Sin excusas para Ciudadanos
Unas decenas o centenares de votos bailaban con un escaño que iba y venía del Partido Popuar al PSOE durante la madrugada del domingo en un recuento agónico. Finalmente unas 500 papeletas decidieron que el decimoséptimo diputado sería para el Partido Socialista frente a los 16 obtenidos por el PP. El partido de Diego Conesa conseguía así su primera victoria en unas elecciones autonómicas en 28 años: una conquista histórica en lo que ha sido un feudo popular durante prácticamente cinco lustros -los jóvenes de la Región no han conocido otros gobernantes-.
Ha hecho falta el arrastre de la victoria de Pedro Sánchez en las pasadas elecciones generales del 28 de abril; que el voto conservador se dividiera entre PP, Ciudadanos y Vox; que muchos votantes de Podemos se desencantaran de las polémicas de la formación a nivel nacional y se decidieran por el voto útil y que Diego Conesa ilusionara a los murcianos sin pasarse. Un cambio tranquilo, como propugnó en su lema electoral. Han hecho falta muchas variables para obtener la victoria socialista en una Región en la que el PP ha logrado permear su poder en muchos ámbitos, en lo que también se conoce como redes clientelares.
Tal y como se repitió durante toda la campaña, la llave del gobierno la tiene Ciudadanos - no sabemos si está en la mano de su líder regional, Isabel Franco, o del nacional, Albert Rivera-. Cs ha frenado las expectativas de crecimiento que les habían otorgado la mayoría de las encuestas, pero han pasado de 4 a 6 escaños en la Asamblea Regional, los suficientes como para formar gobierno con el PSOE sin ni siquiera necesitar la abstención de Podemos, quien ha sufrido un importante batacazo. La agrupación morada se ha quedado con 2 diputados, dejándose 4 por el camino frente a los resultados de 2015.
Para pactar hacia la derecha, Franco, además de contar con el PP, necesitaría un escaño más que Vox tendría que poner sobre el tablero. La fuerza de extrema derecha no ha defraudado las expectativas e irrumpe con 4 escaños en la Asamblea en la que no cree. No parece que el apoyo de los extremos le vaya a sentar bien a un partido de centro como Cs, liderado, además, por una mujer que entiendo que no querrá retroceder en el compromiso con la igualdad de género a la que se opone el partido de Abascal.
Esos 500 votos que le dan la ventaja al Partido Socialista valen su peso en oro. Todavía faltan por contar los votos por correo del extranjero, lo cual tendrá lugar entre el 29 de mayo y el 1 de junio, aunque en principio esas papeletas suelen favorecer a la izquierda. Ese puñado de votos hacen del PSOE la fuerza más votada, le dan un escaño más que a su oponente en una Comunidad gobernada durante 24 años por el PP, en la que como Cs se ha encargado de recordar en más de una ocasión “hace falta que se abran puertas y ventanas”.
El PSOE es la fuerza número uno en Murcia. En la Región hace falta esa regeneración que tanto promueve Ciudadanos. Ni siquiera es necesario que Podemos se involucre en las negociaciones. ¿Qué podría fallar para que no se sellara el pacto entre PSOE y Cs que, a todas luces, resulta el más obvio? El intercambio de cromos de Ayuntamientos, senadores por designación autónomica, presidencias de Parlamentos autonómicos, alcaldías y un largo etcétera que intercambiarán Albert Rivera, Pablo Casado y Pedro Sánchez.
En esa partida de ajedrez que juegan las tres principales fuerzas políticas en el país, siempre con Cs mirando a uno y otro lado, se decidirá todo, incluida la estrategia nacional del partido naranja de erigirse como líder de la oposición al Gobierno de Pedro Sánchez. Pero en Murcia no les quedan excusas que esgrimir para pactar con PP y Vox. No sé si Rivera obligará a Franco a tragarse a cualquier precio el sapo de Vox. Ese príncipe siempre fue rana.
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