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Navarra ensaya un tratamiento para frenar la transmisión de la COVID-19 y acelerar las altas del personal sanitario

Paciente sometida al tratamiento de desinfección nasal en la Clínica Universidad de Navarra

Sol Gragera

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Un equipo de investigadores de la Clínica Universidad de Navarra (CUN) estudia un tratamiento para destruir el Sars-Cov-2 alojado en la nariz de los pacientes contagiados. El fin perseguido es frenar la alta transmisión de la COVID-19 tras la irrupción de la cepa ómicron, que se asocia ya al 86% de los positivos notificados en Navidad en la comunidad foral. El ensayo consiste en aplicar un sistema de fotodesinfección nasal al que se va a someter por primera vez en el mundo un grupo de cien personas infectadas. Reducir la carga viral al mínimo y permitir adelantar un alta médica, en especial entre el personal sanitario, es uno de los principales objetivos de esta investigación realizada en medio de un aluvión de bajas por contagios y que ha obligado a suspender las vacaciones de los sanitarios.

Los investigadores esperan completar este ensayo en febrero y contar con los primeros resultados en marzo. Tal y como explica a elDiario.es el especialista en Medicina del Trabajo de la CUN y co-investigador, Alejandro Fernández-Montero, el requisito para participar es tener una PCR positiva en las últimas 48 horas, no haber desarrollado una infección grave que requiera ser hospitalizado y presentar una alta carga viral. “Lo importante es ver cómo el tratamiento en el momento de aplicarlo y también a largo plazo, a los 7 días o los 14, reduce esa carga viral medida en una PCR”, explica. Los pacientes están siendo reclutados entre las personas atendidas en la Clínica Universidad de Navarra y recibirán tres sesiones de fotodesinfección. En un periodo de dos semanas se comprobará en ellos la evolución de la carga viral y de los síntomas de la enfermedad.

De demostrar que a corto plazo el tratamiento frena la transmisión y reduce la capacidad de contagio, el fin es facilitar la reducción del tiempo de las cuarentenas y adelantar las altas médicas. “Uno de los objetivos es lograr la incorporación a su puesto de trabajo al personal sanitario infectado para que pueda seguir con su actividad asistencial, ahora que se necesita tanto”, señala Fernández-Montero. De hecho, según precisa, los cambios en las estrategias del Ministerio de Sanidad permiten la reincorporación de los sanitarios de presentar una PCR negativa o una carga vírica residual. Antes de extenderse a la población general, el grupo de trabajadores considerado esencial durante la pandemia también sería candidato “principal” a este tratamiento, como son los bomberos, profesores o fuerzas y cuerpos de seguridad. “Luego se podría aplicar en consultas clínicas sin necesidad de tener un gran soporte hospitalario por detrás”, apunta el especialista. En este sentido, los beneficios del tratamiento también podrían extenderse y disminuir el riesgo de transmisión de los enfermos a médicos y enfermeros.

Aunque el ensayo no busca curar a los pacientes, sino destruir el reservorio de la COVID-19 en las fosas nasales, sí trata de analizar si la reducción temprana de la carga vírica logra reducir el riesgo de desarrollar los síntomas más graves de la infección. “Hay estudios suficientes en la literatura científica que dicen que los pacientes que tienen mucha carga presentan un mayor riesgo de padecer una COVID-19 grave. Nuestra hipótesis es que, reduciendo esa carga viral, también reducimos el riesgo”, explica.

En lo que respecta a la aparición de diferentes cepas del Sars-Cov-2, el también co-investigador principal y especialista del Servicio de Enfermedades Infecciosas de la CUN, Francisco Carmona, asegura que el virus “no puede desarrollar ninguna resistencia” a este tipo de tratamiento que, en todo caso, “sería agnóstico al tipo de variante”. Esto lo convierte, señala, en “un complemento perfecto a las actuales medidas de prevención y terapéuticas”.

El estudio utiliza un dispositivo patentado por la compañía canadiense Ondine Biomedical Inc., que contactó con la clínica universitaria para constatar por primera vez su eficacia con el Sars-Cov-2. Esta tecnología de fotodesinfección, mediante una terapia fotodinámica e indolora, lleva usándose en el ámbito hospitalario durante más de 10 años. Según detalla Fernández-Montero, se utiliza particularmente como mecanismo de prevención en intervenciones quirúrgicas en pacientes con infección en las vías altas, con el fin de evitar que esta baje a los pulmones. Su uso también es habitual en tratamientos dermatológicos, pero esta es la primera vez que se aplica para destruir el Sars-Cov-2. Una vez obtenidos los resultados del ensayo y de demostrar su eficacia, será la empresa promotora la que finalmente decida si aplicar este tratamiento frente a la COVID-19.

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