Villarejo, Bárcenas y la caja B en el teatro: una ficción superada por la realidad
Villarejo: Yo tengo macho la mejor opinión sobre ti, que además te lo estoy transmitiendo, me pareces un tío que aprende con una rapidez que te cagas...
Sergio: Hombre, yo se lo dile a Andy, es cuestión de aprender y me dice: “Claro joder tú no te agobies que tampoco te pueden pedir peras al olmo”.
Villarejo: Tú habrás visto que yo achucho poco y que... pon dos mil, no doscientos ¡mamón!
Sergio: Ah, dos mil, exacto.
Cualquiera que haya leído una de las cientos de conversaciones que contiene el sumario de la trama Kitchen ha pensado en algún momento que esos diálogos podrían trasladarse, sin apenas cambios, al guión de una serie para las grandes plataformas. De momento, llega al teatro de la mano de Jordi Casanovas, el dramaturgo que ya escribió la obra Ruz-Bárcenas en 2014 con el contenido de la declaración del extesorero en la Audiencia Nacional. La secuela de la trama sobre el dinero negro, es, como en la realidad, una historia de espionaje montada por el Ministerio del Interior gobernado por el partido de la caja B para tratar de taparlo todo. Un guión también conocido que ha aparecido por entregas en periódicos, radios y televisiones durante estos últimos años.
La obra se representa en el Teatro del Barrio (Madrid). Se mantienen los dos papeles principales, Luis Bárcenas (Pedro Casablanc) y el juez Pablo Ruz (Manolo Solo), y se actualizan con dos nuevos protagonistas.
El excomisario José Manuel Villarejo, al que interpreta Casablanc, y el chófer de Bárcenas, Sergio Ríos, que representa Solo. Cuatro personajes de una historia, la corrupción del PP desde hace tres décadas que acumula cientos de protagonistas, pero que sirven para ilustrar el escándalo a través de dos episodios muy concretos en esta obra que dirige Alberto San Juan.
El caso Gürtel, la caja B y la Operación Kitchen son en realidad parte de un mismo todo: las actividades delictivas del PP, que durante años se desarrollaron en tres planos. Uno público, con declaraciones de dirigentes del partido hablando de una conspiración de la policía y la Fiscalía contra ellos, negando los sobresueldos y desvinculándose de Bárcenas; otro judicial, con los investigadores de Gürtel intentando abrirse camino en la maraña de adjudicaciones y apuntes contables del extesorero del PP, quien medía la información que aportaba cada vez que se sentaba delante del juez; y un tercer plano, fuera de los focos mediáticos y judiciales, donde se mueven los personajes como Villarejo.
La obra de Jordi Casanovas busca tender esa unión entre el plano judicial y la trama de espionaje, donde el primero precipitó la segundo. Al principio del montaje impera un lenguaje jurídico, económico, que habla de donativos, de los límites legales de la financiación de los partidos, de las licitaciones de la Administración; pero pronto la trama se pasa al lenguaje coloquial, a los 'joder', los 'macho' y los tronco, los motes como 'el barbas' o 'la pequeñita' o los habituales “tonto polla” para referirse a distintos implicados en el asunto. No es que los guionistas exageren, son las expresiones literales de los protagonistas de las cloacas que operan en la trastienda del poder.
Si la obra anterior sentaba al espectador en la sala de interrogatorios donde Bárcenas hizo su primera confesión en julio de 2013, esta recupera parte de aquella declaración en la que el extesorero, molesto con el trato del PP, comenzó una confesión medida sobre cómo funcionaba el sistema de financiación en negro del PP, incluidos los detalles del trato con los empresarios que luego entregaban sobres o cómo algunas de esas cantidades se redirigían luego a los bolsillos de los dirigentes del partido.
La precisión con que Casablanc interpreta a Bárcenas, del que calca gestos y expresiones, da la oportunidad al espectador de trasladarse al momento justo en el que el extesorero abrió la caja de los truenos y accionó la tercera ley de Newton: con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria. La investigación ha destapado que tras esa declaración, miembros del Ejecutivo de Rajoy comenzaron a moverse para tratar de impedir que Bárcenas hiciera más daño al partido y al Gobierno con sus confesiones.
La segunda parte del espectáculo aborda esos tejemanejes y sienta a los asistentes en la esquina de una sala oscura para que puedan observar de primera mano cómo Villarejo movió sus hilos, tiró de sus años de experiencia en las cloacas para “camelarse” al chófer del tesorero, Sergio Ríos, y lograr que trabajase para él, a cambio de 2.000 euros mensuales y un puesto de funcionario en la Policía Nacional que el espía ahora imputado todavía mantiene.
La obra se para únicamente en un par de conversaciones entre Villarejo y Ríos, aunque el sumario contienen cientos de páginas con transcripciones de los diálogos del excomisario con todos los actores del presunto espionaje. Ese sinfín de conversaciones trazan un relato que va desde el inicio de una operación para tapar la caja B del PP a las amenazas de reventarlo todo cuando se ven acorralados por las investigaciones y noticias en prensa.
Villarejo: El tonto polla del Asturiano, eh, que me toca la polla y que, bueno, me podrá meter en el maco, pero le busco una avería que se caga, eh, le busco una avería que se caga. .
Adrián de la Joya (empresario): Tenemos todas las grabaciones entre Bárcenas y el puto Rajoy hablando de toda la mierda, las tenemos. ¿Cuánto dura esa grabación?
Villarejo: Pero si es que no sé, verá, si es que me ordenaron a mí y a mi gente quitarla de un agujero de un zulo.
Adrián de la Joya: ¿Y lo sabe el tonto del Rajoy?
Villarejo: Pues no sé si lo sabe.
La obra ha intentado cuadrar esa historia de corrupción y espionaje, pero a las pocas semanas del estreno ya se ha visto superada por la realidad y el avance del caso fuera del teatro. Las funciones empezaron en Madrid el pasado 27 de enero y una semana Bárcenas entregó a la Fiscalía Anticorrupción un escrito con nuevas confesiones, en las que señala a Rajoy y al PP, y se enmienda a sí mismo. Ahora ahonda en un punto que había negado en esa declaración de 2013 que se representa en el teatro: el tesorero admite por primera vez que los donativos de los empresarios se daban a cambio de un trato favorable en las concesiones de obras públicas del Gobierno de José María Aznar.
Así, entre el primer acto y el segundo, se ha incorporado por obligación de la realidad la lectura de parte de esa confesión por parte de Casablanc. Un texto que conecta las dos partes de la obra que trata de acercar al público a uno de los episodios mas oscuros de la democracia en el que aun trata de arrojar luz la Audiencia Nacional.
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