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“Lo primero son las víctimas, y ahí no hay dolor pequeño”

Gloria Cuartas, activista por la paz y los derechos humanos y exsenadora colombiana.

Aitor Guenaga

Bilbao —

Gloria Cuartas (Sabaneta, Colombia, 1960) es geógrafa de formación. Y se nota, porque en todo momento en la entrevista se refiere a la importancia de los espacios: para las víctimas, para los relatos sobre la violencia y los derechos humanos. O la construcción de la “geografía de la esperanza” que, a su juicio, se vive en el País Vasco. Esta activista por la paz ha visitado estos días Euskadi justo cuando en su país la liberación del general Rubén Daría Alzate, secuestrado por la guerrilla de las FARC en noviembre pasado, y de otros militares ha permitido reactivar las conversaciones de paz en La Habana. Aunque Cuartas aun se pregunta “qué buscaba el general en una zona calificada de conflicto de alta confrontación militar”.

Cuartas antiende a eldiarionorte.es justo antes de una mesa redonda organizada por la Fundación Cultura de Paz, junto a la Secretaría de Paz y Convivencia del Ejecutivo vasco. Integrante del movimiento Colombianas y Colombianos por la Paz, Cuartas ha sido además de regidora del municipio de Apartadó, senadora y directora del Instituto Distrital de la Participación y Acción Comunal. En 1996, logró el Premio por la Paz de la Unesco y ha recibido galardones por su trabajo en favor de los derechos humanos.

¿Qué tal la jornada de trabajo en el País Vasco?

Hemos estado con la Fundacion Cultura de Paz, que dirige Federico Mayor Zaragoza, en estas jornadas compartiendo y discutiendo sobre como desde nuestras experiencias, que son tan diferentes a las que se viven en el País Vasco, se puede rodear y acompañar los procesos políticos que se están produciendo aquí. La cuestión del debate estaba centrada precisamente en el título de la jornada, cómo derribar los muros existentes y cómo construir puentes. Y desde ese lugar entendemos como la historia de los conflictos hay que espacializar la memoria.

Espacializar la memoria, vaya 'palabro'. ¿Qué es lo que quiere significar exactamente usted con ese concepto?

En participación, yo soy trabajadora social y geógrafa, hablamos de cómo la memoria tiene un lugar. Cuando el mundo habla de las víctimas, es muy importante comprender esos espacios que han sido rotos, esos lugares que tienen nombres, calles, espacios y cómo se han construido esos relatos, algo muy importante. Cada uno, desde donde está, construye su propio relato.

Esa es una de las batallas que precisamente se está viviendo en Euskadi tras el cese definitivo de la actividad terrorista de ETA: la del relato o los relatos.

Hay que entender primero la particularidad y el respeto al tocar el tema vasco, como hemos hecho durante toda la jornada. Hay unas dinámicas y particularidades en el País Vasco. Y luego está que, desde nuestras experiencias, los ritmos son distintos. Ante su pregunta entiendo además que hay tensiones políticas, tensiones económicas y tensiones de las distintas expresiones sociales a la hora de hablar de cómo rodear la paz. Ha sido muy significativo los llamamientos que se hicieron en favor de la paz en la Declaración de Montevideo en enero pasado, que tuvo mucho sentido por la participación de latinoamericanos que están permanentemente viendo cómo acompañar desde América Latina lo que está pasando en el País Vasco y sus esfuerzos por la paz. Y en esa declaración, se reconocía el valor de la Conferencia de Aiete, las dinámicas políticas de los partidos con sus dificultades, claro.

De esa Declaración de Aiete y del cese definitivo de la violencia terrorista etarra se han cumplido ya tres años.

Desde la perspectiva de la convivencia y la paz, hemos valorado mucho ese movimiento por parte de ETA, una decisión unilateral. Creo que eso es una característica muy importante y diferente a cómo se vive en el caso colombiano. Por eso consideramos que hay que valorar los gestos de paz que habiliten confianza política. También hemos valorado el Plan de Convivencia gubernamental, que deja claro los esfuerzos que se están haciendo desde las instituciones y el Gobierno.

