Pero...¿Nunca hubo once mil vírgenes? Esta pregunta se la hacía Enrique Jardiel Poncela y me la hago yo también cuando veo que los mandarines de mi ciudad desfilan uno detrás de otro por los juzgados: Alcaldes, Consejeros, Directores Generales, Subdirectores, Concejales y hasta el máximo representante del gobierno de la nación. Todos a declarar como imputados en algún que otro caso: Caso Novo Carthago, Caso Cerrichera, Caso Umbra, Caso Totem, Caso de los contratos a dedo...
Los tres mosqueteros de nuestra Región andan dando explicaciones a diestro y siniestro. Nuestro hombre en Europa, por unos viajes supuestamente pagados con medicinas. Nuestro hombre en el ayuntamiento, por unas cartas futboleras al parecer comprometedoras y nuestro Delegado, por un confuso asunto de coches.
Nos pasa con estos políticos como con las imágenes cruentas de las guerras televisadas. Hemos echado costra y al igual que podemos seguir comiendo tranquilamente mientras en la pantallita del televisor matan a palos a unas cuantas mujeres, también somos capaces de digerir que nuestros representantes en las altas instituciones sean parte de la decoración de los juzgados.
Solo así se explica que sigan yendo de tapas por los bares de la ciudad, que sigan desfilando en nuestras procesiones y que presidan nuestros festejos sin que nadie les pidamos explicaciones de forma airada. La costra, que es muy dura. Como alguna que otra cara.
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