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Casado y la manipulación del lenguaje

Pablo Casado, en una imagen de archivo

Baltasar Garzón

El desconocimiento del lenguaje y su mala utilización lleva a conflictos surrealistas y situaciones graves. Eso es lo que parece le ocurrió al líder del PP, Pablo Casado, que se ha sentido inflamado ante la mención de que un relator podría estar presente en aquellas reuniones que pudieran servir para calmar las agitadas aguas catalanas. Fuera de la situación en que se encuentren o no tales conversaciones, se hayan interrumpido o prosigan, lo más llamativo para mí estos días, fue la virulenta reacción de este político. A tal punto le ha irritado el término relator, que de inmediato convocó lo que espera sea una gran manifestación en Madrid junto a sus amigos de Ciudadanos y del ultraderechista VOX, y está dispuesto incluso a abonar el transporte a todo aquel que desee acudir, en una decisión que evoca tiempos antiguos.

La perturbación de ánimo sufrida por Casado solo se puede interpretar como un estado próximo a la ignorancia en cuanto a lo que el concepto significa.

Porque si el presidente de los populares se hubiera preocupado de estudiarlo habría visto que según la Real Academia Española de la Lengua, la palabra relator tiene estas acepciones:

  • Persona que relata o refiere una cosa.
  • Persona que en un congreso o asamblea hace relación de los asuntos tratados, así como de las deliberaciones y acuerdos correspondientes-

Es decir poco más que un narrador de lo que observa. Ahora bien, ¿pensaría Casado que tal persona tenía vinculación al mundo del Derecho? Tampoco en ese caso se ve razón para la furia pues en esta área el relator “es el funcionario de algunos tribunales superiores que presenta la relación de los expedientes judiciales ante estos organismos. Informa a los jueces de estos tribunales del contenido de los expedientes judiciales”. Como es evidente, tampoco en este caso el relator tiene arte ni parte en decidir nada.

¿Es posible que le sonara el término en referencia a Naciones Unidas? Estaríamos hablando de “un experto independiente designado por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU para ocuparse de los procedimientos especiales relativos a examinar e informar sobre la situación de un país o un tema específico de los derechos humanos”.

Para tranquilizar al dirigente conservador apunto aquí los sinónimos de relator que son: cronista, cuentista, narrador o ponente. Es decir, que el relator no tiene capacidad ejecutiva sino que relata aquello a lo que asiste.

Puede que la falta de conocimiento sobre el tema haya llevado a Casado a la confusión equivocando el término con el de negociador o el de mediador. Son temas diferentes por completo. El negociador según la RAE es quien interviene en la negociación de un asunto importante. Sus sinónimos son comisionado, compromisario, intercesor, intermediario, mandatario, representante, agente o mediador.

En el caso de un mediador, se trata, prácticamente de lo mismo, ni más ni menos de la persona que media teniendo como sinónimos los de árbitro, negociador, tercero o agente.

Como se ve, el relator, autentico gacetillero de la realidad a la que asiste, no tiene nada que ver con otras figuras como negociadores o mediadores que sí intervienen de forma activa en el acuerdo que se pretendiera alcanzar.

Partiendo de tan absurdo disgusto, el líder del PP ha aprovechado para soltar toda la inquina que llevaba en el cuerpo contra el presidente del Gobierno Pedro Sánchez en una larga concatenación de insultos y exabruptos que también tienen su reflejo en la RAE y que analizo por orden de aparición:

Traidor. Con esta palabra se define a quien comete traición. En el caso de un 'catarro traidor', por ejemplo, se referiría a que ese resfriado es más perjudicial de lo que parece. Sin embargo, tal como se utiliza en el alegato de Casado, el asunto es más serio pues la traición se define como “falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener” y “traición cometida contra la soberanía o contra el honor, la seguridad y la independencia del Estado”. Más aún, cuando Casado se refirió en su desmelenado discurso a alta traición atribuida a Sánchez, se adentró en la órbita penal pues tal hecho tiene que ver nada menos que “con el delito cometido contra la soberanía o contra el honor, la seguridad y la independencia del Estado”.

Felón. Término que el político utilizó sin duda para remachar la acusación anterior ya que es originario del francés (cruel, malvado) e indica “deslealtad, traición, acción fea”.

Ilegítimo. Significa no legítimo, es decir que no considera la legitimidad del presidente del Gobierno. Aquí mencionó además chantajeado (de chantajear, hacer extorsión a alguien o algo). En un alarde verbal irrefrenable continuó acusando al objeto de su furia de mentiroso compulsivo “que miente” y muestra en ello “apremio o compulsión”; ridículo, es decir “que por su rareza o extravagancia mueve o puede mover a risa” y algo más complicado aún: adalid de la ruptura en España lo que puede interpretarse como “guía y cabeza, o individuo muy señalado de algún partido, grupo o escuela o de un movimiento en defensa de algo” en este caso, en opinión de Casado, para romper el país si bien no queda claro cómo.

Irresponsable e incapaz. Aquí puede tratarse de una persona “que adopta decisiones importantes sin la debida meditación” y que “no tiene capacidad o aptitud para algo”. Le llamó también desleal: “falta al cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y hombría de bien”. Le acusó de personalizar la catástrofe, ya saben, “suceso que produce gran destrucción o daño” y ególatra que es lo que determina a quien atiende al “culto, adoración o amor excesivo de sí mismo”.

No puedo discernir si el presidente del PP tuvo claridad de ideas cuando calificó a Sánchez de chovinista del poder. Bien visto el chovinismo es ni más ni menos que la “exaltación desmesurada de lo nacional frente a lo extranjero” y en este sentido, Casado lo lleva a gala y discute sobre quien lo es más con sus colegas Abascal y Rivera. Por ende, no se entiende bien que quiera hacer partícipe a Sánchez de tal sentimiento.

También reiteró su habitual idea de que el socialista era un rehén, es decir “una persona retenida por alguien como garantía para obligar a un tercero a cumplir determinadas condiciones”; aderezándolo con la seguridad de que es un escarnio para España lo que viene a ser una “burla tenaz que se hace con el propósito de afrentar”, en este caso al país en sí; además de incompetente, por tanto no competente; y mediocre, “de poco mérito, tirando a malo”.

Para rematar dijo considerar a Sánchez ocupa que viene a querer decir “tomar posesión o apoderarse de un territorio, de un lugar, de un edificio, etc., invadiéndolo instalándose en él”.

Tal cantidad de improperios son los que ha evocado en Casado la palabra relator sin duda mal entendida, peor llevada y objeto por su parte de una manipulación del lenguaje que a nada conduce salvo a justificar la necesidad de elevar la crispación, agudizar el conflicto y dar un paso más hacia el ansiado sillón de mando sea como sea, cueste lo que cueste a la sociedad, que visto lo visto, le importa poco. Tan poco como a los otros dos componentes del engendro de triunvirato aspirante a gobernar.

La palabra que según la RAE mejor definiría tal actitud es ambición que expresa un “deseo ardiente de conseguir algo, especialmente poder, riquezas, dignidades o fama” y por supuesto sin mostrar escrúpulos que son, como es sabido y el diccionario nos aclara, “las dudas o recelos inquietantes para la conciencia sobre si algo es bueno o se debe hacer desde un punto de vista moral”. De eso, desde luego, no va sobrado el jefe de la oposición.

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