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Actualidad pedagógica de Marx

Carles Marco

Doscientos años después de su nacimiento, llama la atención que algunas de las propuestas pedagógicas de Karl Marx cobran inusitada actualidad. Marx, no realizó ningún libro o artículo sobre teoría de la educación. No obstante, aunque de manera fragmentada, a lo largo de su extensa obra dejó una serie coherente de ideas sobre qué educación sería la idónea para transformar la sociedad y que el hombre fuese más libre. Lo primero que llama la atención es cómo corta de raíz que la educación implique adoctrinamiento. La enseñanza debe ser universal, gratuita y laica: no puede estar bajo el control de ninguna iglesia o empresa privada, ni la religión puede ser una materia del currículum. Hasta ahí, era previsible y ya lo habían propuesto los socialistas utópicos. Lo sorprendente en Marx es que defiende la educación estatal, pero fuera del control y la injerencia del gobierno, pues la tarea de este debe ser exclusivamente velar por el cumplimiento de las normas legales mediante inspectores y proveer de los recursos necesarios a las escuelas públicas. Nunca el Estado puede inmiscuirse como educador del pueblo -como ocurrió en los países de ‘socialismo real’ totalitario-: son los profesores quienes deben tener plena libertad de cátedra.

Pero Marx va más allá: el currículum oficial, tanto para estudios primarios como secundarios, solo puede estar conformado por disciplinas que no sean susceptibles de ser manipuladas o admitan conclusiones diversas si se es conservador o se es librepensador. Es decir, materias como las ciencias exactas y las naturales, el aprendizaje de lenguas y las normas gramaticales. Añádase a ellas la educación física y la estética adecuada al desarrollo cognitivo del alumnado. Así de tajante se muestra contra la posibilidad de adoctrinamiento venga de donde venga. Naturalmente esto es discutible, pues asignaturas como la historia, la ética y la filosofía creo que, enseñadas con rigor y exponiendo visiones contrastadas, son imprescindibles para una buena formación (Marx deja estos conocimientos para la educación universitaria).

Uno de los puntos más llamativos de las propuestas pedagógicas de Marx es que vio con lucidez que la riqueza de cada individuo iba a depender de su desarrollo multilateral. No es el número de máquinas lo que va a determinar una sociedad más justa e igualitaria, sino el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos. La emancipación del trabajo no se limita a la supresión de toda explotación, sino que implica la posibilidad de un trabajo multilateral, en todas las direcciones creativo, gracias a una preparación que capacite a los trabajadores al aprendizaje de diversas materias y a su continuo autoaprendizaje. Y todo ello posibilitado por una producción automatizada que eleve el papel del trabajo humano a una actividad plenamente dominadora del proceso de producción y expresión de la total realización de cada trabajador. Marx no menciona la abnegación o el sacrificio como característica del hombre nuevo, sino la riqueza de una actividad múltiple, plenamente cualificada y de mero control de la producción con la indispensable ampliación del tiempo libre para su formación. La caricatura que hizo la URSS con el estajanovismo propugnando que el aumento del trabajo posibilita la encarnación del ideal antropológico de Marx, no fluye de sus textos. Es el hombre y su dignidad, con el acortamiento de la jornada laboral la primera preocupación de ‘El capital’ al mencionar la sociedad futura (donde también, como señala en ‘La ideología alemana’, la abolición de la separación entre ciudad y campo. Únicamente una universal cualificación científica y técnica de los productores, y un proceso de producción automatizado, puede convertir el trabajo en no alienante y en la primera necesidad vital. La educación, pues, liberará al hombre de ese carácter unilateral que la división del trabajo impone a cada individuo. Como quiera que las máquinas realizarán los trabajos pesados y repetitivos la educación debe, como promueven los actuales pedagogos –contra las invectivas desfasadas de los antipedagogos- propiciar los saberes de enseñar a enseñar, de aprender a aprender y de aprender a razonar y a ser creativo y tener espíritu creativo y responsabilidad. Las investigaciones de psicopedagógicas de Piaget, Vytgoski, Novak, Gardner, Prensky, Dweck o Goleman (sin caer en un pedagogismo integrativo neoliberal), y otros modelos desde la psicología educativa, son herramientas a tener en cuenta para optimizar la instrucción que auguraba Marx. Es decir, la Pedagogía no dirige la educación y la instrucción, pero sí que en el mundo actual y con lo que esta disciplina ha avanzado, puede ser consejera como una ‘ciencia general del aprendizaje’, dejando las didácticas específicas a los expertos de cada campo de estudio. Por otra parte, la importancia que dio Karl Marx al trabajo social aplicado –más allá de una escuela libresca y magisterial- se imbrica en posteriores desarrollos de los pedagogos de la Escuela Nueva, en especial la concepción de Dewey de la ‘escuela laboratorio’ como espacio de experiencia social, de vida y de trabajo.

