A primeros de diciembre han sucedido dos hechos inconexos entre sí que a mí me han llamado la atención y que me han sugerido una cierta analogía. El día 6 celebramos el 45 aniversario de nuestra Constitución. La columna vertebral de la democracia española. Un edificio ¿incólume? que en medio siglo nadie ha considerado oportuno reformar, no sé si por miedo a que se remuevan los cimientos o por riesgo de que se caiga el bloque entero. Es una obra intocable y aparentemente sin grietas que parece que no se va a caer nunca.
En la misma semana ha tenido lugar en mi ciudad algo que, en principio, no tiene nada que ver con eso. Resulta que el Ministerio de Trabajo ha ordenado, de un día para otro, desalojar el edificio que la central sindical UGT y las patronales HOSTECAR y COEC ocupan en la Plaza de España de Cartagena. Una mole blanca de siete pisos que se inauguró en el año 1965, en tiempos aún de Franco, en aquella ocasión para albergar las instalaciones del sindicato vertical franquista, la Central Nacional Sindicalista (CNS). Con la llegada de la Transición en el 77 y la devolución del patrimonio sindical esquilmado por la dictadura en la posguerra, una parte de las instalaciones se le cedieron a la UGT y en estos 45 años de democracia han constituido su sede local. De la otra parte del edificio se hicieron cargo las patronales. La propiedad ha seguido siendo del Estado, que en seis décadas no ha hecho nada por mantenerlo.
Por mi trabajo en CCOO, conozco ese lugar. Se notaba la vejez interior del inmueble y que todo estaba no ya antiguo, sino gastado, raído, oscuro, incluso lóbrego. Yo imaginaba que aquel edificio habría sido el colmo de la modernidad en los años sesenta y setenta, pero nadie en el ministerio correspondiente se había ocupado desde entonces de arreglar y ni siquiera de contemplar su paulatino deterioro. Aún conservaba ventanas de hierro, carpintería de puertas interiores en luterma oscura y las mismas cortinas que hace 60 años. Muchas persianas no funcionaban, y no había iluminación en los pasillos porque nadie cambiaba las bombillas, o para ahorrar en electricidad. Las paredes no las había pintado nunca nadie y amarilleaban: en alguna colgaban todavía posters socialistas de los años ochenta. Parecía un antro de fealdad franquista o soviética, según evocaras un recuerdo u otro. Imaginabas que por una puerta iba a salir de un momento a otro Arias Navarro en blanco y negro y por la otra, Stalin o Largo Caballero.
El salón de actos hace años que no se usaba: como nadie reparaba los cristales rotos de las ventanas, empezaron a entrar palomas y convirtieron la sala en un palomar con los asientos llenos de excrementos y plumas que nadie limpiaba. En cuanto al ascensor, era el mismo que habían instalado en 1965 y tú dudabas de que hubiera pasado las revisiones periódicas. Daba pánico entrar en él de los golpes que daba al subir y al bajar. Allí daba pereza entrar y siempre tenías prisa por salir. Ya no era absolutamente nada acogedor.
Y en la misma semana que nuestra Constitución cumplía 45 años, la ministra ha ordenado algo insólito: el desalojo inmediato y el cese de actividades de la Casa del Pueblo, sede de la UGT cartagenera, por pura seguridad y debido a las definitivas condiciones de inhabitabilidad del inmueble. Ya no se pude trabajar en él. Hay que demolerlo y construir otro.
Y yo he pensado en nuestra muy querida Constitución del 78 que no se ha reformado nunca, por desidia, por prudencia, por falta de valentía, por miedos varios. Todo el mundo sabe que hay artículos y títulos enteros que habría que revisar y poner al día. Pero cualquier reforma de nuestro texto legal requiere del voto afirmativo de tres quintos de los 350 diputados que componen el Congreso. Eso, que fue un seguro de vida que consiguió que la Constitución no perteneciera a una sola de las dos Españas, puede que resulte a la postre un pesadísimo lastre que impida su puesta al día, que no se actualice nunca y que llegue el día en el que ya no se pueda ni habitar ahí dentro. Y yo no quiero que a mi Constitución le pase lo mismo que al edificio de la UGT cartagenera. ¿Nadie más lo ve?
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