Al escribir su novela ‘El pan desnudo’ Mohamed Choukri sacó los demonios de su infancia, se convirtió en superventas sin quererlo y prohibieron el libro en su tierra, pero la historia del niño sin nada excepto su voluntad de supervivencia mostró al mundo lo que tanto quería el autor. Siempre dijo con orgullo que escribía sobre las moscas de la sociedad, porque donde está el zumbido, algo se está pudriendo.
La vida de un niño en Marruecos hace más de medio siglo valía muy poco y menos. Ahora también, son los más vulnerables y a la vez los más resilientes, pues el que llega hasta Europa después de haber visto cómo tiran a sus padres por la borda de la neumática, ha sufrido hambre, abusos, violencia, el que ha atravesado a pie un desierto agarrado a un raído oso de peluche aprende para siempre dos cosas: que todos nacemos iguales. Y que no elegimos en donde.
Quienes consiguen esa epopeya no solo son los mejores, es que han ganado, sin duda, todos los derechos del mundo, son la generación de la dignidad. Por cada una de las veces que se repita este mantra, en la mejor tierra del mundo brotará un herpes en todo falso patriota disfrazado de aviador. El martes próximo, los Yayoflautas les darán voz a esos menores como auténticos abuelos adoptivos y protestarán junto a otros colectivos frente a san Esteban, en una concentración. Va a sonar un pelín bíblico, pero estas causas las defienden no solo los españoles de bien, también los cristianos verdaderos.
A lo mejor el presidente López Miras y su equipo son expertos en literatura árabe y relaciones bilaterales con el Magreb, posiblemente subestimo sus inquietudes por la cultura. Lo que parece evidente es que andan flojos en humanidad y compasión. El inefable PPOX (pronunciado Pepox, querido Paulino Ros) cierra el centro de menores de Santa Cruz por exigencia de su ultra socio de gobierno. Si no se deja en la calle a esos menores vulnerables, no aprobará los presupuestos en la Asamblea Regional. La excusa es cambiar hacia otro modelo de acogimiento, más familiar. La verdad es que su discurso de odio se abre paso, por da igual qué derroteros.
Son tan valientes, tan bizarros, poniendo en la diana a niños sin recursos en plan moneda de cambio, demuestran tanta altura de estado, que me abruma la emoción. Esta semana, en el Bando de la Huerta, el anteriormente conocido como Teodosio aunque después de emular a BB King en versión zarangollo-rock, ha dicho que nuestro corazón y nuestra cabeza están con el Papa, con las enseñanzas que nos transmitió, amar y ayudar a los que más nos necesitan. Si lo ha escuchado desde su eternidad bendita, a Beroglio se le debe haber caído de las manos el rosario con el que entrará como un santo en el cielo.
Como todos sabemos, dejar en la calle a unos menores en desarraigo y sin trabajo a sus educadores, es vital para el futuro de la región de Murcia. Aprobar los presupuestos bloqueados desde el pasado año, que, recordemos, son dinero público y no del emperador. Deshumanizar a esos pequeños y adolescentes, que por cierto no son todos extranjeros, es más importante que las listas de espera, el empleo, la vivienda o el medio ambiente. Lo que importa es el botellón y la sardina, pagar la estancia a un locutor estrella condenado por Hacienda, que todavía no se ha ido a Somalia. Que en Cartagena, tan milenaria, se prenda, sin venir a cuento, una molesta pólvora de fallas, sin Mazón.
Lo que de verdad importa ahora, con urgencia, es que los detritus no se diluyan más en el pensamiento colectivo como los vertidos ensucian el Mar Menor, o los metales tóxicos el aire y la tierra. Envenenar la convivencia, meter miedo al diferente, es de primero de propaganda oscura. Ese manual se lo ha pasado hace poco la universidad de Harvard por el Arco del Triunfo, con inteligencia. Ha dicho no a los recortes. El gran dictador dijo sorry, fue un error, agachando las orejas. Solo son dos letras, dos. Decir no es sencillo. La única magia que abre la puerta.
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