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Elsa Llorente, periodista feminista de la cuarta ola

Elsa Llorente, durante una intervención en laSexta.
3 de agosto de 2024 21:27 h

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“Mamá se muere”, me dijo la pequeña Claudia (6 años) mientras me abrazaba al salir de la habitación de hospital, donde su madre y su padre acababan de comunicar a ella y a su hermano el cercano final de la joven periodista Elsa Llorente (@ElsaLlorente), aquejada de un cáncer de mama metastásico. El mayor, Manuel (9 años), había reaccionado a la noticia sumido en un ataque de llanto, una respuesta de mayor realismo, como corresponde a su edad, aunque ambos disfrutaran de lo lindo con el Scalextric inmediatamente después. Bendita inocencia. Este último encuentro con la familia nuclear, cuando comenzó el duelo para los niños, se suma a otros de similar valentía, generosidad y sinceridad que mantuvo con su esposo Iago Panea (@iagopanea), sus padres Mari y Julio, hermana Lidia Llorente (@LidiaLlorente) y buena parte de la gran familia de parientes y amistades que la acompañamos en los últimos pasos de su vida física. Hoy ya sabe casi todo el mundo que Elsa es mucho más que una profesional como tantas de radio y televisión; es una feminista que ha dejado una huella memorable —como se ha visto por el impacto inusitado causado por su fallecimiento— tanto en los medios de comunicación como en la lucha de las mujeres por sus derechos, convertida ya en un ejemplo para las que quieran surcar este camino en el mundo del periodismo, dentro de la denominada cuarta ola del feminismo.

En este planeta, que ella tanto preservaba y disfrutaba, la existencia biológica es un hecho que lleva implícito algo tan natural como la muerte aunque, curiosamente, nadie nos prepare para ella y suponga para los humanos un hecho traumático. Sin embargo, esta mujer de apenas 43 años supo cómo afrontar el momento, tal era su actitud positiva ante la vida, su fuerza y el empuje con el que construyó una red profesional, de amistades y familia, en un equilibrio sorprendente y raramente alcanzado por cualquiera de nosotras. Ha escrito nuestra colega MayteCarrasco (@maytecarrasco74) que “la guerra nos define” porque es como un aparato de rayos X que saca lo mejor y lo peor que llevamos dentro. Y ella (corresponsal de guerra) sabe que en los momentos límite surge la identidad real de cada persona rebelándose como ángel o demonio. Así ha salido a la luz la personalidad de Elsa cuando la vida la puso ante el abismo.

Resulta extraño que, con una corta trayectoria profesional de apenas dos décadas, se haya convertido en referente del buen hacer en un trabajo en el que -como dice Kapuscinski- “es tan feudal que hay que esperar años y años para conseguir cierta posición profesional”, algo que podría permitirte elegir y plantear ciertas exigencias. A @ElsaLlorente no le hicieron falta muchos años para saber qué es lo que quería para su proyecto de vida y, desde el principio, tuvo muy claro que su pasión por el periodismo no le iba a impedir desarrollar sus afectos, vida familiar, valores y sensibilidad social, como demostró en sus 43 años de existencia.

Tras pasar por Telemadrid (2003-2008) acabada la carrera, en la redacción de CNN+, conoció al amor de su vida con quien ha vivido tres lustros, y con el que coincidiría después cuando él era realizador de La Sexta o Atresmedia. Con su pareja, programó la cronología de su maternidad, pieza clave en la vida de toda mujer trabajadora. Lo sabemos desde que el feminismo nos enseñó el camino de la autoconciencia para reclamar el derecho a compartir el espacio público con los varones. En esa lucha, hemos sido siempre unas intrusas dentro de un sistema masculino, en el que afrontamos resistencias lógicas cuando nos propusimos seguir la senda de las que en otros países ya habían roto con la dicotomía entre lo público y lo privado, que nos relegaba al hogar y los cuidados. En nuestra salida en masa al mercado laboral, en los años 60-70, las de mi generación protagonizamos una “invasión” (Mary Beard dixit) que suponía descabalgarlos a ellos del pedestal al que se habían aupado apoyados en nuestros hombros, según metáfora de la filósofa Ana de Miguel. Nadie podía pensar que pretender menguar la presencia masculina en el espacio público para intentar ocupar nuestro sitio iba a ser coser y cantar. Dejamos muchos pelos en la gatera y cada una gestionó la situación con los recursos que pudo para reclamar su sitio. Unas adoptaron una versión andrógina de agresividad en las formas y no sólo en el atuendo sino en el modo de hablar y actuar. Otras, optaron por la obsesión del perfeccionismo para estudiar más, trabajar mejor, disimular las debilidades (incluida la regla, la menopausia o el embarazo) para hacernos perdonar nuestra condición femenina y así llegar a ser consideradas tan valiosas y reconocidas laboralmente como los hombres, que no hacían ni la mitad que nosotras para conseguir lo mismo o más.

