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El sector lácteo vasco, tocado pero no hundido

Los ganaderos del resto de la cornisa cantábrica han sufrido una caída de precios más acusada| Foto: JOAQUÍN GÓMEZ SASTRE

Natalia González de Uriarte

Felisa Galdós nació entre vacas y morirá entre ellas. La primera cara que ven los terneros que vienen al mundo en la explotación de esta veterana ganadera alavesa es la suya. Los cuidados y atenciones que han recibido cada mañana esos retoños y el resto de criaturas de la cabaña vacuna, compuesta por más de 200 cabezas, les llegaban de manos de Felisa. Solo después del ritual matutino, que en esta absorbente profesión se inicia antes de despuntar el día, con el preparado del forraje, la limpieza y el ordeño del ganado, Felisa pasaba a ocuparse de los otros hijos que tutela, los biológicos- ahora ya independizados-. Y una vez que enfilaba a los chavales hacia el colegio, retomaba la tarea con el ganado. Así día tras día, durante cuatro décadas. Una vez escuchado el relato sobre sus vicisitudes al frente de su granja, a los pies del embalse alavés de Villareal, toma sentido que la curtida vaquera considere a cada res como parte de su familia. Casi se cuentan con los dedos de una mano los días en que se ha separado de su cabaña vacuna: durante un escueto viaje de novios y las tres jornadas de libranza que se permitió el pasado año.

Esta profesional, que a día de hoy roza la jubilación, se entregó en cuerpo y alma y en contra de su padre- también ganadero- al negocio de la producción láctea, empujada por una vocación incontestable. Y esa dura y abnegada dedicación sí le ha deparado satisfacciones a nivel profesional pero no se ve recompensada económicamente, ni en su caso, ni en el resto de los productores de leche que malviven en Euskadi.

Tras una larga existencia dedicada a la ganadería -que repetiría de volver a nacer, pese a sobresaltos continuos como los ataques de novillas alteradas por los embarazos- habla con criterio sobre un sector que atraviesa, a su juicio, un estado muy crítico pero al que pronostica una salida. “Quiero creer que en el País Vasco hay futuro para el sector lácteo”, afirma tímidamente.

El agujero económico que esconden las granjas

Ha sido testigo del goteo de cierres de explotaciones vecinas. Los titulares de muchos caseríos, incapaces de soportar el agujero económico que esconden sus granjas, ahogadas por fuertes inversiones imposibles de recuperar con los rendimientos que hoy día perciben por su trabajo, se ven obligados a abandonar la actividad. Y es que desarrollar su profesión les cuesta más de lo que el mercado está dispuesto a pagar por ella. “Ni me imagino en qué condiciones lo habrán dejado. Siempre estamos hasta al cuello. No hay margen, no hay margen”, repite Felisa como una letanía. Aún así, confía en que ese sector gravemente amenazado por unos precios por litro en caída libre, sobreviva a esta crisis sin precedentes, la tercera desde el 2009. “Estamos muy mal, pero tengo esperanzas”, insiste Felisa.

Alberga cierta ilusión pese al futuro incierto de la industria láctea en Euskadi. Las explotaciones se han reducido un 55% en los últimos 10 años y en un 86% en los últimos 20. De las 2.978 activas en 1994 y las 932 en 2004, en la actualidad solo quedan 421, según los datos manejados por el sindicato Euskal Herriko Nekazarien Elkartasuna, EHNE. Un escenario poco alentador pero no el peor. El resto de los territorios de la cornisa cantábrica vislumbran un mañana aun más negro. Y así lo reconocen los propios afectados. “Aquí hemos sufrido menos los efectos de la crisis gracias el modelo cooperativo por el que se rigen muchas explotaciones. Gracias a Kaiku, Iparlat y algunas cooperativas unos pocos ganaderos mantienen unos precios bajos pero razonables. Otros, en cambio, ni siquiera llegan a cubrir los costes”, detallan desde ENHE. Felisa García respalda esta valoración. “En tiempo de bonanza, cuando otras empresas nos ofrecían el oro y el moro, nosotros apostamos por seguir con Kaiku. Eso nos ha salvado”, resalta García.

Este modelo cooperativo también convenció a Unai Campo, de Costera, una localidad perteneciente al municipio alavés de Ayala. Unai es un ganadero joven miembro del Comité Ejecutivo de UAGA -la Unión Agroganadera de Álava- que ha relevado a su padre en la explotación y saca adelante a 150 animales, “que tienen que comer todos los días”. Mantiene a flote el negocio mientras ve como otros se hunden. “En épocas muy buenas, cuando los precios estaban disparadísimos y se pagaban hasta 80 de las antiguas pesetas por litro, se aprovechó para hacer importantes inversiones y mejorar las granjas. Pero fue una trampa. Después empezaron a caer los precios hasta límites insospechados y la gente no ha conseguido remontar. Muchos se han arruinado”, lamenta Campo.

Los ganaderos con cierto recorrido han sido testigos de las oscilaciones del precio de la leche, tanto en momentos de subidas -en contadas ocasiones- como cuando se desploman, pero la tendencia a la baja de los últimos meses, progresiva e imparable, les alarma. Desde EHNE aseguran que actualmente son frecuentes los precios entre 0,24 y 0,28 euros el litro mientras que el precio marcado en junio como el que garantizaría los costes de producción fue de 0,356 euros por litro. Incluso han denunciado que hay caseríos en los que han recibido 0,15 euros por el litro “debido a las prácticas de bajos precios que manejan ciertas industrias”.

Solución a nivel político

Detrás de esta nefasta evolución apuntan varios factores: el fin de las históricas cuotas para la leche de vaca de la UE tras 30 años en vigor; los 13 meses de veto ruso a la importación de productos procedentes de Occidente o la recesión económica de China, que ha dejado huella también en los ganaderos europeos al no poder exportar al gigante asiático.

Ante esta difícil coyuntura sindicatos y afectados coinciden: no caben medidas puntuales y aisladas sino que deben abordarse desde un enfoque global. “No es un problema de España. Afecta a toda Europa y ha de solucionarse a nivel político. Países como Francia, con explotaciones extensivas, sí consiguen mover el mercado pero otros, con otro tipo de granjas de dimensiones más reducidas, como la mayoría de las de la cornisa cantábrica, no tiene esa capacidad”, remarca Unai Campo.

Ante esta panorama, las medidas anunciadas por la Comisión Europea para combatir la crisis láctea, son del todo decepcionantes para los afectados. “Pan para hoy y hambre para mañana”. Consideran que el organismo europeo se limita a aplicar subvenciones parciales y coyunturales, “al tiempo que se sigue estimulando una producción excedente a precios ruinosos que continuará hundiendo las rentas de los ganaderos y ganaderas”.

Desde ENBA, la organización agraria de los 'baserritarras' profesionales de Euskadi, recomiendan la agrupación de los ganaderos en cooperativas, ya que, al menos y de momento, tal y como se ha demostrado en la práctica, “ganan un volumen que les permite negociar precios en condiciones dignas”.

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