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Opinión - Junts, el bolsillo y la patria. Por Neus Tomàs

Bájate la app

Un hombre pulsa las teclas de un parquímetro

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Tengo que hacer un par de gestiones en la Seguridad Social y acudí a una oficina de la Tesorería General presencialmente para pedir una cita… presencial. En la puerta exterior me dieron un par de impresos donde solicitarla. “Lo mejor es bajarse la app” pero también hay un teléfono donde llamar. A partir de las 12 de la noche “porque de día se satura”. Tras facilitar todos los datos en conversación con un disco, el último paso dijo que no había cita presencial, que acudiera a la web. Allí, tras registrar cuanto se me pidió, notificaron que me contestarían por email.

En los bancos ya no puedes hacer otra cosa por Internet que mirar tu cuenta con tu dinero porque las gestiones se hacen a través de la app. Y en las oficinas no están para perder el tiempo contigo, salvo a horas determinadas que es lo que previsoramente prefiero. Así vas por la vida como un nómada que carga en la maleta del móvil sus coordenadas básicas. Si te lo roban, el botín es doble a no ser que te des prisa en cancelarlo todo y no todo sea a través de discos o apps.

Las oficinas de las compañías de seguros siguen abiertas, pero ya no recogen partes de accidentes. Se hacen a través de la web, el teléfono… o una app. Empleados silenciosos aguardan su despido con gran probabilidad, sentados a ras de calle esperando a un Godot.

Las gestiones de profesionales con la Administración se hacen a través de aplicaciones. Para la enseñanza, la Comunidad de Madrid tiene Ares o links dentro de la página www. http://madrid.org, llena de enlaces altamente intrincados y que es ineludible para realizar trámites obligados, como matricularse en una oposición, o elegir plaza entre 200 centros.

La sigla app significa “aplicación” pero del inglés application. Una app es un programa que se instala en un dispositivo móvil -ya sea teléfono o tableta- y que se puede integrar a las características del gadget, leo, y se pensaron sobre todo para facilitar las tareas sobre contenidos que te interesan, sin tener que buscarlas en el Internet general. Menos mal, pues, que las facilitan.

Cualquiera puede ver a personas que se atoran ante una máquina expendedora de tickets para el aparcamiento regulado. ¿Cómo pueden desarrollar el resto de su vida a través de apps y contestadores de opaca respuesta? Esta pasión por las aplicaciones informáticas crea una discriminación, sin duda, por edad y puede que por ingresos. Y con una doble cara porque, además, registran múltiples datos, desde cuentas corrientes a historiales médicos.

Una amiga residente en un pueblo catalán de costa recibió esta semana la visita de tres asistentes sociales para revisar su solicitud de invalidez. Presencialmente, por milagro, dadas las circunstancias. Encontraron que la foto aportada no tenía ni el color, ni el tamaño requerido. Ellas no se prestaban a adaptarlo. Y cuando mi amiga se hartó y les dijo: “renuncio, váyanse”, le hicieron firmar siete folios. Sin app.

Lo que aconsejan es buscarse “un gestor”. Las barreras que la administración estatal y local opone se solventan pagando a un experto privado. Que todos los dramas fueran así ¿verdad? Pero tampoco es caso.

A todo esto, las apps más descargadas en el mundo y en España son TikTok, Facebook, Instagram y WhatsApp, que desde luego no parecen facilitar las gestiones de lo que puede considerarse la vida diaria. No en sus principales necesidades. Ahí tenemos el retrato de buena parte de la sociedad actual. Porque hay otro sector cuyas necesidades perentorias son comer, tener acceso al agua, a la sanidad, a la educación. No ahogarse en el mar que lleva a otra tierra, ni en el de la injusticia o el desprecio.

Aceptando estos condicionantes de nuestro todavía privilegiado mundo, se echan en falta múltiples aplicaciones esenciales que bajarnos todos, dicho en coloquial, o descargarnos, en versión algo más elaborada. En España se precisa una app urgente para gestionar la información que se sirve, con aplicaciones secundarias que incluyan detectores de fraude y mecanismos de reflexión. ¿Sanidad tiene un plan, frustrado por la justicia, contra la restauración y el ocio? Pues así lo dice un periódico en portada. Y ¿por qué? ¿para qué? ¿Pueden contarnos como cuitas del empresario predilecto Villar Mir que haya tenido que vender su avión privado? Pueden, lo hacen. ¿Cabe anunciar como noticia destacada por un medio que en un programa de otro, en este caso televisión, un cantante se propone abroncar un día a un ministro cuando lo vea por Chueca? Pues de estos hay decenas todos los días.

Necesitamos alguna app que nos sirva de guía para el CGPJ, que preserva la libertad ideológica del franquismo mientras Merkel en Alemania le cierra Twitter.

Otra, para guiarse por los intereses y manipulaciones en torno al procés catalán, a los indultos de los encarcelados, al festejo que preparan para este fin de semana reliquias del españolismo y ultras varios, en la Plaza de Colón, mar sin playa para pescar votos.

Una app para no perderse en las tramas de corrupción del PP. Se hace ya imprescindible poder distinguir entre Gürtel, Púnica, comisiones ilegales, cajas B, y nombres y cargos de cuantos usaron la confianza de los ciudadanos para robarles a saco. El lugar desde donde se surten de la cara de cemento y la frase que pide presunción de inocencia para sus corruptos, mientras difunden cualquier suposición ajena.

Ineludible una app para seguir el discurso de Pablo Casado con amortiguadores de saltos, si caben en la aplicación, y evitar no tirarse al vacío fruto de la desesperación. Y otra para entender a los votantes de Isabel Díaz Ayuso, a quienes les merman la sanidad pública y les venden cañas de cerveza a cambio de salud.

Sin duda, otra que resalte el goteo de mujeres asesinadas por la violencia machista, mientras se vota a quienes rechazan que exista o, en alianza con ellos, entorpecen abordar esta lacra. Las actitudes que a ella abocan.

Precisamos otra para que los ciudadanos puedan acceder a la razón por la que la derecha mundial, y española en particular, temía la derrota de Keiko Fujimori en Perú: “España se juega 15.000 millones en Perú. Con Repsol, REE y Telefónica en el foco”, aclara un periódico. 

Otra más, para guiarse entre las realidades y las esperanzas, sobre las bases y las expectativas, de soluciones que se ambicionan en todos los campos, desde la salud a la economía, a los anhelos personales para ir caminando por el momento presente.

Ojalá hubiera más empeño en saber gestionar las emociones, sin bajarse ni descargarse otra cosa que la cordura y sin que ninguna aplicación mecánica distraiga de los objetivos.

Mientras escribo este artículo, recibo por fin respuesta vía email de la Tesorería de la Seguridad Social: “Sin entrar en el análisis de los requisitos exigidos en su solicitud/consulta, trasladamos su escrito a la Administración de la Seguridad Social competente. Recibirá respuesta por parte de la misma”. Han llamado a última hora de la mañana y no lo tenía al lado. Un email avisa que he de coger el teléfono para que me den la cita.

Y hay otra app que no debe encontrarse tampoco en el mercado: algo que nos explique a algunos por qué seguimos en la brecha de informar, deshacer entuertos, hacer por el bien común, sabiendo las posibilidades reales de éxito en la tarea. Algo que facilite la descarga, sin bajarse, alzándose mejor que, parafraseando a Serrat, si te toca volar es mejor desde una buena altura.

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