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La Fiscalía y la Diputación de Álava mantienen en el final del juicio de Iruña-Veleia que los 'tesoros' romanos eran falsificaciones

Pieza extraída en Iruña-Veleia con una supuesta representación de la última cena

Iker Rioja Andueza

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Visto para sentencia. La magistrada Isabel María Díez Pardo tiene ya sobre la mesa todos los elementos para resolver sobre las supuestas piezas “excepcionales” del yacimiento romano de Iruña-Veleia, a 10 kilómetros de Vitoria. Aparecieron en 2005 y 2006 y se publicitaron como joyas que iban a cambiar la historia del cristianismo y del euskera y que incluso contenían jeroglíficos de la época dorada de Egipto. Acusado de daño patrimonial –o alternativamente de falsedad- y de estafa porque los soportes de las inscripciones y dibujos eran originales del siglo III, el responsable de las excavaciones, Eliseo Gil, termina tres semanas de juicio como las empezó, exponiéndose a un máximo de siete años y medio de prisión, si bien la sanción económica se ha modulado porque la estimación final de las piezas aparentemente manipuladas sería de 291 y no de 476. En el juicio se ha escuchado por boca de la Ertzaintza que podría ser la mayor falsificación de arte romano de la historia. También que eran piezas “burdas” por su contenido y errores de bulto. Gil, hasta el final, ha mantenido su inocencia. Su letrado, además, ha alentado la teoría de la conspiración y ha criticado la “fuerza” política, social y mediática que quiere tapar un supuesto tesoro histórico.

En la última sesión del juicio se han escuchado las conclusiones de todas las partes, dos acusaciones, Fiscalía y Diputación de Álava –que inició la investigación al ser la titular de Iruña-Veleia- y dos defensas –la de Gil y la de Rubén Cerdán, a quien contrató el arqueólogo para que hiciera informes que validaran los hallazgos y que se enfrenta a una petición menor de cárcel-. Ha abierto fuego la Fiscalía, que no tiene dudas de que existió una falsificación. Sin embargo, ante la posibilidad de que no quede acreditada con pruebas concluyentes la autoría de Gil, ha planteado una doble vía para lograr una condena y ha introducido la posible responsabilidad por “omisión”. “No hace falta demostrar que ha hecho personalmente las inscripciones para llegar a la conclusión de que es el autor. Tanto es autor quien falsifica como quien se beneficia si tiene dominio del acto. Por su posición de director del yacimiento, tenía contacto y acceso a las piezas. Si no hubiera sido él el autor, lo que le recomendaban era que cambiara el método. Lejos de ello, inició una huida hacia adelante. Eso demuestra que estaba totalmente al tanto lo que estaba ocurriendo con las piezas”, ha argumentado el fiscal Álvaro Delgado, que junto a Andrea Suárez ha llevado el caso.

Más agresivo en el tono ha sido el letrado de la Diputación, Francisco Javier Villarrubia. También es más dura su petición de penas, siete años y medio frente a los cinco años y medio que demanda el ministerio público. “Nadie podría esperar que se cometiese tal barbaridad en un yacimiento arqueológico con una remuneración importantísima de 3,7 millones de euros”, ha dicho en el arranque de su alegato. “La autoría es clara, clarísima. Y de propia mano. Es una acción que está premeditada. El señor Gil concibe hacer esto y lo lleva a cabo mediante actos y omisiones. Existe prueba plena y múltiples indicios con los que se puede armar una sentencia de condena”, ha dicho Villarrubia, que ve “clavadas” las inscripciones y dibujos de las piezas respecto a la prueba “indubitada” que ha servido de comparación estos años, la reproducción de una letrina con garabatos y grafitos realizados por Gil.

Ambas acusaciones han coincidido en rechazar que se haya vulnerado la cadena de custodia y que los informes -que son numerosos y de diferentes especialistas- que apuntan a la falsedad no hayan analizado las piezas tal y como se presentaron públicamente en 2005 y 2006. En este sentido, el análisis más concluyente es el del Instituto de Patrimonio Cultural de España, que ha encontrado restos de metales modernos en los surcos de las inscripciones que rompen la pátina que se acumula con el paso de los siglos. Además, hay evidencias de que las frases aparentemente antiguas que quedan incompletas por la rotura de su pieza de soporte no continúan cuando se junta la parte contigua. En otros casos hay rastros de grabado en los cantos, cuando aparentemente la rotura tendría que haber sido posterior a las inscripciones. Da hasta “vergüenza” los “millones” que ha habido que gastar para analizar las piezas y comprobar su falsedad a pesar de lo “burdo” de algunas de ellas, según la Diputación.

