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El mejor de la historia

En la imagen de archivo, el premio Nobel español Santiago Ramón y Cajal, primer presidente de la JAE. EFE/Díaz Casariego.

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España acaba de elegir al mejor de su historia. Ha sido en el contexto de un programa de RTVE organizado con este fin, y en el que miles de personas votaron para decidir entre medio centenar de personas, eligiendo al personaje más relevante de nuestro país, estuviese vivo o muerto. Ninguno de los cinco finalistas desentonaba, aunque yo cambiaría los dos primeros: Isabel I de Castilla, Cristóbal Colón, Federico García Lorca, Miguel de Cervantes y Ramón y Cajal. 

Las 50 personas entre las que elegir fueron seleccionadas por un comité de expertos, teniendo en cuenta también el resultado de una encuesta realizada a una muestra representativa de la población española. En ella había deportistas, periodistas, políticos, artistas, escritores, cocineros, empresarios, monarcas… y sí, también algunos científicos, aunque muy pocos. Al final, en una reñida votación resultó ganador Ramón y Cajal frente a Isabel la Católica. Sin querer sacarle méritos a esta, he de reconocer que la victoria de nuestro insigne neurocientífico, nacido en Petilla de Aragón, que no es de Aragón sino de Navarra, me reconcilió con nuestra gente. 

España no ha sido pródiga en Premios Nobel, y menos en ciencias. Con el debido respeto a Severo Ochoa, que lo fue, pero que desarrolló su carrera científica en Estados Unidos, Cajal es el único que realmente logró el Premio Nobel por lo hecho aquí. Fue en 1906, y quizás por eso me gusta más la cerveza “mil nueve”.  Sin embargo, Ramón y Cajal no ha tenido en nuestro país el reconocimiento que merece. La casa en la que pasó sus últimos días son hoy viviendas de lujo. Su extraordinario legado aún no tiene un museo propio que lo cobije y lo muestre al mundo. Aquí podemos hacerle una ciudad a la cultura, y ya pensaremos luego qué cultura, o qué rayos, metemos en ella, pero nos cuesta mucho preservar como se merece y nos merecemos el legado cultural, artístico o científico que nos han ido dejando las personas más singulares de nuestra historia. 

Quizás es que seamos más un país de festejar los logros deportivos que los científicos. Más de Premios Óscar que de Premios Nobel. Más de “celebrities” que de profesionales. Más de famosos que de gente importante. Más de “influencers” que de referentes. Más de listillos que de inteligentes. Más de hablar que de pensar… Por eso no dejó de sorprenderme el resultado del concurso televisivo.

Sorprenderme y agradarme. Sí, ya sé que es una elección rodeada de un halo de frivolidad, pero ha reflejado en todo caso una opinión pública, y cuando esta apuesta por un sentido común cargado de sentido, hay que celebrarlo. 

No me resistí a hacerle a ChatGPT la pregunta de quién es el personaje, vivo o muerto, más importante de la historia de España. Tras Isabel I de Castilla y Carlos I –veo a la IA un tanto monárquica-, situó a Miguel de Cervantes, Francisco Franco -al que al menos calificó de dictador, algo que les cuesta decir a algunos políticos de derechas, por cierto- y Pablo Picasso. Ni siquiera entre los cinco siguientes puso a nuestro sabio de Petilla de Aragón. Un ejemplo más de que todavía hay que mejorar mucho la inteligencia artificial. 

Me despido de ustedes con el deseo de que este reconocimiento público a Ramón y Cajal. aunque sea muy modesto, sirva para que se le dedique el lugar que merece a todo lo que dejó a su país. No es por él, que ya no se beneficiará en nada de cuanto hagamos, sino por nosotros y, sobre todo, por nuestros hijos, a ver si así no tenemos que esperar otros cien años para lograr un nuevo Premio Nobel en ciencias.

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