Las cloacas y los medios progresistas
elDiario.es, en el que escribo desde antes de su nacimiento oficial en aquella Zona Crítica que lo anticipó, cumple diez años. Se ha hecho un sitio potente en el panorama mediático y ha ido registrando un crecimiento espectacular en penetración y número de socios. El décimo aniversario del periódico coincide con un momento realmente convulso en España. No ya por la serie de calamidades que nos han ido sacudiendo como a gran parte del mundo, sino por el estallido de una corrupción desestabilizadora –que se hunde en el periodismo- y la ira más que justificada que ha provocado en sectores de la sociedad progresista. Pero es ya un río revuelto en el que las bombas caen por doquier.
Oír de viva voz los audios del ya conocido como FerrerasGate, en los que se confirma que desde un policía corrupto a un propagador de bulos profesional conspiraban junto al director de La Sexta y otro alto cargo de la cadena para hundir a Pablo Iglesias y con él a Podemos, ha producido un fuerte shock en muchas personas sin que se hayan derivado consecuencias. Sí, la caída de audiencia de sus tertulias. La labor condescendiente de lavado del problema actúa para que todo quede en nada o en poco. Y aquí entramos en terrenos profundamente resbaladizos.
Quienes en número creciente defienden la asistencia a las tertulias sesgadas –son sesgadas y son la mayoría- argumentan que por lo menos pueden hacer oír su voz, que se contrapone… a la mentira, porque también es la mentira lo que se enseñorea de ese lado de las “mesas camillas”. Pero buena parte de la audiencia escucha a su equipo nada más, como en el fútbol. Y es un gravísimo error de base pensar que diálogo y libertad de expresión es de entrada sentar a los manipuladores en el mismo número de los que informan. Lo escribí recientemente en una columna ¿dónde están los otros 98 que equilibran a menudo la realidad de los hechos?
Las tertulias –de mantenerse- han de asistir a una profunda remodelación, expulsando a todos los tiznados de manipulación manifiesta y, por supuesto, de cloaca. Ha de ser -de mantenerse- un auténtico debate de ideas como lo fueron algunas en principio. Hasta que la maquinaria del poder sucio descubrió el poderoso papel que podían tener para influir en la política por malas artes. A mí no me valen como a otros periodistas los argumentos de estar “por lo menos para” y en absoluto el “en mi hambre mando yo”. Aunque entiendo que existen diversas motivaciones y etapas en la reflexión del problema planteado. Nadie justificaría a un cirujano que amputara una pierna a un enfermo que solo tiene una variz porque es política del hospital sacar el mayor provecho posible. Lo explico a menudo cuando puedo. ¿Qué diría el tertuliano progresista si fuera víctima de esas prácticas? Pues esto es, si cabe, peor porque afecta a la democracia. Los ciudadanos no tienen la culpa de que los periodistas no puedan pagar sus facturas. Hay otros cometidos que realizar antes de pervertir el periodismo.
Y no solo son las facturas, es tener o no hueco para analizar en efecto. Terrible que se silencien las voces críticas –el periodismo lo ha de ser- apoyadas en la verdad, mientras se lanzan sin freno tergiversaciones con objetivos determinados. Como hacen elementos ciertos de la cloaca. Igual hay que tirar por ahí: por ese espacio. Quede sentado que el periodismo es un servicio público, aunque lo elaboren medios privados, porque responde al Derecho a la Información de los ciudadanos. No se cumple si no es veraz y habría de serlo. De momento, no es admisible ni se entiende que RTVE no desempeñe ese cometido y, con lo ocurrido a Jesús Cintora como símbolo, está claro que tampoco lo hace. Ir aislando el antiperiodismo, el ruido, hasta que se regenere si pudiera ser. Pero no es un camino fácil: no hay mucho tiempo ni voluntad de solucionar el problema. Tomada la información nacional de RTVE por el PP e incluso Vox, con una falta de equidad que sonroja a menudo, pronto puede no haber ni allí sitio para el debate con voces progresistas. Si quieren saber qué hará el PP al llegar a la Moncloa, no tienen más que ver qué ha hecho Ayuso con Telemadrid: la ha descuartizado. Y, sin duda, hacia ese fin se dirige el trabajo de los manipuladores mediáticos. Y lo ven cerca. Un cambio radical ya: informar seriamente pondría los términos de la carrera en su justo lugar.
Pues bien, en este clima se ha generado otro problema de entidad que desemboca en una batalla entre los medios progresistas como si la hubiera diseñado la propia cloaca. Cierto que hay elementos que meten cizaña por claros intereses y afán de protagonismo, que hay incluso reacciones viscerales poco templadas. Pero no es justo, ni sensato lo que ocurre: desde pasar lista de adhesiones y rechazos, a situar como enemigos a los compañeros que sí hacen periodismo. Máxime cuando hay tanta basura mediática impune. Es esencial fijar la atención en la raíz de los problemas (son varios los problemas).
