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La solidaridad quebrada por Maroto

Clases de castellano dirigidas a extranjeros impartidas por personal de Prestaturik.

Natalia González de Uriarte

Hubo un tiempo no muy lejano en que Vitoria-Gasteiz hacía gala de la hospitalidad de su ciudadanía hacia el foráneo. La solidaridad era entendida entonces no como mero sentimiento sino como compromiso y se practicaba con entusiasmo. En los últimos años se ha ido diluyendo esa particularidad que definía a la ciudad tanto como su espíritu verde. A fuerza de recortes se arrinconan los proyectos de las organizaciones sin ánimo de lucro.

Al mismo ritmo se desgasta esa vocación solidaria, innata en algunos y forjada en otros a base de practicarla siguiendo el ejemplo marcado desde unas instituciones, las alavesas, volcadas tradicionalmente en la ayuda al desarrollo y la protección social.

El férreo consenso de los grupos políticos en torno a ese asunto se ha roto. El Gobierno municipal, dirigido por el PP, ya sucumbió a mitad de legislatura a la tentación de recortar dinero de las partidas destinadas a países en vías de desarrollo, siempre los primeros damnificadas de los presupuestos. El Ayuntamiento, tradicionalmente concienciado con este área y que destinaba más del 0,7% a este fin, rebajó con el PP en la Alcaldía aportación al pobre 0,1%, quedándose en 386.000 euros.

Esa medida, que tristemente pasó desapercibida para miles de vitorianos, marcó el inició de otras tantas similares tomadas por el alcalde Javier Maroto. Así, la retirada de fondos se lo ha puesto muy difícil a las ONG para desarrollar sus proyectos.

Fondos de cooperación desviados para las AES

Las críticas se han ido sucediendo por la ruptura del compromiso de la ciudad con el desarrollo pero subieron de tono al quedar al descubierto a finales del 2013 una maniobra del equipo de Gobierno: desviar fondos que la Sociedad de Aguas AMVISA destina a Cooperación al Desarrollo. Retiraron 350.000 euros con la excusa de poder cubrir las Ayudas de Emergencia Social como si no hubiese otras partidas -asesores, publicidad, gastos de representación, informes...- de las que se pudiera rascar para ayudar a las personas más necesitadas. La Coordinadora de ONG compareció en la Comisión de Políticas Sociales del Ayuntamiento para reprochar a la corporación la decisión tomada por el equipo de Javier Maroto.

Las prácticas restrictivas se han ido extendiendo hasta la actualidad. Una de las últimas mermas de la financiación en este ámbito provocó la interrupción del proyecto Goian. El Ayuntamiento ha dejado sin asignación económica en sus presupuestos prorrogados del 2015 a esta propuesta de intervención socioeducativa destinada a los escolares del Casco Medieval. El programa, durante su vigencia, ha prestado atención a los niños y jóvenes del barrio en el ámbito de las actividades extraescolares y, de un modo relevante, a quienes se encuentran en situaciones de vulnerabilidad social.

Suspensión de programas de integración

No ha sido el único cese de actividad. La asociación Prestarutik también se vio obligada a bajar la persiana por falta de financiación municipal. La finalidad de este colectivo ha sido durante sus 11 años de vida facilitar la integración de los inmigrantes en Vitoria. Pero en enero tuvo que cerrar sus puertas al perder la subvención que recibía del Ayuntamiento tras prestar asistencia a más de 11.000 personas desde 2003.

Las asociaciones que trabajan en defensa de los sectores desfavorecidos pierden fuelle aunque la mayoría resiste la retirada de fondos. Pero esa resistencia mostrada por las ONG para mantener su compromiso a flote ha sido mucho más tímida entre el resto de la sociedad alavesa. El talante desprendido desde el que se tendía sin dudarlo la mano al necesitado se va frenando.

La ciudadanía se siente confusa ante un dilema perverso: se debate entre ayudar al autóctono o al venido de lejos como si unos fuesen más vecinos que otros. El alcalde Javier Maroto abrió la veda a este ejercicio selectivo, inapropiado en un sistema de reparto de ayudas basado en baremos equitativo con unas declaraciones que han puesto bajo sospecha al inmigrante al relacionar el fraude con ese núcleo poblacional y proclamar sin freno que “marroquíes y senegaleses viene en Vitoria a vivir de las ayudas sociales”.

Menos dinero para alimentación

Tras este discurso lanzado desde la propia Alcaldía se mira con recelo el ajeno porque, según ese mensaje, se lleva lo que corresponde al patrio. Hay pocos entre los golpeados por la crisis que no se agarren a ese pretexto para reclamar prestaciones y más, cuando éstas se reducen. Los trabajadores de los servicios sociales de base municipales escuchan ese argumento a diario sobre todo desde que el Ayuntamiento aplicó una rebaja precisamente en las ayudas a la alimentación. A principio del 2014 se disminuyeron las cuantías y se dejó de entregan el dinero en metálico. La ayuda se entrega desde entonces mediante una tarjeta canjeable en ciertos supermercados. En dicho soporte se introduce el saldo que corresponde a los perceptores para cubrir sus necesidades básicas.

Esta fórmula adoptada por el Gobierno de Javier Maroto “para garantizar una mayor control de estas percepciones”, no estuvo exenta de polémica. La plataforma por los Derechos Sociales de Vitoria solicitó sin éxito en Comisión municipal la recuperación del antiguo sistema de ayudas económicas frente al novedoso soporte instaurado por el Ayuntamiento y que bautizaron como la “nueva tarjeta de racionamiento”. Las propias trabajadoras de los servicios sociales municipales desaconsejan el nuevo método adoptado porque supone “un retroceso hacia medios asistencialistas y de beneficencia”. Pese a la rotunda oposición mostrada desde varios frentes, este mecanismo tan cuestionado sigue vigente.

La solidaridad, foco de conflictos

Tras el recorrido desarrollado por el equipo de Javier Maroto en la gestión de la ayuda al desarrollo y las prestaciones sociales y sus proclamas vinculando el fraude en las ayudas y los inmigrantes, cuesta reconocer entre la ciudadanía ese interés hacia las causas ajenas. Maroto ha sembrado la duda y se deja notar. La solidaridad desde el pleno convencimiento se ejerce pero sin hacer alarde, desde la moderación. Es foco de conflictos. Su práctica puede chocar con la oposición de aquellos que la cuestionan en función de hacia quien se ejerza. Está en entredicho la asistencia prestada hacia ciertas etnias o colores. Se reclaman ayudas justas, presuponiendo que no los son, en cada esquina y se extiende entre la sociedad una creencia, que la asistencia al de fuera merma recursos para el vitoriano de toda la vida. La confrontación social latente se refuerza con ese discurso que convulsiona la convivencia en Vitoria. Para buscar la integración y afianzar el entendimiento entre diferentes surgió hace unos meses la iniciativa Gora Gasteiz.

El balance tras esa particular trayectoria de Maroto en materia social se salda con causas pendientes en cooperación y con ese clima enrarecido en la ciudad percibido desde muchos sectores, además de una petición de amparo ante la ONU para que garantice los derechos de la población inmigrante.

Vitoria-Gasteiz parece haber retrocedido a esos tiempos en los que no podía presumir de su carácter solidario.

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