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Bárcenas feat. Villarejo

EFE/Juan Carlos Hidalgo/Archivo
9 de marzo de 2021 22:16 h

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Fue un hombre poderoso, muy poderoso, siempre en la sombra. Con la agenda llena de peces gordos y habitual de comidas de reservado. Le tocó hacer el trabajo sucio para quienes no querían mancharse, y le cogió el gusto a los chanchullos de trastienda. Sabía mucho, sabía demasiado, y eso le hacía más poderoso, intocable. Por sus manos pasaba tanto dinero dudoso, que aprovechó el trasiego para despistar una parte, hacer sus propios negocios, levantar su fortuna y ocultarla en el extranjero. Se acostumbró a un alto tren de vida, se sentía impune, perdió el miedo y cometió errores. Jugó con fuego y acabó chamuscado: hoy es un apestado que va del banquillo a la celda y de la celda al banquillo. Sabe que pasará años en la cárcel, él y también su mujer, así que intenta a la desesperada usar todo lo que sabe para negociar un mejor futuro penal. Tiene la manta agarrada por una esquina, tira un poquito, un poquito más, cualquier día tirará del todo. Se siente traicionado por los suyos, quiere vengarse, está dispuesto a contarlo todo aunque no quede nada en pie. De vez en cuando filtra información delicada a periodistas amigos, otras veces colabora con la justicia, y está dispuesto a ir al Congreso para seguir soltando. Es una bomba con patas, aunque está tan desacreditado que sus revelaciones ya no hacen tanto daño.

¿De quién hablamos? ¿Luis Bárcenas, José Manuel Villarejo? ¿El tesorero, el comisario? ¿La cloaca B donde se financiaba el PP, las cloacas policiales del Estado? Vidas paralelas las de estos dos granujas, cada uno en su terreno y salvando las distancias siderales (Villarejo es infinitamente más siniestro y peligroso que el Bárcenas de la contabilidad manuscrita y los sobres; el tesorero es un pringao al lado del historial criminal del comisario).

En realidad no son vidas estrictamente paralelas, pues acabaron por cruzarse: en su declaración de este martes en el juicio de la Caja B, se quejó Bárcenas de no tener las pruebas contra Rajoy porque se las quitaron mediante una operación “parapolicial”. Se refiere a la Operación Kitchen, la trama de espionaje impulsada por el entonces gobierno del PP para neutralizar a su extesorero. Y como aquella operación era pura cloaca, no podía faltar la rata máxima: Villarejo. Pueden ver este cruce de aguas residuales en el Teatro del Barrio, donde al imprescindible Ruz-Bárcenas le ha salido ahora un Kitchen.

Dice Bárcenas que los policías de Kitchen le quitaron, entre otras cosas, la mítica y hasta ahora inaudita grabación de Rajoy con la trituradora. A ver, déjenme pensar: si de verdad existió tal grabación, y pasó por las manos de cierto comisario aficionado a guardar copia de todo lo chungo que pillaba… No parece muy descabellado, ¿verdad?

Las vidas paralelas de Bárcenas y Villarejo volverán a cruzarse en las próximas semanas: en la comisión de investigación del Congreso sobre Kitchen. No coincidirán el mismo día, pero no me digan que no sería grandioso que cantasen juntos; perdón, que declarasen juntos. Que actuasen mano a mano, a dos voces. Como esas viejas estrellas de la canción que, cuando su brillo se apaga, deciden grabar un tema juntos, lo que ahora se llama un feat. y que se ha vuelto fórmula habitual en la industria musical.

Imagino los sudores fríos de más de uno solo de pensar que estos dos figuras pudiesen unir fuerzas en su desesperación. Sería un final de traca, a la altura de sus correrías y de sus compinches y jefes. Bárcenas feat. Villarejo, o Villarejo feat. Bárcenas, tanto monta. Los dos tienen amplio repertorio y muchas ganas de cantar. Si juntasen sus talentos les daría para varios álbumes y unos cuantos años de gira. Tal vez sea la próxima canción del verano.

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