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La cacería

Gobierno de Pedro Sánchez, PSOE. EFE, Chema Moya

Rosa María Artal

“El Gobierno, acorralado, propone ahora limitar la libertad de expresión”. El titular de ABC dejaba bien claro lo que está ocurriendo, aunque no fuera su intención confesarlo. Es evidente que se ha decretado una cacería. La oposición política se basa en ideas, no en trampas. Y cuando preocupa la libertad de expresión no se ampara el encarcelamiento de quienes la ejercen porque molesta a sus ideas. La pieza a cobrar es el ejecutivo del PSOE, en efecto, y los integrantes de la partida distintas facciones del poder que no quiere ceder ni la mínima parte de la cuota que atesoran. Unos van a caballo, otros a pie, unos son ojeadores, otros cargan la escopeta… y disparan. Y hay hasta quien va para portar el almuerzo. Si toda cacería en busca de víctimas para abatir por la fuerza y por la trampa es deleznable, la de tumbar a la brava un gobierno legítimo –por más que les pese- es intolerable.

Vamos viendo los pasos en varios sentidos, los ministros en la diana y surgen multitud de matices. La Trama Villarejo es un elemento crucial en la operación por el material del que dispone. La organización del comisario retirado ha dispuesto, según las pruebas recabadas por la investigación judicial, de medios que recuerdan a una policía política de un país autoritario. La STASI de la Alemania Oriental por ejemplo. Solo que de sus dosieres se aprovecharon muchos partidos y notables –empresas del IBEX citaba El País-. Como extorsión y, previo abultados pagos, con fines lucrativos para la empresa delictiva de Villarejo como la califica el auto.

No nos confundamos. Lo que hace el brazo mediático de la trama no es periodismo. Su fin no es el servicio a la sociedad. Son trabajos sucios para el cliente, incluso para el propio comisario jubilado hoy en la cárcel que busca salir antes de Navidad. Oír citar como fuente a medios que deberían estar borrados de la agenda del periodismo decente, duele. Se precisa una profunda reflexión sobre esto, explicaciones nunca dadas, y consecuencias.

La función pública exige transparencia. En países con auténtica tradición democrática, Suecia por ejemplo, los ciudadanos saben a quiénes encargan la gestión, con qué cuentan y con qué no, al detalle y a través de un fácil acceso. Indagar en los currículos de cargos políticos es normal en democracia, hablan del grado de confianza que merecen. Los casos de fraudes académicos tenían, tienen, que saberse. Y afrontarse con la misma vara de medir. Resulta un puro agravio que Pablo Casado disfrute de un tratamiento distinto, por ser aforado, al de otros alumnos VIP en sus mismas circunstancias. El pulso se mantiene con la justicia que pelea por la justicia: la Audiencia de Madrid tumbaba este viernes la teoría del fiscal que exonera a Casado y pide el archivo de la causa y da la razón a la magistrada que investiga el caso. Poco después, el Tribunal Supremo con cuatro de sus cinco magistrados que deben su puesto al PP rechazaba investigar a Pablo Casado por su máster, aunque ve “indicios de trato de favor”. ¿Hasta cuándo se puede mantener este estado de cosas?

Notábamos, corroboramos, ampliamos, las concomitancias entre poderes políticos y judiciales, sistemas de elección, trayectorias bien pringadas que siguen impartiendo justicia, su justicia. Hay que actuar sobre esa lacra y sobre esa desorganización al menos. Fuera aforados, tribunales de excepción y sumando de poderes. En inaudita cabriola, podemos ver a delincuentes en la calle, a extorsionadores llenando la caja y a periodistas de una pieza en prisión por hacer un trabajo riguroso en favor de la sociedad. El caso de Raquel Ejerique e Ignacio Escolar, de Eldiario.es, para quienes Cristina Cifuentes pide 5 años de cárcel por “secretos revelados” de su máster que de tan secreto resultó inexistente.

Pero ya vemos la profunda resistencia a cambios lógicos, el atrincheramiento. Similar a todo el conglomerado que quiere seguir viviendo en un tiempo que la democracia dejó atrás o debió dejarlo.

Queda para un profundo estudio de la condición humana el cómo trayectorias intachables, eficientes, de prestigio, caen por el error de añadir títulos que no han ganado. La cultura de la apariencia. O el de mentir ante las evidencias. Cuántas cosas tendrían desenlaces más airosos si se afrontara la verdad desde el principio.

