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Villana y peligrosa: la imagen de la mujer bisexual que tiene los días contados

Zoe en la Isla de las Tentaciones

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La bisexualidad es un peligro y eso ha quedado claro en La isla de las tentaciones, el reality show de Telecinco que pone a prueba la fidelidad de cinco parejas heterosexuales. El famoso programa ha incluido en su última edición una trama que lo ha trastocado todo y que ha tenido el poder de infundir temor en Josué y Alejandro, dos de los concursantes. El “elemento” disruptivo en cuestión ha sido una mujer bisexual, Zoe, y las reacciones que ha tenido el grupo de chicos ha dejado al descubierto el imaginario social que tenemos de ellas. Josué, su pareja, reveló que le daba “miedo” que su novia se pudiese liar con otra chica y Alejandro, pareja de Tania, remarcó que le daba “miedo” que Zoe se “lanzase a Tania”. Tenemos a dos hombres aterrados por el simple hecho de que una mujer también sienta deseo hacia otras mujeres.

En uno de los primeros episodios, Sandra Barneda enseñaba a los chicos imágenes de Zoe y Tania bailando, abrazándose y bañándose juntas en la piscina y también de Zoe hablando sobre su orientación. A ojos de sus novios, Zoe pasó a ser una seductora capaz de embaucar a Tania con su canto de sirena, una traidora viciosa dispuesta a destruir dos relaciones (hetero) y un ser inmoral despiadado que se deja llevar por sus pulsiones. Zoe se transformaba así en el detonante del caos, en la villana, en la mala de la película.

Este arquetipo no es nuevo: se ha ido replicando en conversaciones, programas y productos de ficción como series y películas. En su artículo It’s time to say goodbye to the bi villain para la revista Gay Times, Sabina Weston disecciona cómo nuestras pantallas muestran a las mujeres bisexuales como las malvadas. Tal y como explica, hay un canon que tiende a presentarlas como “femme fatales que deciden arruinarlo todo”, que las crea para ser vistas por los espectadores como “una advertencia [de algo negativo] en lugar de ser idolatradas” y “que tiende a plasmarlas como inteligentes, guais e independientes y también como una amenaza”.

En su libro Bi: Notes for a Bisexual Revolution, la escritora y activista Shiri Eisner profundiza en este patrón y expone que las villanas bis son retratadas como “muy seductoras, muy peligrosas y a menudo la fuente del conflicto o del problema de la película”. Además, esta imagen va acompañada de una hipersexualización que las convierte en un objeto sexual que complace los deseos y fantasías del público varón cisheterosexual. Es decir, ellas están concebidas por y para ellos. El culmen de esta representación se da cuando, además, son las malas en mayúsculas, es decir, las antagonistas del héroe, las asesinas del largometraje o están poseídas por el demonio. Además, como también apunta Weston, esta narrativa también ha salpicado a los hombres bisexuales malvados a los que se les añaden tramas de violencia, agresión, abuso, misoginia y homofobia, que refuerzan a su vez “estereotipos dañinos” que los relacionan con seres “hipersexuales, desconsiderados y poco dignos de nuestra confianza”. 

Nuestra hemeroteca archiva varios ejemplos de villanas y villanos bisexuales que hemos visto en televisión y en cine. Desde Instinto Básico, Villanelle de Killing Eve (que lleva lo villano hasta en el nombre), Jennifer’s Body, Adam de Sex Education o Polo de Elite. No obstante, también hay que subrayar que este patrón no se produce siempre y que existen personajes bis que no están construidos con este molde maligno. Tenemos un amplio abanico de referentes que van desde la muy querida Jules de Euphoria, a Piper Chapman de Orange is the new black (aunque esté en la cárcel), Pol de Merlí, Oberyn Martell de Juego de Tronos y otros nombres que encontramos en Cómo defender a un asesino, Hacks o Anatomía de Grey.

Sin embargo, cuando nos las presentan como las malas de la película, se activan las características anteriores. ¿Significa eso que hay que cancelar a todos los personajes bisexuales malvados? En absoluto, pero sí es necesario cuestionar y revisar las narrativas y los marcos mentales que la heteronorma utiliza para contar las vidas disidentes. Carolina Iglesias, presentadora, guionista, cómica y ganadora de un Ondas al mejor podcast por Estirando el chicle, también coincide en ello y puntualiza que “si queremos visibilidad, también tiene que haber villanas. No pueden ser siempre las buenas o las divertidas”. 

