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Esto es lo que se puede lograr si los movimientos medioambientales y los sindicatos trabajan juntos

Directora de Programas de Greenpeace International
Manifestación de Fridays for Future en València.

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Durante los más de 15 años que trabajé en el movimiento sindical internacional, mi atención se centró en el ambientalismo. Ahora soy directora de Programas en Greenpeace International. A lo largo de mi trayectoria profesional, con un pie en cada uno de estos dos movimientos, he sido testigo de grandes cambios.

Todos hemos visto a la clase trabajadora enfrentarse a sus empleadores, formar sindicatos y, con renovada energía, hacer valer su derecho a un trabajo decente, a protección y a una voz que les represente en su lugar de trabajo, su sector y sus países. Pero lo que tuve el privilegio de presenciar y ayudar a cambiar es, al menos, igual de emocionante.

Cuando me involucré en las conversaciones ambientales, había una percepción arraigada entre los sindicatos de que, a menos que se cumplieran ciertas condiciones sociales, la acción climática debería retrasarse. Como si luchar contra el cambio climático fuera una especie de bonus para lograr una sociedad más rica y pacífica.

Paralelamente, el movimiento ecologista tendía a pensar que tratar de corregir las desigualdades sociales o abordar la pérdida de puestos de trabajo supondría un enorme derroche de tiempo. En cambio, prevalecía la idea de que la ambición climática solo podría ser impulsada por los Gobiernos si seguían la ciencia.

Los tiempos están cambiando. Actualmente casi ningún sindicato en este planeta cree que podemos retrasar la acción sobre el cambio climático. Y hay buenas razones para ese giro.

En primer lugar, el cambio climático ya está afectando directamente a los ingresos y los medios de vida. Las cadenas de suministro son más vulnerables. Los trabajadores de sectores como la agricultura, la salud o la construcción se encuentran en una situación cada vez más precaria, agravada por los impactos de la crisis climática.

En segundo lugar, los jóvenes se han movilizado por el clima, han convertido esta lucha en su seña de identidad generacional y han demandado apoyo a los sindicatos. 

Y en tercer lugar, ahora contamos con un conjunto mucho más sólido de propuestas para avanzar hacia una transición justa, incluidas políticas para apoyar a las distintas regiones y trabajadores, con protecciones sociales reforzadas y un nivel mucho más alto de ambición para una política industrial sostenible.

El movimiento verde también ha cambiado. Ya no hay dudas: no puede haber justicia ambiental sin justicia social. Los desafíos que debemos enfrentar son complejos e implican múltiples crisis y formas de opresión que se cruzan. Cuanto mejor nos equipemos para abordar los sistemas de poder subyacentes, más posibilidades tenemos de ganar.

Como parte de esto, debemos apartar del poder a aquellos que quieren detener el cambio positivo. Eso significa enfrentarse a algunas de las personas y empresas más ricas del mundo. Pero no seamos ingenuos: nuestros adversarios no dudarán en manipular a los trabajadores y personas en las situaciones más vulnerables para proteger sus propios privilegios.

Desde Greenpeace, sabemos que no podremos alcanzar los niveles de ambición climática que se necesitan sin el apoyo público masivo. Tenemos que conectarnos con mentes y corazones. Esto significa un compromiso de escuchar a la gente, incluso cuando esto sea difícil. Este desafío es aún más esencial cuando los medios de vida de las personas dependen de industrias contaminantes en inevitable declive.

Por tanto, se ha pasado de una oposición binaria y artificial entre la protección del empleo y la protección del medio ambiente, hacia un diálogo sobre cómo afrontamos las tensiones y el dinamismo que genera una transformación de esta magnitud. Juntos podemos forjar un futuro con vidas más satisfactorias y un planeta habitable.

En Greenpeace, vemos la lucha por ese futuro como un capítulo más en la historia que esos trabajadores han construido durante décadas. Todos soñamos con un futuro más sostenible, por eso nos organizamos y llevamos por bandera la resiliencia y el optimismo. Ese es el espíritu del 1 de mayo, Día Internacional de los Trabajadores: nunca te rindas.

Y en esta situación, con la crisis de la COVID-19 golpeando de una forma tan brutal, necesitamos este espíritu más que nunca. Debemos, juntos, dejar atrás esta inercia sin sentido que prioriza la codicia, el lucro y la competencia en detrimento de la vida. Es por eso que aquellos que están convencidos de la necesidad de proteger nuestro hogar global deben unirse a los trabajadores en su llamada a la transición justa que necesitamos, donde las personas y el planeta estén en el centro de las decisiones.

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