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Crisis bélica, confianza en las instituciones: A propósito del LXV Aniversario del Tratado de Roma

Varias personas sostienen una bandera europea en una marcha por el 60 aniversario del Tratado de Roma

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Vivimos un momento crítico para la estabilidad de la Unión Europea y la supervivencia del propio continente, a consecuencia del conflicto bélico desatado por el gobierno de Vladímir Putin contra Ucrania. Más que nunca, vale la pena poner en valor el trabajo de tantas sensibilidades europeas a lo largo del último siglo para procurar a la ciudadanía un horizonte de confianza y fortaleza capaz de garantizar un bienestar colectivo inédito en la historia de la humanidad.

En este sentido, la Unión Europea ha demostrado ser un organismo esencial para la seguridad y el progreso de los individuos desde su creación hoy hace justo 65 años mediante la firma del Tratado de Roma, un hito en la historia de los pueblos. La barbarie que asoló Europa con la Primera Guerra Mundial y, en medida aún mayor, con la Segunda, impulsó a los dirigentes de Alemania Occidental, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y Países Bajos a articular un instrumento clave para la convivencia civilizada y generosa entre naciones, la Unión Europea, en cuyos planteamientos resonaba y resuena un espíritu humanista ancestral, comprometido con la evolución y la solidaridad entre todos.

El Tratado de Roma fue posible por el clima de confianza que reinó entre sus máximos artífices, en especial el ministro francés de asuntos exteriores Robert Schuman y otro de los Padres de Europa, el también francés Jean Monnet, primer presidente de la Alta Autoridad para la Comunidad Europea del Carbón y del Acero —institución predecesora de la Unión Europea—. Fue precisamente en el marco de la creación en 1950 de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero cuando Monnet agradeció públicamente a Schuman su integridad: “Tiene usted cara de hombre honrado, señor Schuman. Puede proponer lo que quiera, la gente le creerá...”. Y así fue: Schuman logró dirigir en un mismo sentido, la idea de una Europa en común, a una comunidad internacional profundamente afligida y dividida por dos guerras mundiales.

Algo que, con toda probabilidad, volverá a ser necesario una vez se haya resuelto la invasión de Ucrania por los dignatarios rusos. En este sentido, como asociación estatal que agrupa a las profesiones colegiadas españolas, Unión Profesional sigue los acontecimientos con gran inquietud por su posible repercusión en los modelos de confianza y desarrollo social y tecnológico que tanto ha costado materializar a través del ejercicio de las profesiones. Una inquietud que nos lleva a tratar de entender las causas que han provocado este conflicto y profundizar en escenarios futuros derivados del mismo. No cabe duda de que una agresión bélica de cualquier tipo vulnera las normas internacionales de convivencia al generar estragos físicos y materiales y daños directos o colaterales que atentan contra los derechos humanos.

La población civil es la principal afectada pero, como estamos constatando de primera mano en esta contienda, también se resienten las mismas tropas involucradas en el conflicto, nada convencidas del sentido de una guerra con sesgos fratricidas y de objetivos nada claros. Por añadidura, como ha apuntado la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyden, nos hallamos “ante un choque entre el Estado de Derecho y el imperio de las armas; entre las democracias y las autocracias; entre un orden basado en normas y un mundo de agresiones desnudas”. No hace falta decir que el ejercicio de las profesiones está vinculado de manera irrenunciable con el Estado de Derecho, la democracia y el orden de las normas, por lo que la agresión de Vladímir Putin pone en peligro la sustancia misma de la profesión; no solo en los territorios víctimas de la violencia, sino también en todos aquellos en los que, a causa de la guerra, se suscita el miedo y la desconfianza entre la ciudadanía, lo que repercute de manera directa en la práctica de sus actividades al servicio de los demás.

Nuestra fuerza, como ha resaltado la presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola, se basa en “la defensa de un modo de vida que abraza la libertad y la democracia”, lo que redunda en un ejercicio de la profesión comprometido, deontológico y sin restricciones arbitrarias. Por otra parte, los criterios profesionales, entre los que se cuentan la capacidad interlocutora, la habilidad para la gestión y un gran conocimiento especializado de cada coyuntura, se revelan indispensables en una circunstancia que ha hecho de parte de Europa un campo de batalla con consecuencias geopolíticas y humanitarias —las migraciones masivas y la amenaza nuclear están en la mente de todos— que obligan a una resolución no exenta de cautela y una disposición hacia el diálogo apoyada en la convicción de una fuerza decidida y legítima. Un equilibrio delicado entre opuestos al que no somos desde luego ajenas las profesiones colegiadas.

De hecho, la labor de las profesiones a través de nuestras organizaciones ha consistido siempre en solicitar la participación informada y ofrecer un conocimiento altamente especializado, lo que, como se ha apuntado a propósito del pasado y el presente de la Unión Europea, juega un papel logístico de gran importancia en la actualidad como lo desempeñará en el futuro. Nuestra misión prioritaria radica en conocer los hechos a la perfección y atender a las personas, enfocar nuestra labor hacia esa ciudadanía que ha sufrido los terribles efectos del conflicto. Y llevar a cabo esa misión trae consigo una denuncia de esta agresión bélica infundada e innecesaria, que amenaza con anular los avances que Europa orquesta en común desde hace un siglo y que tiene en las profesiones colegiadas uno de sus mayores ejemplos de éxito.

La naturaleza intrínseca de las profesiones se ve afectada cuando clientes y pacientes son víctimas de daños físicos y materiales, cuando el cuerpo social sucumbe a la fractura y la desesperanza. En la estela de la Unión Europea, Unión Profesional trabajará para que nada de todo ello ocurra a pesar de la gravedad del conflicto que atravesamos. Y para que, en el caso de producirse alguna grieta, nuestros miembros contribuyan a cicatrizarla a fin de poder asomarnos al futuro que hemos imaginado y que merecemos como ciudadanas y ciudadanos.

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