Hoy que tanto se insiste en que no sabemos cuáles serán los empleos del futuro, dada la creciente e imparable robotización, se actualiza lo que Marx vislumbró como una “formación polivalente” –que no es lo mismo que la pluriprofesionalidad a plazos y en precario que ensalza el neoliberalismo- donde el hombre pueda dominar el trabajo y no sea dominado por él. Se hace necesario un nuevo paradigma pedagógico que no desprecie lo aprovechable tanto de la Escuela tradicional como de la Escuela Nueva y optimice el proceso de enseñanza-aprendizaje con las aportaciones de las neurociencias y las múltiples técnicas de trabajo cooperativo que la disciplina de la pedagogía ofrece para conseguir esa capacitación ‘técnico-multilateral’. Se necesita también reflexionar sobre el currículum y qué contenidos y para qué son hoy los idóneos como los pedagogos Gimeno Sacristán o Marina vienen exponiendo. Y aunque no los cite Marx, siempre serán necesarios los conocimientos de la ética y la filosofía como gran creación de la inteligencia.

La preocupación de Marx por la educación parte de la constatación de que la burguesía sustrae a los niños de la escuela encadenándolos al trabajo de las fábricas doce horas extenuantes y “cuando llegan a casa se echan al suelo de piedra y se duermen inmediatamente”. Esta pauperización moral y degeneración intelectual con que trató el capitalismo naciente a los niños es menospreciada y ocultada por los neoliberales –al igual que el trabajo esclavizado de los negros-, llámense Jiménez Losantos, Gabriel Albiac o Escohotado (quienes antes de atacar a ‘los enemigos del comercio’ podrían enumerar las bases del crecimiento económico de los amigos del comercio). Marx pensaba con Kant, su egregio precedente de la filosofía de la educación, que es esta la que hace pasar al hombre de la animalidad a la humanidad.

Cabe apuntar que fueron posteriores marxistas los que profundizaron este tema desde muchas perspectivas. Quizás lo más curioso es que las plasmaciones que hicieron de su lectura de Marx difieren bastante con respecto al tema de la disciplina: desde las teorías y prácticas que promulgó Makarenko, de cultivar la autogestión y la autoridad del profesor –en las antípodas del individualismo y del naturalismo roussonianos-; a la creencia de la bondad de la naturaleza infantil y la desaparición de la escuela de Blonskij, a los ideales de educación y libertad sexual de los adolescentes que aunando marxismo y psicoanálisis promovieron Reich y Vera Schmidt. Fue Gramsci en ‘La alternativa pedagógica’ quien con más lucidez escribió contra el liberalismo, el autoritarismo y el espontaneísmo rousseuniano como espejismos de una concepción reaccionaria y metafísica de la naturaleza humana y la educación. En la estela de Marx apuesta por una educación polivalente y ‘nacional-popular’: “El hombre moderno debería ser una síntesis de los que vienen, hipostasiados como rasgos nacionales… y volviendo a crear el hombre italiano del Renacimiento, el tipo moderno u hombre colectivo, si bien manteniendo su fuerte personalidad y originalidad individual”.

*Carles Marco. Pedagogo y Psicólogo

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