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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

Por qué a los adolescentes les cuesta tanto meterse en la ducha

Varios adolescentes en un centro cultural esperando a ser vacunados.

Patricia Gea

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Lourdes, madre de un joven de 22 años, recuerda que unos años atrás reñía con su hijo casi a diario cada vez que llegaba la hora de la ducha. Rara vez salía de él y cuando le mandaba hacerlo, protestaba. Según las expertas consultadas, es bastante habitual esta resistencia al baño tanto en la infancia como en la adolescencia temprana. Algunos padres y madres acuden a consulta con esta preocupación, pero la respuesta que cabe encontrarse al 'por qué mi hijo no quiere ducharse' es mucho más sencilla de lo que parece.

¿Será que le pasa algo? ¿Qué está triste y por eso no quiere asearse? ¿No le he inculcado unos buenos hábitos de higiene? En realidad, casi siempre que los niños y adolescentes no quieren bañarse es simplemente por pereza. Ducharse, así sin adornos ni complementos, es para ellos una tarea más aburrida que cualquier otra que podrían estar haciendo en ese momento, así que prefieren, si pueden, evitarlo. De ahí la oposición que ejercen contra los padres cuando les recuerdan prácticamente todos los días que ha llegado el momento de meterse al agua.

“Depende de cada etapa evolutiva. Hay momentos en los que les encanta el baño y otros en los que nada”, explica Amaya Prado, psicóloga clínica infanto-juvenil. “Hay un periodo, por ejemplo, al inicio de la adolescencia, digamos muy 'guarrete', en el que podemos ver cómo se ponen colonia y se echan desodorante porque no les cuesta nada, pero si les mandas meterse a la ducha huyen. Entra dentro de la pereza, prefieren estar haciendo otras cosas que consideran más importantes y por eso lo posponen”.

Otros, añade, pueden utilizar esta tarea como un desafío hacia sus padres, como una herramienta más para demostrar su rebeldía adolescente. Y algunos otros van a resistirse solo porque no han adquirido un buen hábito de higiene desde la infancia. Sea por la razón que sea, el rechazo de los hijos a la ducha es algo que los padres no pueden dejar pasar. “Especialmente en la adolescencia temprana, una etapa en la que están invadidos por hormonas que generan olor corporal y practican deporte tanto en el aula como en clases extraescolares, hay que estar pendiente de si se bañan o no y, si es necesario, hablar con ellos sobre las consecuencias que puede tener su conducta”, apunta la psicóloga.

Explícales por qué es necesario ducharse

“Hay que explicarles que el olor corporal puede ser desagradable para uno mismo y para los demás. Una persona que huele mal continuamente genera conductas de rechazo hacia él”, explica Prado. Aconseja afrontar la conversación desde la normalidad. Un 'hueles mal', si es que son necesarias las explicaciones, puede resultar hiriente. Así que mejor si empezamos diciendo que a todos nos pasa, olemos, pero que la forma de evitarlo es a través de la ducha y también manteniendo una correcta higiene íntima. “En el caso de las chicas, por ejemplo, está bien hablarles sobre su menstruación y sobre la higiene que se debe mantener en ese momento por dos razones: el olor y la salud”.

La psicóloga descarta que el adolescente pueda estar desanimado o sufrir depresión solo por el hecho de que no quiera ducharse. “Este comportamiento sí forma parte de la sintomatología depresiva adulta, pero no se puede extender a la infancia y la adolescencia”, afirma Prado. Mientras que los adultos tendemos a dejar de hacer cosas que nos apetecían, de ducharnos, pintarnos, afeitarnos o salir a la calle, en la infancia y la adolescencia la depresión se manifiesta habitualmente en conductas hiperactivas, de irritabilidad o enfurecimiento.

En algún caso, señala la experta, “puede ser un síntoma depresivo en un adolescente cuando va acompañado de otros signos, como que no quiera salir con sus amigos y esté encerrado en la habitación, tenga ataques de rabia…”. El límite para justificar una preocupación de los padres, dice, es cuando observan un cambio de dinámica en la actitud y rutinas de su hijo o hija, que deja de hacer cosas que antes hacía con energía y normalidad.

La pelea con la ducha en la infancia

Hay niños y niñas a los que también les cuesta aceptar de buena gana la hora del baño. Y puede que, una vez en el agua, después no quieran salir. De la misma forma que en la adolescencia, en la infancia les da muchísima pereza dejar una tarea para ducharse. Además a esa hora suelen estar jugando, viendo la tele o pasando un rato con sus padres. Es decir: el baño les fastidia el mejor momento del día.

Elena Barroso es profesora de primaria y escritora de cuentos como 'El pequeño gatofú', que trata precisamente sobre este incómodo pero necesario hábito. “Los adultos vemos la ducha como algo agradable, pero esa no es la visión de los niños. Ellos quieren estar haciendo otras cosas que les divierten más”, explica Barroso. Además del componente del aburrimiento o la pereza, la profesora destaca un concepto que se ha de tener a menudo en cuenta en la infancia: la transición.

“En la infancia, el hecho de dejar de hacer una tarea para empezar con otra les cuesta mucho. Y cuanto más pequeños, más. A partir de los nueve años aproximadamente lo suelen llevar mejor, pero hay excepciones que llevan muy mal las transiciones hasta bien mayores. Pensemos que a los adultos también nos cuesta”, afirma.

Además lo más habitual es que les duchemos por la noche, antes de cenar, cuando los niños están jugando y disfrutando de cosas que les divierten. En su experiencia como madre, la psicóloga Amaia Prado recuerda que con su hija mayor “era un drama cada vez que se tenía que bañar hasta que conseguimos unos rotuladores que pintaban en los azulejos. Se quedó fascinada y fue la manera en la que se divertía”.

Así que una buena estrategia es buscar algo lúdico y no dejar que la ducha sea solo eso. “Depende de las casas, afirma Barroso, a veces no tienes tiempo para más que un baño rápido, pero por muy corto que sea podemos jugar de alguna manera o, si son más mayores, simplemente con una charla y un rato con los padres se divierten. ”Si asocian ese momento con algo placentero, como el de la lectura del cuento -que en realidad les gusta porque están su padre y su madre ahí- les costará menos. No hace falta tener mil juguetes en el baño“.

Prado propone también juegos fuera del agua como un calendario de recompensas, refuerzos positivos, en el que se sumen puntos cada vez que el niño o niña se meta a la ducha sin que sus padres se lo tengan que pedir. Y Barroso recomienda una estrategia que usa en clase: poner una canción que indique que se va a cambiar de tarea para que les cueste menos la transición. La única estrategia en la que coinciden “no es una buena solución” es dejarles que decidan cuándo quieren bañarse porque “en ese caso te van a decir que nunca, que mejor otro día, que hoy no”.

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