No deja de sorprenderme que me tuviera que enterar de la noticia de la muerte de mi gran amigo Paco Muñoz leyendo su esquela en el periódico. Me sigue resultando paradójico que, además, esa noticia que, nunca hubiera deseado que se produjera, se publicara precisamente en el diario La Verdad, en el que Paco inició su andadura periodística.
Las cosas del azar. Suelo desayunar a la misma hora leyendo el periódico en el bar, y al albur esa mañana había ido a la editorial recoger los primeros ejemplares de mi libro recién publicado: “Personajes murcianos de fin de siglo”. Precisamente esa mañana desayuné más tarde de lo habitual. Me quedé perplejo al leer esa esquela, la leía una y otra vez y no me lo podía creer. La hora del funeral ya había pasado, una hora. Mi amigo Paco fue un verdadero amigo, uno de mis mejores amigos, de los que siempre estaba ahí y nunca te pedía nada a cambio de nada y durante esa camaradería gozamos de la libertad y el gozo de la amistad. Mi amigo Paco fue un extraordinario periodista que con pasión y tenacidad se hizo así mismo. No lo tuvo fácil y sin embargo llegó a lo más alto. Por llegar hasta llegó el primero como enviado especial de TVE; con Jaume Codina de RNE, para cubrir la guerra de Irak de 1990, aquel conflicto que se denominó: 'La madre de todas las batallas'. Antes ya había estado en otros conflictos de Oriente Medio. Tenía muchas agallas y no era nada fanfarrón. Los despachos no eran lo suyo. La aventura periodística siempre latía en su corazón. Si por 1984 estaba como jefe de informativos en el centro territorial de TVE en Murcia, después de un tiempo, ya le estaba pidiendo el cuerpo movimiento, acción, y pronto asumiría ser corresponsal de TVE en Oriente Medio, con base en El Cairo, durante cinco años, hasta que esa vena de reportero de guerra se le volvía a hinchar.
En las páginas de mi libro de personajes, le hice esta entrevista, en la que cuenta un poco de su vida: 'Paco Muñoz: “Todo periodista lleva dentro un escritor”'
Sus recuerdos más vivos, más intensos e interesantes son los de una cierta idea gráfica de la huerta de Murcia con sus olores, sabores y colores, y con la peculiar forma de ser de su gente.
Otro de los parámetros que marca su vida a la hora de crear, trabajar o moverse será el fuerte calor y la luminosidad de esta tierra.
Sus primeras letras y números los aprendería en la escuela que don Joaquín Marco Villa tenía en el barrio del Carmen. Y desde esos momentos, y para siempre, las dos asignaturas que más le interesan son Geografía e Historia y Lengua y Literatura. Más tarde, al concluir su bachiller (que realizará entre los institutos Floridablanca y Alfonso X, compaginándolo con el trabajo en una oficina de seguros), entre descorazonado y desorientado, se planteó qué es lo que podía hacer que más le gustara. Y como en aquellos momentos no tenía la posibilidad económica de salir fuera de Murcia, echó el carro por el pedregal menos costoso y se matriculó en la Escuela de Turismo. Al terminar sus estudios, con esas nociones de idiomas se le fue configurando la inclinación por lo que después debería hacer, y esa inclinación cada día se representaba de una manera más bohemia y ácrata, debido, tal vez, a las circunstancias políticas del momento. Después de darle muchas vueltas a todas las situaciones, descubrió que la única profesión para canalizar todas sus inquietudes era el periodismo, aunque no obstante desde muy pequeño ya tenía esa inquietud: “Cuando regresaba del colegio a mi casa, que estaba en la huerta, por entre medias de las vías del tren, simulaba que tenía un micrófono y hablaba inventándome reportajes o describiendo situaciones de mi entorno”.
Al terminar el servicio militar decidirá lanzarse a la aventura: “Como vi que no tenía grandes posibilidades, al no tener ni el título ni el carnet de periodista, decidí abrirme camino con los idiomas y me marché a Londres. Y ahí aprendí todo lo relacionado al periodismo mientras fregaba platos. Me compraba toda la prensa y escuchaba todas las emisoras de la BBC, y ese contacto con el periodismo anglosajón despertó en mí una pasión muy grande por esa profesión”.
Tras un paréntesis decide regresar a España y se matricula en Bellaterra para hacer periodismo, pero muy pronto se da cuenta de que no va a estar esperando cinco años en plan teórico y de nuevo pasa a la acción: “Tras estar un año trabajando en el diario La Verdad, en donde aprendí las cuestiones básicas del periodismo, me volví a marchar a Londres. Allí trabajé durante cinco años en la BBC, al tiempo que llevaba las corresponsalías de la revista Interviú y de Mundo Diario de Barcelona”.
Una vez que pensó que había quemado su etapa británica, decidió marcharse a extremo Oriente: “Después de negociar con Reuter y con el grupo Zeta, no llegué a un acuerdo y pensé que lo mejor era regresar a España y vivir la etapa de la Transición. Nada más llegar le pedí trabajo a Iñaki Gabilondo, por entonces jefe de los servicios informativos de TVE, y en esa casa he estado desde el año 1981 hasta finales del 1993, haciendo un poco de todo. Aunque muy pronto me dediqué a la política internacional y gocé informativamente al poder estar en los numerosos conflictos bélicos que surgían. Los últimos cinco años me los pasé dirigiendo intensamente la corresponsalía de TVE en El Cairo”.
De esa larga estancia en El Cairo es fruto la guía que sobre Egipto ha escrito y que acaba de publicar la editorial Anaya: “Escribir esta guía ha sido una de las cosas más satisfactorias que he podido hacer durante toda mi etapa periodística. He tenido que condensar en unos pocos folios un conocimiento específico de un lugar determinado. Esto me ha confirmado que todo periodista que se precie lleva dentro un escritor. Ahora me quiero dedicar a crear, a escribir”.
Paco Muñoz además de ser un gran personaje en su profesión era un auténtico murciano de dinamita. Amable, bondadoso, educado. Con el compartí, uno de sus últimos sueños periodísticos: poner en marcha una gran guía de ocio, en Murcia y en toda la Comunidad Autonómica, de periodicidad semanal, la revista: ¡Venga!, en la que, junto a un pequeño equipo de colaboradores, nos dejamos literalmente la piel, casi un año. No pudo ser y tampoco nos lo pusieron fácil. En los últimos tiempos no nos vimos, pero siempre estabas ahí. Ahora solo puedo recordar momentos felices, durante más de cuarenta años. Aquella salida de una discoteca, en Madrid, casi amaneciendo en la que nos sorprendió la nieve y su coche, un dos caballos con volante a la izquierda y matricula inglesa, se desplazaba en la nieve, junto al Retiro, como un barco. Ay, de aquellos tiempos en los que recalaba en su casa de Madrid. Si escribo estas líneas veo a un Paco alegre tarareando las canciones de Rod Stewart, que tanto le gustaban. Con mi gran amigo Paco Muñoz también navegué, navegamos, algunas noches por los mares del “El Sur”, y bien lo sabe “Antoñico”.
Paco Muñoz, como profesional siempre voló alto, libérrimo, como un águila real. Tengo la certeza de que allá donde esté, en tu último viaje, seguirán brillando tu profesionalidad, tu natural alegría, tu camaradería y tu verdadera bondad.
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