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El síndrome de la falta de atención de algunos hombres cuando se convierten en padres

Una pareja con su hijo.

Adrián Cordellat

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María vive en Valencia, tiene 40 años y una hija de dos. Está a un paso de separarse de su pareja, con la que lleva ocho años de relación. En esa separación tiene mucho que ver, precisamente, la llegada al mundo de su hija. O más concretamente, como matiza María, la incapacidad de ambos para afrontar la nueva situación, el inevitable tránsito de la pareja a la familia. “Ver cómo mi pareja ha seguido su ritmo maratoniano de trabajo desde el sexto día tras dar a luz, cuando aún estábamos en el hospital, me ha generado una sensación de soledad muy grande que creo que él nunca ha llegado a entender. Además, siempre creí que gestionaríamos la crianza de forma más equitativa. No esperaba tener que asumir que, pasado el primer año de vida de nuestra hija, si alguien tenía que frenar para atenderla, ese alguien tenía que ser yo”, explica.

Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el 46% de los más de 80.000 divorcios, separaciones y nulidades que se produjeron en España en 2020 tuvieron lugar en parejas con hijos menores de edad. El INE no recopila datos de cuántos de estos divorcios se produjeron durante el primer o segundo año de vida del primer hijo, pero lo cierto es que el nacimiento de un bebé, con toda la alegría que conlleva, también es un factor disruptivo para muchas parejas.

“Tener un bebé es una de las experiencias más estresantes a las que se puede enfrentar una pareja. El cambio que implica en el día a día, todas las pérdidas y las renuncias que lleva aparejadas tiene el potencial de acabar con una relación”, asegura Máximo Peña, psicólogo perinatal especializado en orientación a la paternidad, que considera que esto se debe a que a algunas personas les cuesta gestionar esos cambios, esas pérdidas y renuncias: “Muchas veces reclaman o pretenden seguir viviendo la vida que tenían antes del nacimiento de los hijos; y eso no puede ser, porque el nacimiento de los hijos implica todo un reajuste y un cambio. La pareja que era no va a volver a ser jamás la misma. Hay que reconstruirla tras el nacimiento de los hijos y si no hay una disposición de hacerlo por una de las partes implicadas evidentemente puede haber una ruptura”. Peña asegura que este fenómeno sucede de manera más acusada en los hombres.

Erik Pescador es sociólogo, sexólogo y especialista en masculinidades, igualdad y prevención de violencia. Asegura que en los cursos que ofrece a padres y futuros padres, una de las cosas en las que más incide es en lo que él mismo ha llamado el síndrome de la falta de atención. “Hay muchos hombres a los que les cuesta entender que ya no van a ser el centro de atención de la pareja, ni siquiera de un 10% de esa atención, porque en los primeros meses de vida del bebé toda la atención se focaliza en el recién nacido. Eso para las mujeres suele estar más claro. Sienten que no es normal, que no es justo y experimentan a veces cierta sensación de que ya no son importantes para su pareja”, explica.

María se siente identificada con ese concepto del síndrome de la falta de atención, aunque con matices, ya que explica que en el caso de su pareja este síndrome no se ha hecho evidente tanto por la atención que ella ha podido dirigir a su hija (“para él siempre es poca”), como por la aparición en su vida de una tribu de madres a la que llegó a través de un grupo de lactancia: “Él ha verbalizado en muchas ocasiones que tener esta tribu es lo que ha roto nuestra pareja, sin darse cuenta de que esa tribu estaba cubriendo en gran parte el vacío de mi sentimiento de soledad”.

Estas reflexiones las comparte Máximo Peña, que asegura que cada vez son más los padres que acuden a consulta por este motivo, por regla general “empujados” por sus parejas. Ante el psicólogo, los padres suelen referir esa pérdida de centro, el sentimiento de desplazamiento, la pérdida de vida social y de tiempo para actividades que antes eran habituales en su día a día. Otro tema que suele salir en consulta y que, según Peña, “a los hombres les cuesta encajar”, es el de los cambios en la sexualidad de la pareja, sobre todo durante los primeros meses de vida del recién nacido.

