Ellas princesas y ellos superhéroes: los disfraces infantiles de carnaval también reproducen estereotipos machistas
El sexismo en los disfraces infantiles sale a debate y se convierte en noticia cuando se produce un hecho demasiado escandaloso como para pasar desapercibido. Un ejemplo claro es la polémica que se produjo en 2017 en torno a un disfraz para niñas de 4 a 6 años que se anunciaba como de “enfermera sexy” en el rótulo de la etiqueta. En la fotografía del envase aparecía una niña maquillada, con minifalda, tacones de aguja y posando como si tuviera algo que sugerir. En aquel momento Facua-Consumidores en Acción denunció el hecho ante la Fiscalía de Menores de Madrid. A día de hoy no tiene constancia de que prosperase, pero lograron que varias grandes empresas retiraran en España este producto y otros dirigidos a mujeres adultas de sus estanterías y páginas web.
La hipersexualización es la punta del iceberg del sexismo en carnaval, su cara más visible y controvertida. Casos como el anterior, que acarrean oleadas de quejas, suelen provocar la reacción de los vendedores. Pero el problema de fondo sigue latente y es mucho más sutil: los estereotipos diferenciadores de género, también en los disfraces de niñas y niños.
Si el futuro de nuestros hijos e hijas dependiera de lo que han elegido las tiendas de disfraces para ellos y ellas, los primeros podrían permitirse soñar con ser pilotos, doctores, superhéroes, astronautas o científicos, mientras que ellas tendrían que seguir ocupando los roles de enfermera, azafata, “sirvienta”, princesa o cocinera. También vestir con faldas y estar siempre guapas. “Estamos creando modelos y despertando en ellas la creencia de que eso es a lo que tienen que responder. Hasta Frozen sigue manteniendo el concepto de princesa aunque sea una princesa diferente”, explica la psicóloga clínica Elena Daprá.
El mensaje cala
Daprá imparte cursos de igualdad a adolescentes y asegura que tiene que insistir continuamente en “combatir esa idea de que las chicas tienen que pasar su tiempo esperando a que venga un 'príncipe' a rescatarlas”. Lo tienen interiorizado y su otra gran preocupación es estar perfectas para recibirle.
“Llegan a los 15 o 16 años pensando que tienen que responder a un tipo de mujer guapa, hipermaquillada y sexualizada. Por ello buscan referentes así y creen que solo pueden subir su autoestima pareciéndose a ellas”, apunta la psicóloga. Los disfraces infantiles que se venden en muchas tiendas perpetúan este estereotipo y, según Daprá, trasladan a las niñas a una edad que no les corresponde. Ni siquiera entienden todo lo que representan con ese disfraz“.
Una oportunidad para educar en feminismo
Todas las madres y padres habrán escuchado alguna vez que “los niños son como una esponja”. Absorben todo lo que perciben a su alrededor para crear un esquema mental de su entorno, entender cómo funciona y adaptarse a él. Por eso, Daprá aconseja explicarles lo que sucede. “Puedes vestir a tu hija o hijo con un disfraz estereotipo en carnaval si es el que le gusta. Pero no podemos restarle importancia porque sea un día al año, ya que reciben mensajes sexistas a lo largo de toda su vida: en los regalos de reyes, en el colegio, en los roles del padre y la madre en casa… Por eso conviene hacer por otro lado hacer un trabajo previo y posterior al disfraz para desmontar el mensaje”.
La maestra y filóloga Alba Feijóo asegura que “en las asambleas de padres ya se empieza a entonar el mea culpa, porque al final nuestros hijos responden a estereotipos que muchas veces son los que nosotros tenemos. El primer sitio en el que aprenden es su casa”.
Por eso, “si le compras a tu hija un disfraz de princesa puedes provocar que se haga preguntas haciéndoselas tú: ¿qué crees que hace una princesa?, ¿qué más cosas crees que podría hacer?, ¿crees que podría llevar pantalón?, ¿por qué? Lo idóneo es orientarles hacia conclusiones sanas. El aprendizaje para la transformación se debe hacer desde la creatividad y no desde la imposición ni las emociones desagradables”, expone Daprá.
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