¿Considera que hay un impasse por parte del Gobierno español en relación a los gestos que se pueden hacer? La política penitenciaria no se ha cambiado en relación a los presos de ETA y el propio presidente Rajoy ha señalado que no tiene ninguna intención de acabar con la dispersión, política que considera acertada.

Son temas sensibles, son temas que seguramente tendrán sus propios ritmos para abordarlos. Pero desde la mesa de trabajo se reconocio el gesto político, que ya lleva un tiempo, por parte de ETA y que además son gestos de no retorno.

¿Se refiere al cese definitivo de la violencia terrorista?

Sí, son gestos que están planteando un ambiente político que podría generar en el futuro un nivel de confianza para abordar temas que tienen que ver con toda la política penitenciaria. Pero ese tema pasa por la política. Y ahí es importante no solo el esfuerzo de los partidos, sino que también sea parte de la agenda ciudadana a la hora de instalar otros temas que son transcendentales en la construcción de un país.

¿En qué temas concretos está usted pensando para llenar esa agenda ciudadana?

Lo primero, sin duda, el respeto a las víctimas. Y ahí no hay dolor pequeño, eso es algo que debe estar claro. Quienes venimos de otros países con una experiencia del dolor, sabemos que las narrativas, los dolores, el impacto hay que tratarlos con mucha delicadeza porque en el medio está la vida y el futuro de nuestra gente. El País Vasco no es un lugar hegemónico, y probablemente superar los problemas económicos, las crisis, la inversión de lo publico y ver cómo se materializa en espacios donde la protección y garantía de los derechos humanos se evidencia: en la educación, en la capacidad política de discusión pública que pueda tener la ciudadanía.

Aunque en una coyuntura muy diferente a la nuestra, Colombia también vive un proceso de final de la etapa violenta con las conversaciones entre las FARC y el Gobierno en La Habana.

Quiero dejar claro que ustedes aquí están construyendo una geografía de la esperanza. Y nos ayuda a pensar que también eso nos puede pasar en Colombia a la gente de mi generación que ve como se producen los relevos generacionales con gente nueva que trabaja por la paz, que es un derecho aun en medio de todas las dificultades. La paz tiene significados distintos para todo el mundo. En el caso Colombiana, debo referirme a mi experiencia como alcaldesa en un pueblo que está frente a Panamá.

Efectivamente, Apartadó.

No son casos ni mucho menos comparables. En Colombia, nosotros no conocemos sino la guerra. Nosotros hemos tenido desplazamientos, desapariciones, erradicación de partidos políticos como la Unión Patriótica, procesos que han convivido con megraproyectos que se consolidan, por ejemplo, en esta zona que se encuentra frente a Panamá, una de las zonas estratégicas para lo que es el modelo neoliberal que siempre requiere un tipo de educación, un tipo de política y este caso en la frontera de Panamá lo evidencia. En Colombia hemos percibido la importancia del acompañamiento internacional para resolver nuestro proceso. Valora el papel de Venezuela, de Cuba, de los países europeos que han acompañado la decisión, que no ha sido fácil. Cuando arranca el proceso, el Estado colombiano asesina a Guillermo Cano, lo que fue una causa de profundización del conflicto y hay que valorar que el camino siguió. Y fue así porque hay una demanda ciudadana para que se construyan espacios para la paz.

¿Y qué perspectivas ve en esas conversaciones en la Habana, tras los ultimos secuestros de las FARC?

De los cinco puntos genéricos, hay menos hay tres que ya van hacia una aproximación: me refiero a todo lo relacionado con el desarrollo rural con un enfoque territorial, el tema que tiene que ver con la participación, algo que para mí es central porque se habla de participación directa y no solo representativa. Eso puede ayudar a generar debates que muestren otra geometría del poder y ver ahí el papel que tienen que jugar las organizaciones de base. Y tercero sería el hecho de que las víctimas estén en la Habana conversando ayuda también a mostrar la importancia de ese ejercicio.

La Habana es un acuerdo, pero el postacuerdo va a ser muy difícil, aunque al final las víctimas han convertido el dolor en potencia política. Nuestra prioridad ahora es parar la guerra y que Colombia pueda discutir el problema político, el debate sobre el modelo de desarrollo.

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