Ahora bien, las razias políticas son otra cosa. Suscita enorme preocupación contemplar la gozosa cacería en la que andan varios medios, creyendo que ya la tienen ganada. No deberían alzarse con el triunfo, sería ahondar más en el agujero negro. “El gobierno acorralado”, ¡que suenen las trompetas! ¿Por qué razones? ¿Porque han robado a manos llenas como los sus apreciados señores de la Gürtel y tantas otras corrupciones o porque interfieres sus planes?

Buena parte de la prensa española, proclive a estas prácticas, está acostumbrada a reivindicar lo que cree su derecho a difamar. No es libertad de expresión de lo que hablan, ellos y sus apoyos. Insisto en que son los primeros en aplaudir las condenas ideológicas de la vigente Ley Mordaza. Y miramientos con las libertades, pocos. ABC, precisamente, escribió una de las páginas más negras de la historia del periodismo, al llevar a toda portada “la mirada del asesino de una niña de tres años” de un pobre chico que se dolía por la muerte de la hija de su pareja. Le jodieron la vida, si me permiten verbo tan poco educado.

Un alto cargo puede cometer errores, dimitir por ello, pero verse en las portadas de los kioskos, en los resúmenes de las televisiones, en los wasaps de las tribus propagadoras, con esas caras dolientes que les plantan a toda plana y multiplicación es inadmisible, inaceptable, injusto. Una sociedad madura debería ver en ellas los rostros de los directores y escribidores que las perpetran.

La tradición de los juicios paralelos sin pruebas tiene muchas víctimas en España. Dolores Vázquez, una mujer absolutamente inocente del asesinato en 1999 de Rocío Vaninnkhof en Mijas, Málaga, fue masacrada por los medios y la opinión pública que generan. Se fue a vivir fuera de nuestro país. Carmen Salanueva, PSOE, directora del BOE y principal procesada por un fraude en el papel del organismo, vituperada e insultada hasta el límite, enfermó de cáncer y murió sin saber que también había sido absuelta.

Poco edificante el paisaje de falsos culpables y falsos inocentes.

Tenemos ahora en el camino varios cadáveres políticos y varios otros en el punto de mira. Con razones de no tan gran calado para el vituperio en la plaza mediática. Mientras los políticos del sistema a preservar se permiten graves licencias. Albert Rivera ajustició públicamente a 9 profesores del Instituto El Palau Sant Andreu de la Barca, Barcelona, con ayuda de un tipo que publica en un diario. Cinco fueron completamente exonerados por la justicia del delito de odio que les colgaron. El juez archivó la denuncia. De los otros, nada hemos sabido. Y allí estaban con sus fotos y sus vidas a la intemperie. La condena ya había partido. Una visita del president de la Generalitat, Quim Torra, este jueves, al Instituto se ha saldado con insultos y abucheos.

La sensación de verse expuesto con manipuladores tratamientos de tu propia vida –que he experimentado como otros periodistas que molestan a los colegas servidores del poder– es difícilmente descriptible. Y suelen quedar impunes.

A la magistrada Victoria Rosell le truncaron su carrera política como diputada de Podemos. Las andanzas del promotor de sus denuncias entran en el terreno de esas cutres pandillas de rufianes que operan en España. Fingió un infarto para que su esposa grabara al Presidente del Tribunal Superior de Justicia de Canarias a ver si podían pillarle “en alguna indiscreción”. Este individuo se dedica a impartir justicia, como otros similares. Ahora le ha tocado al PSOE que no es precisamente un partido radical de extrema izquierda. Imaginen si fuera el caso.

La lucha por el poder está en un momento crítico. A los combatientes, sus lugartenientes y ejército mediático les vale todo. Las encuestas internas de los partidos dan sorpaso a favor de Ciudadanos sobre el PP, pero Albert Rivera no pasa por el mejor momento de popularidad entre sus mentores. En estos momentos seguiría teniendo más votos el bloque progresista. En estos momentos.

Dice Carlos Hernández que hay que limpiar las cloacas. No se ve ahora quien se anime a arremangarse y entrar hasta con fumigadoras. La clave está en el papel de gran parte de la sociedad. Como escribía también aquí Suso de Toro, hemos sido educados en el franquismo y sus secuelas, transmitidas en casa a las generaciones siguientes. En ese halo de sumisión y aceptación de las trampas. No pueden ganar otra vez. Salvo que lo hagan limpiamente, por supuesto. Y no es el caso. Oscuras figuras de salvadores se dibujan en el fondo de los agujeros negros, como en el espejo profundo de un pozo.

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