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“Tengo miedo de que me pille la policía”

Menores extranjeros dormitan en las calles de Melilla.

Eduardo Azumendi

El País Vasco ha sido una de las principales comunidades autónomas receptoras de menores inmigrantes no acompañados. Menores que deciden emigrar de sus países por la miseria en busca de una vida mejor. Pero, ¿en realidad encuentran esa vida mejor? Mientras son menores gozan del arrope institucional, pero cuando cumplen los 18 años su realidad cambia de la noche al día: caen en una situación prácticamente de vulnerabilidad total e incluso de irregularización jurídica: sin trabajo, sin red social de apoyo y sin residencia. La socióloga Maddalen Epelde, perteneciente al equipo de Sociología de la Universidad del País Vasco (UPV), ha analizado el fenómeno de estos menores que pasan a la mayoría de edad y la carrera de obstáculos a la que se enfrentan.

El número de menores nuevos acogidos por los Servicios Sociales Forales de Infancia siguió aumentando hasta 2008y desde esa fecha ha ido en descenso, con un pequeño repunte en 2012. Así, el número se sitúa en 2014 en prácticamente la mitad de los que llegaban en 2008, siendo 416 los menores acogidos por los servicios sociales forales de Euskadi durante el año pasado, en comparación a los 806 que se habían registrado seis años antes. En cualquier caso, “su presencia sigue siendo significativa”, recalca Epelde.

En el instante que cumplen la mayoría de edad, “estos jóvenes adquieren automáticamente plena capacidad jurídica y las administraciones cesan, en gran medida, en sus aportaciones de recursos”. Epelde se ha basado para hacer su trabajo, principalmente, en entrevistas a jóvenes que ya no son menores, educadores, técnicos y coordinadores de programas destinados a este colectivo. En primer lugar, la experta resalta que la situación laboral en la que se hallan estos jóvenes es “compleja, encontrándose la mayoría desempleados” y lo atribuye a la influencia que ha tenido la crisis económica sobre ellos es notable. Los educadores, expertos y los mismos jóvenes mencionan que hace algunos años, en época de bonanza económica, no era difícil que encontrasen un puesto de trabajo en el sector de la construcción, hostelería, etc. Sin embargo, el contexto socioeconómico actual dificulta la obtención y el mantenimiento de un empleo. “La tasa de empleabilidad de los ex menores no acompañados ha bajado significativamente. El porcentaje de los que encuentran un empleo ha bajado en picado. Si antes salían el 95% con trabajo, ahora… como mucho un 30%”, destaca una educadora del proyecto Mundutik-Mundura, financiado por la Diputación de Bizkaia.

Y en esta línea, las dificultades con las que se encuentran a la hora de obtener un empleo se acrecientan. Por un lado, “los trabajos de baja cualificación, que son a los que estos jóvenes pueden optar, son los que más han disminuido a causa de la crisis. Pero además de ello, la investigación muestra que el proceso que debe de seguir un empresario para contratar a uno de estos jóvenes es largo y costoso, hecho que muchas veces les lleva a seleccionar a una persona autóctona”, recalca Epelde.

Así, la mayoría de los exmenores inmigrantes no acompañados señala que tiene dificultades para afrontar los gastos del día a día, con lo que no pueden cumplir con uno de los objetivos principales que motivaron su proyecto migratorio: mandar dinero a la familia de origen.

Dormir en la calle

Su situación residencial también resulta complicada, hasta el punto de que algunos de los entrevistados están viviendo o han tenido que vivir en algún momento en la calle, con todos los riesgos que ello supone. “Algunos de los jóvenes”, apunta la socióloga, “mencionan haber consumido drogas para hacer frente a la sensación de frío, miedo y olvidar las penurias por las que estaban pasando. Por todo ello, no es extraño que tanto los profesionales que trabajan en contacto con ellos como los mismos jóvenes sostengan que en los últimos años se constata una tendencia hacia la irregularización jurídica”.

Los educadores afirman que con la crisis los problemas para renovar la documentación son cada vez mayores. “Las dificultades para acceder al mercado de trabajo, las precarias prestaciones económicas de emancipación que reciben, e incluso la imposibilidad de acceder a ellas, han repercutido claramente sobre la situación jurídica de estos jóvenes”. A lo que se suma que la red social de estos jóvenes está constituida casi exclusivamente por otros compañeros que han conocido en los centros de acogida en los que han vivido durante su minoría de edad, y que se encuentran en su misma situación. “La relación con la gente autóctona es muy reducida. El hecho de que durante la minoría de edad hayan tenido que vivir en centros específicamente creados para el colectivo no facilita dicho contacto; estar desempleados y en situación administrativa irregular también constituyen un impedimento para relacionarse con gente de la sociedad receptora, un hecho que les puede llevar a una situación de aislamiento social”.

“Pues antes salía, pero ahora ya como está la cosa, tampoco. Ahora tengo miedo de que me pille la policía. Entonces, hablamos en internet…”, admite uno de los jóvenes, quien ha estado supervisado por el Programa Hemen, dela Diputación de Bizkaia.

El que no se relacionen con la población vasca “impide que haya un contacto intercultural y que los jóvenes extranjeros puedan conocer más de cerca la cultura y las costumbres de la nueva sociedad. A su vez, los autóctonos tampoco pueden saber más acerca de aquellos que a sus ojos son unos ‘extraños’ que han venido a su país. Todo ello, puede suscitar actitudes racistas, y así lo afirman la mayoría de los educadores, técnicos y los mismos jóvenes”, advierte Epelde.

“Encontrarse en situación administrativa legal”, añade, “les posibilitaría salir a la calle con tranquilidad, sin miedo de que la policía les cogiera y devolviera al país de origen, facilitando así el contacto con la comunidad. Esas relaciones les posibilitarían conocer mejor la cultura de la sociedad de acogida, practicar el nuevo idioma e incluso dar a conocer sus propias costumbres. A parte de información, también podrían recibir apoyo emocional y material. Y todo ello ayudaría a que los jóvenes extranjeros se sintieran mejor en la sociedad de acogida, facilitaría que se reconocieran como parte de la misma”.

Vías complementarias

Por lo tanto, la integración en la dimensión cultural tampoco se está produciendo y ello dificulta a su vez la integración en la dimensión identitaria. “Los jóvenes perciban la sociedad de destino como un entorno amenazante y ello les impide que se sientan identificados con la nueva sociedad y que desarrollen un sentimiento de pertenencia a ella. Las entrevistas muestran que muchos de ellos se encuentran con grandes problemas a la hora de definir su identidad, al no poderse identificar ni con la sociedad de origen ni con la de destino. Los educadores y técnicos también son conscientes de esa realidad”.

En definitiva, los recursos destinados a la emancipación del colectivo, como pisos de emancipación, prestaciones económicas, apoyo jurídico y formación se están mostrando insuficientes para lograr la integración del colectivo. De todas formas, al cumplir los 21 años de edad quedarían de nuevo fuera del apoyo institucional. Por ese motivo, el objetivo principal de las ayudas es conseguir la rápida inserción laboral de los chicos, para que así puedan hacer frente a sus necesidades por sí mismos.

Pero el actual contexto de recesión económica en la que las tasas de desempleo han llegado a alcanzar niveles muy elevados y encontrar empleo se ha vuelto casi imposible para estos jóvenes, parece “insuficiente seguir trabajando únicamente en dicha dirección. Hay que empezar a pensar en vías complementarias a las tradicionales, siendo una de ellas la que tiene que ver con la red social del individuo”.

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