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El Alzamiento

Javier Gallego / Javier Gallego

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18 de julio de 1936, día del Alzamiento Nacional. El Ejército fascista español se levanta en armas contra el orden constitucional de la República que los españoles se habían dado a sí mismos en la calle y les impone un régimen absolutista después de tres años de salvaje guerra civil que desangra a la sociedad entera.

18 de julio de 2012, día del Alzamiento Popular. Por mayoría absoluta, el Gobierno español del PP levanta por decreto el orden de justicia social y derechos laborales que los españoles se han dado a sí mismos durante más de 30 años de democracia y les impone un régimen de recortes salvaje que amenaza con desangrar a toda la base social del país durante otros tres años y que lleva a miles de personas a salir a la calle.

El 18 de julio de 1936 empezó una guerra civil. El 18 de julio de 2012 se firmó una declaración de guerra incivil contra los derechos civiles. Otra triste coincidencia de fechas en este Gobierno que salió elegido un 20 de noviembre.

Pero no me malinterpreten. No estoy comparando ambos alzamientos. De hecho hay una gran diferencia. El 18 de julio de 1936 se convirtió en fiesta nacional para los fascistas que lo celebraban dando una paga extra a los trabajadores. El 18 de julio de 2012 se le quitó la paga extra a los trabajadores. No es como para declararlo día de fiesta sino más bien día de luto. more

Insisto. No estoy comparando aquellos fascistas y aquella sangre del 36 con lo que hoy vivimos, Dios me libre. El fascismo y la guerra civil son cosas muy serias para hacer comparaciones a la ligera. No quiero llamar fascista a este Gobierno y caer en el insulto fácil. Eso se lo dejo a Andrea Fabra.

Setenta y seis años han servido para aprender de los errores del fascismo. Ahora no hay fascistas violentos que provoquen una oleada de sangre. Es mucho más eficaz para la sangría un par de gobiernos ineficaces, un par de presidentes ausentes y un ejército de ministros inoperantes y de políticos desaprensivos para que se produzca un alzamiento de la prima de riesgo por encima de los 600 puntos y nuestro descenso a los infiernos. Hemos sustituido el arco y las flechas por el banco y las hipotecas, a los fascistas por los prestamistas, el fascio por el fajo de billetes y al generalísimo Franco por los caudillos del euro. Ya no hay fascismo. Hay neoliberalismo que también es una dictadura, pues dicta nuestras vidas con mano muy dura, pero mancha mucho menos. Aunque provoca suicidios y tiros en la cabeza, no lo olvidemos.

No son lo mismo pero se parecen. Como se parecen el alzamiento de 1936 y el de 2012. Los militares golpistas del 36 y quienes les han justificado sostenían que lo hicieron por salvar España porque la situación era insostenible y no había más remedio que hacer lo que hicieron, es decir, imponer por la fuerza un régimen humana y moralmente insostenible que se sostuvo a golpe de dictadura durante cuatro décadas. El Gobierno de 2012 dice actuar para salvar España porque la situación es insostenible y porque, literalmente, “no tienen más remedio” que hacer lo que hacen, es decir, imponer a golpe de decretazo un régimen humanamente insostenible para sus ciudadanos y moralmente insostenible para cualquiera que crea en el Estado de derecho.

Ni en el 36 ni ahora hay un verdadero Estado de derecho. El sangriento alzamiento militar hizo caer el Parlamento y lo convirtió en el mismo decorado que es para el actual presidente que no se deja caer por allí ni para debatir con el resto de la Cámara las medidas más sangrantes de nuestra democracia. Envió a sus generales a que escucharan con oídos sordos las voces contrariadas de sus contrarios, a la sazón, representantes también de gran parte del pueblo, y sólo entonces, cuando hubo terminado la pantomima, entró en el hemiciclo para votar en contra del reparto equitativo de las cargas, de la opinión pública, de sus propias promesas, de sus ciudadanos, de sus votantes y del Estado del bienestar.

El 18 de julio de 2012, el presidente bajó la mano para votar bajo su escaño y descargarla sobre los que están debajo de él, en ningún caso para cargar contra los de su clase ni contra los que están por encima. Su alzamiento jamás llega tan alto, excepto para pasarle la mano por la espalda a los de arriba y acariciársela con amnistías fiscales. Los alzamientos es lo que tienen, que se alzan tanto que ni sienten ni padecen lo que pasa a ras de suelo. Es más, se levantan a gran altura para dejar caer el brazo con más fuerza sobre los que están abajo.

En el alzamiento del 36, los militares dijeron actuar para liberar España, “obligados” por las condiciones que se les imponían desde fuera, y acabaron por liberar al país de sus libertades. Todo un contrasentido. En el alzamiento del 2012, el presidente de un Gobierno supuestamente libre con una mayoría absoluta afianzada decreto tras decreto hasta este decretazo final también cae en un contrasentido mayúsculo cuando asegura que “no tiene libertad” y que actúa obligado por las condiciones que le impone Europa, las mismas condiciones que ha negado que existieran una y otra vez. Para conspirar hay que engañar, hay que decir lo contrario de lo que se sabe y lo opuesto de lo que se va a hacer hasta que sea demasiado tarde para tus adversarios. El problema es que los adversarios en este caso son sus propios ciudadanos, incluidos sus votantes. El problema irresoluble es que un Gobierno que dice que no es libre le priva a sus ciudadanos de sus libertades para liberarles.

Los alzamientos injustificables son como los padres que dicen que te castigan por tu bien pero contra su voluntad. Tienen los verdugos la mala costumbre de quitarse el muerto de encima. Y este Gobierno, la de no asumir responsabilidad alguna sobre sus actos ni los de sus diputadas más bocazas. Les llamamos “responsables” y no lo son. Es más, si el presidente de un Gobierno democrático reconoce no tener libertad, es evidente que lo llaman democracia y no lo es. También es evidente que le llamamos presidente y no lo es. Es un 'mandao' que no manda nada, es el chico de los recados. Pues si no manda, que se vaya y que vengan los que mandan. Es lo menos que se puede pedir: que dé la cara el enemigo en esta guerra contra los civiles, ya que no la da el presidente del Gobierno.

Aquí les esperamos. En la calle. A ver si tienen algo más que pelotas de goma. Aún no está ni cautivo ni desarmado el ciudadano, por más que le hayan dejado menos medios que al Ejército republicano. Y como hace 76 años, el 19 de julio de 2012, la gente volvió a salir a la calle para volver a gritar aquello de “No pasarán”.

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