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Entre la verdad y el chascarrillo

Imagen de archivo del ministro de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, Félix Bolaños.

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Nadie dijo que fuera fácil ni que se haya ejercido siempre en olor de pulcritud. De hecho, a veces se alimenta de filtraciones, inquinas, intereses y opiniones no basadas siempre en los hechos. Pero de ahí a que en los últimos tiempos transite en paralelo a los arrebatos del populismo, el infundio y el chismorreo hay un trecho. 

Periodismo no es lo que se lee en las redes sociales, ni lo que se escucha en un despacho y se lleva, sin contrastar, a un titular para conquistar el clickbait. Sumar visitas o likes no es lo mismo que ofrecer buena información. Y tampoco hacerse eco sin más de lo que susurran al otro lado del teléfono quienes están en el poder o quienes aspiran a estarlo pronto. La línea que separa el periodismo del activismo es tan delgada que apenas se percibe ya.  Hoy los periodistas solo somos rojos o fachas, no buenos o malos, rigurosos o imprecisos, creíbles o sospechosos… Y esa es una realidad de la que nosotros somos responsables, más allá de que haya políticos o expolíticos que pretendan dar clases gratis cada mañana sobre cómo ejercer un trabajo que les es completamente ajeno y del que solo se sirven para sus intereses personales, económicos o partidistas. 

No se trata de teorizar sobre la degradación del periodismo ni de dar lecciones a nadie porque cada cual lo ejerce de acuerdo a su conciencia y a lo que entiende por rigor, más allá de los insultos que reciba en los comentarios a sus textos, las menciones que aparezcan en su timeline o las listas negras de los partidos en los que se incluya su nombre. Pero tampoco es cuestión de obviar que, de seguir por la senda del 'todo vale', crecerá esa brumosa corriente de opinión que convierte en sospechoso todo lo que se escribe y ampara que sean otros, ajenos al oficio, quienes se erijan en guardianes de las esencias democráticas o en inquisidores de periodistas. 

El periodismo informativo consiste en saber ver lo que hay detrás de las cosas y en transmitir las claves de lo que está pasando para que los lectores puedan disponer de elementos de juicio, nunca en hacerse eco del primer rumor para elevarlo a categoría de noticia ni en producir títulos sin contrastar para captar pinchazos y que se hable de ellos en las tertulias matutinas, aunque no se aporten claves evidentes o fidedignas sobre la realidad.

No, el ministro Félix Bolaños no será el candidato del PSOE al Ayuntamiento de Madrid. Ni está ni se le espera. Nadie sabe de dónde ha salido el rumor elevado a noticia en los últimos días. O sí. Entre los que le quieren bien y los que le quieren mal hay una legión de apuntadores dispuestos a difundir que el socialista será el “elegido” para medirse con Almeida y periodistas, claro, dispuestos a comprar la mercancía sin la más mínima comprobación. Basta con tres llamadas y cierto tino para tocar las teclas adecuadas para no hacer noticia de un bulo. “No, no lo será”, “esa información no es real” y “no me consta nada ni parecido” son las respuestas de las fuentes directas, que es a las que hay que recurrir cuando lo que se busca es anteponer el rigor al titular o la verdad al chascarrillo.

Los usos y maneras excesivas de ese periodismo especulador se han impuesto al rastreo riguroso y han acabado con aquella máxima que enseñaban en las viejas redacciones y decía que una fuente proporciona el dato, otra lo confirma y una tercera lo blinda. Hoy, con respetables excepciones, se ha impuesto la especulación y la quiniela que tanta credibilidad resta y nos convierte, de paso, en cómplices, involuntarios o no, del pasteleo político.

El “ministro orquesta”, que lo mismo negocia con el PP la renovación del Poder Judicial, que los Presupuestos Generales del Estado con los nacionalistas o la ley trans con Unidas Podemos es hoy imprescindible para Pedro Sánchez en el Gobierno, lo que no quiere decir -dado el histórico del presidente- que no pueda dejar de serlo mañana. Quienes se empeñan en sacarlo del gabinete es por inquina, por ajustar cuentas pendientes o porque consideran que del hermetismo que rodea a la designación del futuro candidato al Ayuntamiento de la capital puede salir cualquier ocurrencia de las muchas que el PSOE federal ha tenido para representar al socialismo madrileño. No hay más.

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