Un baile, un mensaje y una reivindicación desde Cisjordania
“¿Y aquí dónde está el checkpoint?”. Salah Ajarma, manager de la gira del centro Lajee, que a través de la danza, las charlas, la proyección de cortos y la muestra de fotografías reivindica la cultura palestina lejos de sus fronteras (esas tan a menudo cuestionadas), cuenta que muchos de los jóvenes que participan en esta experiencia, preguntan al visitar otros países por los puntos de control. “Les sorprende que puedan ducharse cuando quieren, conocer cómo los niños y niñas crecen junto a sus padres y que puedan estudiar en centros que no están junto a torres militares”, relata. De ahí que para las 16 personas, la mayoría jóvenes de entre 16 y 22 años, que participan en esta gira, este viaje les brinde una oportunidad para conocer que hay otro mundo más allá del campo de refugiados Aida, en Belén (Cisjordania).
Ahora, este tour les ha llevado por zonas como Madrid, Cataluña, País Vasco y, este jueves, Pamplona, donde actuarán en el Zentral café teatro. El evento gira sobre todo en torno al dabkah, un baile tradicional que ha evolucionado para poder contar la historia de Palestina, con referencias al trabajo en el campo, a la conexión con la tierra. ¿La cultura convertida en política? Ajarma responde que, cuando se vive bajo una ocupación, “todo es política”.
El objetivo del centro Lajee (refugiado en árabe), de hecho, es contar cómo es la vida en Aida, un campo de refugiados “que parece una enorme cárcel” con más de 5.000 personas que en la actualidad está separado en dos por un muro, mostrar su cultura, sensibilizar a la población de otros países e “intentar mostrar a las nuevas generaciones que no están solas”, cuenta Ajarma. Él fue uno de los 11 impulsores del centro hace 15 años y reconoce que su objetivo era preparar a la juventud para que fueran nuevos “líderes” que “puedan contar mejor que nosotros” su situación. Y, así, han reunido a personas de 27 pueblos diferentes.
Hanin Al araj es una de ellas. Con 22 años, baila y estudia Ingeniería Electrónica. Aunque asegura que acudir a la universidad en Jerusalén “es muy diferente” a como puede ser en otro países. Los habituales controles hacen que cubrir la distancia de siete kilómetros entre el campamento y el centro cueste habitualmente una hora. Eso si los puestos están abiertos; porque si se cierran “nadie puede entrar, y tampoco puedes volver a tu casa, así que hablas con amigos y familiares para ver dónde puedes dormir”.
Ajarma reconoce que el objetivo de su gira es buscar apoyos y crear “vínculos”. Porque, al ser preguntado por cómo es la vida en un campo de refugiados, responde que “bajo una ocupación, no hay vida”. Y la ocupación es una palabra que repite a menudo, porque insiste en que la relación con Israel no es equilibrada, y recuerda que desde los acuerdos de Oslo de 1993 (firmados entre el gobierno israelí y la OLP), “lo que hemos tenido ha sido más muro, más encarcelados, más refugiados”.
La cultura para hacer llegar un mensaje
¿Quiere eso decir que no confía en el diálogo para solventar el conflicto? “Lo que no confiamos es en Israel”, asegura. “Además, un diálogo siempre tiene que ser entre dos partes que están en equilibrio y, cuando se habla del conflicto (desde Lajee dudan abiertamente del papel de los medios de comunicación, porque insisten en que defienden la versión israelí), nunca se recuerda que esto es una ocupación, y un país ocupado tiene derecho a resistir”, apunta.
Esas palabras llegan pocos después de la celebración, este pasado 20 de junio, del Día del Refugiado y no tanto tiempo después (en agosto de 2014 se anunció el alto el fuego permanente) de la guerra que afectó a la cercana franja de Gaza durante 50 días. La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo ya ha reclamado más atención internacional para favorecer la reconstrucción de la zona.
La gira de Lajee tiene más de reivindicativo que festivo, algo llamativo en un evento basado en el baile. Una muestra que confía en el arte y la música para que sea “más fácil que el mensaje llegue a la gente”. Porque “proviene de jóvenes que tienen una cultura y, también, un futuro”.