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Comer insectos, ¿por qué no?

Foto: Graeme Newcomb

Rafael Cordón

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“Los increíbles beneficios de comer pan de cucaracha”. Así titulaba un medio de referencia de nuestra región con un escaso artículo sobre los beneficios de ese ya no tan futurible alimento. Sí, no es solo un proyecto real, ya es posible comprar en nuestro país, también en nuestra región, insectos para uso alimentario, y pareciera que es la solución a tantos problemas de la alimentación actual: nos dicen que tienen unas estupendas cualidades nutricionales, que su producción, a diferencia de la carne, es ambientalmente más sostenible y evita el sufrimiento de los animales en producción ganadera y que puede paliar el hambre en el mundo. Eso dicen quienes quieren venderlos.

Comer insectos: ¿Saludable y ambientalmente sostenible? ¿Un placer gastronómico más? ¿Una oportunidad de negocio? ¿Acabar con el hambre en el mundo?

Los insectos, aseguran, contienen una proporción elevada de proteínas —aunque de menor valor biológico que las de carnes y pescados—, de fibra, ácidos grasos omega, vitamina y minerales, aunque su consumo en forma de preparados con otros componentes contiene una elevada proporción de azúcares, sal y aditivos. Dicen que son muy eficientes convirtiendo su alimento en masa propia y que se aprovecha un elevado porcentaje de su biomasa; además, parece que su producción generaría menos gases de efecto invernadero y consumiría menos agua que la ganadería industrial. Quién no estará de acuerdo en que son cualidades positivas que pueden apoyar su consumo.

Entonces, ¿Saludable y ambientalmente sostenible? Si fuera así, bienvenidos, pero parece pronto poder afirmarlo cuando ni siquiera se producen en nuestro país y hay que importarlos. Además, sorprende la unanimidad en añadir calificativos a los que ya estamos acostumbrados cada vez que el mercado de los alimentos quiere promocionar alguno de ellos. La competencia es feroz y las empresas están dispuestas a todo: leer las propiedades que atribuyen distintas marcas de agua embotellada sonroja; es solo agua pero aumentan sus ganancias.

Algunos restaurantes ya ofrecen en su carta platos con grillos, saltamontes o gusanos, y por el precio parece que no lo hacen precisamente para ayudar a quienes pasan hambre en el mundo; también en algún supermercado de nuestra región los tenemos a mano; el precio no es módico, 500€ el kilo, pero no se trata de comerlos como plato principal, que no estamos en un país en crisis alimentaria, han pensado, sino solo la posibilidad de probar una pequeña cantidad, eso sí cocinados y bien adobados de aditivos alimentarios para que creas que estás comiendo otra cosa.

Sabemos que en otras culturas comer insectos y otros pequeños animales no es nada extraño pero es muy probable que aquí no comamos cucarachas por muy comestibles que fuesen y mucho menos una paella con rata, como se comía no hace tanto tiempo en Valencia. Pero, si no nos convence la necesidad de comer 'bichos' habrá una lluvia de mensajes: solución alimentaria, proteínas sustentables, dieta sostenible, medio ambiente, superalimento, solución al problema de la alimentación en el mundo, tendencia, salud,… y es que que la conciencia ambiental y el cuidado de la salud cotizan al alza en los mercados.

Así que, ¿un placer gastronómico más? Sobre gustos no hay nada escrito, se dice. Yo he probado grillos pero cualquiera lo diría: muy pequeños y muy sazonados con aromas, cebolla, aceite, ajo, jarabe de glucosa y más, que hace no sepas muy bien que estás comiendo, es decir, un alimento ultraprocesado como tantos. Una anécdota, una curiosidad, pero creo que por mucho que quieran convencernos no nos convertiremos en entomófagos asiduos.

Pero no solo llegan insectos a nuestros platos, también nos dicen que pronto podremos comer carne sin carne. Es decir, carne artificial a partir de células de tejido muscular, carne 'in vitro'…, todo con las mejores intenciones, claro, porque aseguran que salvará al planeta, que como sabemos es lo único que les interesa a los dueños de Microsoft, de Google, de Virgin o de Mercadona que son algunos de los que están detrás de las principales empresas de carne artificial; y no la llamarán así, por supuesto, sino, por ejemplo, 'Ethica Meal' que es más tragable.

