertenece a una nación y quién no, e incluso dónde acaba una nación y empieza otra. Es un concepto que puede tener utilidad a nivel político, pero cuyo uso ha conducido frecuentemente al abuso.

La clarificación de la noción de que cada nación debe tener un estado se establece durante el proceso de descolonización. Los europeos (y Japón) que habían ocupado territorios en África y Asia (América ya estaba descolonizada para entonces) podían ser vistos como netamente diferenciables de los “nativos”, con lo que se fundamentaba la reclamación de independencia de los pueblos colonizados. En algunas zonas donde los descendientes de los europeos llevaban asentados varias generaciones, especialmente si había habido mestizaje, esta diferenciación no resultaba tan clara, pero el proceso de descolonización desligó políticamente a las colonias de sus metrópolis. Más compleja fue la diferenciación entre los “nativos” para determinar quiénes eran fundamentalmente similares y quiénes no, con vistas a establecer fronteras nacionales distintas de las lindes administrativas impuestas por los poderes coloniales. El proceso de construcción de una ficción que fundamentase estas diferencias fue (y es) complejo. Además, se contaminó con luchas de poder y, en muchos casos, acabó siendo “resuelto” mediante las armas, a costa de mucha sangre.

Este proceso de construcción nacional ha encontrado un eco dentro de la misma Europa, donde la situación es aún más compleja. La heterogeneidad y el intercambio producidos en este continente a lo largo de los siglos hacen que la delimitación de naciones diferenciadas conlleve un acto de voluntarismo.

Hay estados, con fronteras bien delimitadas por tratados, con siglos de adoctrinamiento nacionalista, cuyos ciudadanos pueden compartir la fantasía de formar parte de la misma nación. Incluso en estos casos surgen zonas grises, normalmente cerca de las fronteras, en territorios que han cambiado de pertenencia a lo largo de la historia y comparten características con distintos países.

Algunos subgrupos dentro de los estados consolidados reclaman el estatuto de nación y el merecimiento de constituir un estado, mediante secesión del estado al que pertenecen. Para ello, enfatizan o construyen la diferencia entre sus miembros y aquellos que no lo son. Frecuentemente el proceso de construcción nacional está apoyado con actos de terrorismo, ya sea armado, matando a los que obstaculizan el proceso, o social, forzando a emigrar a aquellos que no lo comparten.

El adoctrinamiento en las escuelas, la construcción de mitos históricos y culturales en contradicción con la realidad, y la difusión de una lengua cuyo canon frecuentemente se constituye expresamente para ser utilizado como arma en esta lucha, son maniobras habituales en estos procesos, lo que por otra parte no es tan diferente del proceso seguido por los estados tradicionales en su construcción nacional.

Así, surgen grupos en los que una parte de sus miembros adquiere la conciencia de ser diferentes a los de la mayor parte del estado y reclama la independencia política, esgrimiendo que la existencia de una identidad grupal confiere el derecho a la autodeterminación.

Quisiera argumentar que no todo grupo autoconsciente tiene derecho a exigir la autodeterminación o la independencia. Los vecinos del 4º B carecen del derecho a independizarse de la comunidad de vecinos, por mucha conciencia que tengan de ser diferentes (y pueden ser muy diferentes). Forman parte de una unidad estructural que les une indisolublemente a los demás en el bloque de pisos.

Si la conciencia identitaria no confiere el derecho a la autodeterminación, ¿qué lo confiere? Por otra parte, ¿qué constituye una unidad estructural indisoluble comparable a la comunidad de vecinos de un bloque de pisos? Siendo complejas las respuestas, hay una base sobre la que deben fundamentare: el imperio de la ley. Movimientos unilaterales en contra de la integridad de un estado legalmente constituido, violando su ley, independientemente de que se apoyen o no en la violencia armada, no pueden justificarse anteponiendo la voluntad de unos individuos (mayoritarios o minoritarios) sobre la ley común. Cuando esto se hace, se comete una injusticia.

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