El deseo de la mujer bi pasa de ser visto como un juego entre amigas a una amenaza para el patriarcado cuando la mirada heterosexual masculina deja de percibirlo como una fantasía sexual y lo concibe como lo que es: un deseo serio y real. Es entonces cuando la mujer bi deviene en la maligna. Esto se cumple a la perfección en La isla de las tentaciones, como señala Elisa Coll, escritora y autora del libro Resistencia bisexual. Para la también activista, Zoe cumple con este canon de “malvada despiadada, viciosa y traicionera de quien no te puedes fiar”. La clave de estos personajes se encuentra en que, al igual que Zoe, “son mujeres con agencia propia sobre su deseo, cuerpo y sexualidad”, “se nombran abiertamente como bisexuales” y su deseo es “incontrolable”. Y, como consecuencia de esta autonomía, la heteronorma “las catapulta” al espacio de malvadas.

Automáticamente también se convierten en castradoras y en una nueva rival a batir en la conquista masculina por una mujer. Como muestran sus reacciones, la masculinidad de los novios ha quedado dañada porque, ¿en qué lugar me dejaría a mí como hombre si mi pareja decide irse con otra persona y que esa persona sea una mujer? Según Ana Requena, editora de género de este diario y autora de Feminismo Vibrante, las mujeres bisexuales son leídas como “un riesgo con el que no contaban”. “Ellos piensan que quien puede ‘quitarle a su novia’ es un hombre” pero “se les caen sus esquemas” cuando también pueden hacerlo otras mujeres “con quienes comparten risas, confidencias y bailes”. Esta realidad “atenta contra la idea del hombre como proveedor de orgasmos, de satisfacción y de estabilidad para las mujeres porque se dan cuenta de que no tiene por qué ser así”.

El programa de Telecinco también refleja que esta orientación sexual no es vista siempre y exclusivamente como una amenaza. De ese modo, en contraposición a la malvada, también aparece la bisexual buena que queda plasmada en Tania. Coll me cuenta vía audios de Whatsapp que “la bisexual buena es leída como heterosexual y que se corresponde con la fantasía que genera la heterónoma de que las mujeres bis son en realidad heteros con un asterisco. Las podemos controlar porque sus deseos y prácticas no son lo suficientemente intimidatorias como para tenerlas en cuenta. Son inofensivas para el patriarcado”. ¿Qué tipo de “prácticas” cabrían aquí? Lo que los propios chicos de la isla han llamado “un beso entre amigas”. Esta forma de infantilizar el deseo entre mujeres, de quitarle importancia, de reducirlo a la nada más absoluta y de borrarlo forma parte de “uno de los principales pilares de la bifobia: la invisibilidad”, tal y como relata Coll en su libro.

A pesar de todo ello, ha habido y sigue habiendo una evolución en la forma de tratar a las villanas bisexuales. En los últimos años estamos disfrutando de personajes complejos y profundos cuya trama no se reduce solo a su orientación sexual o a ser simplemente la mala de la película. Conocemos su mundo interior, sus emociones, su evolución vital, sus aspiraciones, lo que les mueve y lo que les enfada. Villanelle de Killing Eve es el ejemplo más claro, pero también Polo de Élite, Adam de Sex Education y la propia Zoe de La isla de las tentaciones.

Las nuevas historias están rompiendo con representaciones tradicionales que incidían en la idea de que las personas bisexuales no tienen ética, escrúpulos ni sentimientos y trascienden el carácter accesorio, instrumentalizado e hipersexualizado con el que se las ha vinculado. Pero, ¿cómo pueden resistir ante tanta heterónoma? Para Carolina Iglesias la clave está en tener más referentes e historias para que espectadores como Josué y Alejandro las vean y pueden ampliar la imagen que tienen de la bisexualidad. Por suerte, esas historias existen. Ya las estamos viendo, escribiendo, compartiendo e incluso viralizando en forma de memes. Nosotras ya estamos haciendo nuestra parte del trabajo.

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