“El primer ámbito en el que muchos hombres se sienten abandonados es en el sexual bajo la lógica de 'me folla poco, me quiere poco'. Igual te quiere más que en la vida porque eres el padre su hija o hijo. El problema es que tú no eres capaz de valorar ese amor porque no estás recibiendo la cantidad de endorfinas y oxitocina que crees que mereces”, sostiene Erik Pescador. María confirma sin ambages la máxima. “Se lo he intentado explicar de muchas maneras a mi pareja, pero él parece no entender que tras parir a un bebé se produce una transformación total del cuerpo y de la mente. Aún así, bueno, hemos ido probando muy de vez en cuando para ver las nuevas sensaciones con estos genitales suturados tras un desgarro grado 2, y la cosa ha ido bien, pero follar no es mi prioridad, la verdad”, asegura María, que añade que las broncas continuas por su nulo entendimiento como familia no ayudan a generar intimidad. “Si estoy enfadada con él ¿cómo vamos a tener sexo? Así que vuelven los reproches de que siempre pongo excusas, que no me gusta... Y claro que me gusta, mi marido me parece muy atractivo, pero yo no funciono así”.

Encontrar su lugar

Para Erik Pescador, la única forma de acabar con esta sensación de abandono que experimentan muchos padres es estando donde tienen que estar, en el proceso central de ese momento que es la crianza de un hijo: “Si a ti no te han enseñado, o no sabes, o no quieres o no te colocas, desapareces del todo. Al final es una cuestión de interés, de ganas de querer colocarte. Tomar parte de la situación, de la crianza, reduce la sensación de abandono porque uno encuentra su lugar”. A encontrar ese lugar pueden ayudar, según el sexólogo, los cursos de formación a la paternidad. Unos cursos a los que, explica Pescador, antes los padres llegaban perdidos y sin expectativas. Hoy acuden igual de perdidos, pero con las expectativas puestas. “Quieren estar presentes, quieren ocuparse, tienen ganas de, pero no saben cómo”, afirma.

Para Máximo Peña es una cuestión de falta de referentes y de ausencia de relación con bebés, en un momento en el que, en su opinión, nos encontramos en plena transición hacia un nuevo concepto de paternidad. “Hay hombres que pueden haber cumplido 40 años y que quizás nunca han tenido a un bebé en sus brazos”, dice.

“Hoy el padre que solo provee y protege no es suficiente. Hace falta una figura de padre cuidador, que comparte de igual a igual los cuidados con la mujer, que entiende que en la primera etapa de vida del bebé el cuerpo de la madre es su hábitat natural y que él tiene que apoyar y facilitar esa diada e irse vinculando progresivamente con el bebé”, argumenta. «¿Cuál será su rol además de apoyarme en los primeros tiempos? Por lo que veo hasta ahora, nadie le da bola, al padre, digo, pobre hombre. Nada ni nadie le tira un cable, un cursillo introductorio de lo que tiene que hacer, un apoyo emocional que lo anticipe a la llegada de un bebé que no siente adentro (…) ¡Qué abandono del sistema, por favor! Casi casi que, si me descuido, el padre lo tiene peor que nosotras en esta materia», escribe Valeria Alonso en las páginas de 'Las heroínas también tienen miedo' (Menoscuarto ediciones).

Según Máximo Peña, el hecho de que la paternidad nunca conlleve los procesos biológicos y corporales que experimentan buena parte de las madres, pone a los hombres en una situación de desventaja que, en su opinión, sería “importante” suplir con cursos de preparación a la paternidad. “Me parece que es una necesidad urgente. Los hombres tienen miedos, dudas, inquietudes, y hace falta de alguna manera una educación parental para que los hombres se impliquen desde un primer momento en todo lo relacionado con el embarazo y la crianza”, reclama.

De esa formación, sostiene Erik Pescador, se beneficiarían los hijos y las madres: “Los estudios han demostrado que las madres que tienen colaboración de una persona cercana tienen menos procesos de depresión posparto y menos duraderos”. También, según Máximo Peña, la sociedad en su conjunto, ya que para el psicólogo la paternidad es un “momento crítico” en todo el proceso de redefinición de las masculinidades. “Es una oportunidad de cambio impresionante para la igualdad entre el hombre y la mujer. Por eso es tan importante que haya formación para los hombres en esta materia”, concluye.

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