Por supuesto, estamos lejos de vivir en un mundo ideal, tampoco en el periodismo que intenta ser veraz e independiente. No es obligatorio estar de acuerdo con todos y en todo, pero rivalizar a cara de perro cuando quienes infringen todas las reglas desarrollan con toda tranquilidad su proyecto, parece poco lúcido. Y no es el llamado “buenismo”, es pragmatismo. La crisis del periodismo y de los periodistas parte en buena medida de la competencia de Internet sin duda, pero también de aventuras megalómanas que expandieron el negocio a otros productos en un interminable cuerno de la avaricia hasta llegar casi a la quiebra. El hecho es que un cúmulo de crisis, ERE y despidos cerró periódicos y diezmó las plantillas, a menudo echando a grandes profesionales. Lo de RTVE fue otra historia, pero también supuso una sangría. Había demasiado personal, dijeron, y en poco tiempo volvieron a engrosarlo con contratos.
Atroz el descalabro de la plantilla de El País y el traumático cierre de la edición en papel de Público, que contaba en detalle Ignacio Escolar. Aquel tsunami devastador despidió a profesionales en lo mejor de su carrera. Varios de ellos terminaron por organizarse por su cuenta, recogiendo incluso a descartados de otros medios y empleando a periodistas jóvenes. Hubo desde 2011 en España una eclosión de diarios digitales. El Financial Times subrayó que los periódicos digitales españoles suponían la alternativa a la crisis de la prensa internacional, nada menos. En fin que, en mi opinión, no debería desperdiciarse semejante legado, tanto esfuerzo.
elDiario.es, Infolibre, el nuevo Público, Ctxt.es, La Marea, El Salto, me valen, con sus calidades varias, con los defectos que tengan. Los enemigos del periodismo están justo en la otra orilla, enfrente. Y ahí sumen televisiones y radios dedicados a la persistente tarea de favorecer a la derecha a costa de lo que sea, de la credibilidad tan esencial en esta profesión. La tarta de la audiencia también está ahí donde no se hace periodismo.
Aspiro a poder decirlo y lo hago. A acudir a los actos de Ctxt.es, tan magníficos como el que el otro día presentaba el libro “Medios y cloacas” de Pablo Iglesias que han editado. Porque también su director, Miguel Mora, es un periodista superlativo y con enorme vocación, y Vanessa Jiménez y los demás. Y porque en modo alguno Pablo Iglesias rompió nada que no estuviera roto, ni es, ni debió ser, el “Enemigo número 1” –aunque así le han tratado- y mucho menos teniendo a Isabel Díaz Ayuso gestionando como lo hace la salud, la educación y el dinero público de los madrileños con aspiraciones a extenderlo a todo el país. Por situar diferencias. Aspiro a reconocer la profesionalidad y valentía de Virginia Pérez Alonso y Ana Pardo de Vera en Público. O la labor de Jesús Maraña, Manuel Rico y el resto en Infolibre. Y quienes escriben y colaboran en todos ellos. Que nos gustarán unos más que otros, pero creo que en líneas generales tienen la honestidad como hilo conductor.
Yo me quedo con elDiario.es, con Ignacio Escolar, a quien conozco casi desde sus primeros pasos, cuando sacaba la cabeza en su blog con un olfato periodístico espectacular que reconocí desde mi experiencia, como uno de los elegidos, y que ha demostrado una buena y pragmática visión empresarial en este proyecto. Y muchos otros que están trabajando en este medio, haciendo periodismo del bueno. Desmerecería si solo citara a algunos. Bueno sí, déjenme que nombre a Olga Rodríguez Francisco, porque es otra de mis debilidades y orgullos.
Detengan por favor las luchas torpes, los descalificativos generales. Esta profesión siempre ha sido dura porque el poder, el mal poder, no quiere que algunas cosas se sepan. Ahora lo es todavía más. El enemigo no está en este lado, insisto. En éste se trabaja intensamente y por mucho menos dinero que los tocados por el halo de las tertulias. Por algo será.
Cada ciudadano debe hacerse con el itinerario que le inspire confianza. Informarse, porque la tendencia a dejar de hacerlo, a pasar de las noticias, como se está extendiendo, es otra batalla ganada por la involución. Como adultos: sin concesiones al mal menor ni en pueril tabla rasa. En esta batalla fratricida a manera de Montescos y Capuletos, las víctimas están entre los rivales visibles. Los verdaderos enemigos se sitúan fuera del círculo y son ellos los que celebrarán el banquete que engulla a la ciudadanía. Y ya lo cocinan con esmero.
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