@ElsaLlorente —como feminista de su tiempo— rechaza visceralmente ese modelo y en muchas ocasiones dio muestra de ello en las encrucijadas laborales en las que siempre antepuso la conciliación de su vida personal y familiar al dinero o los galones, reclamando, sin un paso atrás, un espacio integral como mujer y periodista porque lo personal también es político, como nos enseñó la maestra Simone de Beauvoir. De acuerdo con estos principios, tomó decisiones a lo largo de toda su carrera e incluso, estando en el paro tras salir de CNN+ y La Cuatro (2008-2010), rechazó una oferta para ser corresponsal en Roma porque le habría supuesto un grave desgarro emocional al alejarla de su familia, amistades y entorno social. En los años que ejerció el periodismo televisivo, donde los egos y la avaricia ciegan a tantos y tantas con el consiguiente deterioro humano, eligió destinos de realización personal compatibles con sus intereses de madre, esposa, hija, hermana, es decir, de persona libre. A medida que la vida le pedía prestar atención a su vida personal, fue pasando del reporterismo en informativos de La Sexta Noticias (2010-2022) a la edición y codirección en Más Vale Tarde y, en una etapa posterior, eligió la investigación y el guion en el programa semanal La Sexta Columna. Apostar por la radio en la Cadena Ser (2022), de la mano de su amigo Javier Ruiz (@Ruiz_Noticias), la apasionaba en cada post que grababa, incluso estando ya enferma de cáncer.

Descendiente de una familia andaluza que se desplazó a los suburbios de Madrid en los movimientos migratorios de los años 50 y 60, se sentía orgullosa de sus orígenes y la lucha por la supervivencia de sus abuelos tanto como por haberse convertido en la primera graduada universitaria de la saga. En coherencia con su ideología, entendió el periodismo como un compromiso social del que se teñía su trabajo, convencida de que las personas son un material muy valioso y el planeta un lugar para disfrutar y preservar, como mandan los cánones de esta profesión. En la memoria de la audiencia de La Sexta permanecerá para siempre su imagen como la periodista que retransmitió el 15M, al minuto y en directo, desde la Puerta del Sol. En las redacciones por las que pasó, tejió una red humana inseparable a la de sus muchas amistades, a base de solidaridad y empatía, compañerismo, profesionalidad y rigor en el tratamiento de la información. Era la colega siempre disponible para ayudar en cualquier circunstancia profesional pero también humana y a cada medio al que llegaba, aupaba a quienes se quedaban atrás. Así hizo con su íntima amiga y compañera Laura López (@lauralvalero) y con quienes se quedaron en la calle tras el cierre de CNN+. “Ponía la Guiness como nadie en el Paxtons de Londres. Servía para todo”, me dice esta periodista de raza rememorando las aventuras que compartieron como estudiantes trabajando en la hostelería londinense.

A menudo, hablábamos —de periodista a periodista, suegra y nuera— del feminismo de su tiempo y el mío, de los techos que nosotras tuvimos que romper para que ellas puedan ahora disfrutar del permiso de maternidad ampliado y sus parejas, del de paternidad, piedra angular de una educación en igualdad. Pudo exigir condiciones para ejercer de madre sin renunciar a su prestigio profesional del que dio pruebas sobradas. Sin ir más lejos, apenas unos meses antes de ser avasallada por el cáncer, anunció en exclusiva el acuerdo de sindicatos y Gobierno sobre la reforma laboral, como periodista de información laboral en la Cadena Ser.

Ella miraba con espanto las eternas jornadas que tantas tuvimos que hacer en el pasado con la consiguiente culpa de haber abandonado a los hijos. Al mismo tiempo, reconocía el esfuerzo que hicimos los que somos abus al haber educado a nuestros hijos de acuerdo con los principios feministas, como @IagoPanea, que compartía con ella todo el esfuerzo de crianza de Manuel y Claudia, también gracias a las leyes que otorgan permisos por enfermedad o cuidados a los varones. Ambas hablábamos con resentimiento de aquellas redacciones llenas de hombres machistas o mujeres solas en las que a las madres se nos miraba con lupa mientras ellos consolidaban sus carreras en la fratría nacida de las copas del bar de la esquina (ahora llamado el afterwork).

Como dice la gran Cristina Almeida, el feminismo es una carrera de relevos y ahora les toca a las nacidas en los 80 tomar el testigo de las que nos vamos retirando, asumiendo que quedan muchas estructuras por reformar, que el riesgo de involución no está lejos y adaptando la ideología feminista al siglo XXI sin dogmatismos ni rencores, como siempre hace @ElsaLlorente, que no se pierde una manifestación en familia ni un acto en pro de la igualdad, siendo Manu y Claudia muy pequeñitos. Fue presentadora de los premios de la Asociación de Mujeres Progresistas y colaboró en actividades de la concejalía de Igualdad de Rivas Vaciamadrid, sin perderse una actuación escolar e incluso la organización de cabalgatas, bailes o partidos de fútbol de sus criaturas. Tuvo una vida de cuarenta años en la que disfrutó e hizo más que muchas y muchos octogenarios. A cambio, nos dejó su luz y su alegría. Nora benquerida ¡qué suerte tuvimos de conocerte! Quisiera enviarte un beso con todo mi amor a donde quiera que estés, pero sólo encuentro lágrimas.

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