Ante las dudas que ya suscitaban las piezas en origen –los hallazgos aparecían siempre en el lavado y arqueólogos que trabajaban para Gil han declarado que nunca vieron las inscripciones extraordinarias al extraer las piezas-, se encargaron informes al coacusado, Rubén Cerdán. Fueron tres dictámenes. Los dos primeros se pagaron con dinero público, unos 12.000 euros. Concluyen que son piezas auténticas. Pero las acusaciones subrayan que ni Cerdán tenía titulación ni capacitación para hacer las pruebas y que tampoco se llegaron a hacer los exámenes de pátinas. Parte de los informes están aparentemente plagiados de datos de una empresa alemana, concretamente de un informe de ejemplo de un software. “Los dos juntos, con un plan preconcebido, han dañado el patrimonio y han estafado, porque han sacado dinero de ello”, ha remachado el letrado de la Diputación.

La abogada de Cerdán ha querido desvincularse de lo ocurrido en Iruña-Veleia y ha indicado que su cliente simplemente recibió un “encargo” de Lurmen, la empresa de Gil, y que la titulación es indiferente en este juicio porque no está sobre la mesa el delito de intrusismo. Cerdán –ha seguido- realizó un trabajo de “consultoría” y, a partir de ahí, entiende que la “interpretación” de los resultados y si se usaron o no para validar una falsificación es ajeno al consultor. Además, ha indicado que los 12.000 euros percibidos por los informes son sólo el 0,3% de los 3,7 millones de presupuesto de Lurmen, lo que a su juicio prueba que no hubo ni un plan ni un ánimo de lucro ilícito. “Es el abono de un servicio. Simple y llanamente”, ha concluido la abogada, que ha criticado el tono burlón con el que se ha dirigido a ella el abogado de la Diputación, quien a su vez ha protestado por el tono faltón de las defensas.

Más extenso ha sido el alegato final de Javier Martínez de San Vicente, defensor de Gil. A pesar de considerar que no hay “ni un solo argumento o indicio” que demuestre la falsedad de las piezas y mostrarse aparentemente tranquilo de que llegará una sentencia absolutoria sí o sí, ha vuelto a pedir la “nulidad” total del procedimiento. ¿Cuál es el temor de que la magistrada pueda valora las pruebas si ninguna lleva a pensar que los hallazgos arqueológicos de Iruña-Veleia no sean verdaderos? Incluso, como tercer as en su manga, ha hablado del principio de ‘in dubio pro reo’, es decir, que si hay dudas razonables de la autoría de las piezas no puede condenarse a nadie, sin que quepa la interpretación “por omisión” de la Fiscalía.

“En 28 años de ejercicio de este letrado, no he visto menor rigor jurídico” como en este caso, ha añadido el letrado de Gil. Sin embargo, no hace tanto, en la misma sala de vistas, otro abogado, el de Alfredo de Miguel (ex ‘número dos’ del PNV de Álava), dijo lo mismo de aquel procedimiento, que acabó en duras condenas por corrupción política. Lo llegó a comparar con un asunto de Cuarto Milenio, el programa de sucesos paranormales de Iker Jiménez. También entonces se vertieron muchas críticas a la investigación y se esbozaron todo tipo de teorías sobre la cadena de custodia de las pruebas, pero la Audiencia de Álava ratificó que la instrucción había sido rigurosa y minuciosa.

Al término de los alegatos, su señoría ha dado un último turno de palabra a los acusados. Cerdán ha declinado el ofrecimiento pero Gil sí que ha realizado algunas consideraciones. “He acudido [a este juicio] con una gran curiosidad, prácticamente científica, y algo he aprendido. Ha supuesto sufrir infinitamente: he visto representar mi vida profesional como una burda caricatura de lo que fue. Pero entré en la sala con dos convicciones, mi inocencia y mi confianza en la Justicia. Con esas dos mismas convicciones salgo de esta sala”, ha solemnizado. Las personas que le han acompañado en estos días de juicio le han regalado un último abrazo de apoyo, algunas de ellas entre lágrimas.

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