Entonces, ¿una oportunidad de negocio? Sí, y de gran negocio también si se cumplen sus expectativas de hacerse con una parte del mercado mundial de la carne. Ya hay granjas de producción de insectos para alimentación animal y una carrera de empresas que esperan que se desarrolle este nuevo sector rápidamente. La agroindustria es un sector muy competitivo que busca continuamente nuevas ofertas y es que la cada vez mayor tendencia a rechazar los productos masivos hace que un sector cada vez más influyente busque diferenciarse consumiendo nuevos productos.

La realidad de la producción de alimentos a nivel mundial es que en su mayor parte está dominada por una red de corporaciones monopolísticas que tienen capacidad para decidir qué y cómo comemos, dónde se producen los alimentos, cómo se producen y su precio. Y el resultado es más hambre — casi 821 millones en 2017; 804 millones en 2016—, alimentación que produce sobrepeso y obesidad como ocurre en nuestro país —un 60% de la población española sufre sobrepeso y un 20% obesidad y en nuestra región los datos son aún peores—, múltiples problemas de salud, explotación laboral y cuantiosos problemas ambientales.

Y mientras tanto despilfarro de comida, destrucción de cosechas, subvenciones millonarias al sistema agroalimentario, acaparamiento de tierras y ruina de pequeños productores. Llegará la navidad y apelarán a nuestros sentimientos para donar a los llamados Bancos de alimentos porque cada vez hay más pobreza; ellos comerán algo más algunos días pero serán los grupos católicos que monopolizan esas instituciones, bancos y grandes empresas quienes blanquean su imagen y obtengan beneficios económicos porque pueden desgravar el 35% del valor de los alimentos, generalmente a punto de caducar, que donan.

¿Insectos para acabar con el hambre en el mundo? No, las causas de la malnutrición y el hambre no son debidas a la escasez de alimentos, sino a causas políticas que hacen que, según datos de la Encuesta de Condiciones de Vida para el 2017, un 21,6% de la población española sea pobre, y en nuestra región el 30,1%. Poder comprarlos en los comercios, en bares y restaurantes ni va a quitar el hambre ni va a aportar más proteínas que no puedan hacerlo otros alimentos. Los oligopolios, que dominan la distribución y venta de alimentos con la ayuda de Gobiernos sumisos solo tienen como objetivo aumentar la cuenta de resultados. Nada más.

Y es que nos vuelven locos con tanta oferta de productos; cuando tengas la experiencia de comer insectos y hayas satisfecho tu curiosidad no te preocupes, otras tentaciones saldrán al paso y no te podrás negar: algas, vegetales fermentados, alimentos orientales, ajo negro y frutas exóticas, vino de chocolate, quinoa y arroz basmati, espelta, stevia, humus y… para que seguir. El Mercado no puede parar y el capitalismo no deja ningún nicho de consumo sin explotar. Y si no lo hay, lo produce; lo importante es que no puedan ser replicados por los consumidores ni por otras empresas pues perderían parte del negocio; así se aplican tecnologías complejas y costosas, consiguen normativas para la producción solo accesible a empresas muy capitalizadas y se utilizan campañas costosas de marketing. Y no es fácil librarse de la lluvia de mensajes comerciales que nos rodean: voces alegres y seductoras, momentos felices, gente guapa, sueños cumplidos, nostalgias; y si el anuncio es de alimentos quien se va a negar al reclamo: superalimento, natural, light, saludable, casero, … le llaman marketing emocional y lo es. Y consiguen aumentar sus ventas; tienen una parte importante de la población subyugada.

Decía un responsable de uno de los grandes grupos empresariales de alimentación de nuestro país con sede en nuestra Comunidad a la pregunta de cómo conocen el mercado: “Utilizamos las últimas tecnologías y herramientas digitales, como el Big y Small Data, los algoritmos que procesan conversaciones en las redes, los paneles internacionales y el neuromarketing, entre otras, para entender mejor la percepción y las preferencias del consumidor final”. Entonces, ¿de verdad creemos que ejercemos nuestra libertad de consumir, que elegimos racionalmente cada alimento atendiendo a nuestras necesidades reales? Cada vez más es la publicidad y el marketing el que decide por nosotros y es que las empresas tienen a su disposición recursos y técnicas para conseguir que la gente compre aquello que les produce más beneficios, estimulando el deseo con técnicas bien estudiadas.

¿Comer insectos, por qué no? Sí, por qué no, y disponer de diversidad de alimentos y disfrutar de la comida diaria; pero, comer productos elaborados industrialmente con insectos o sin ellos por decisión de inversores y del sistema empresarial que nos quieren a su disposición, no.

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